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Chinguen al Guapo

Jueves, 20 Septiembre 2012 21:38

Y todo para ver a Paulina Rubio

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Ahora puedo morir tranquilo, vivir sin ver a Paulina Rubio es como si nunca hubiera vivido, diría mi amigo Luis de Manzanilla —hay cosas que no te puedes perder en la vida— y un concierto de la Pau es una de ellas y aunque Dios, el clima, mi salud y una serie de eventos desafortunados conspiraron para que no la viera en concierto en Los Fuertes, salí abante, pude verla y corear sus canciones. Está bien, enloquecí y hasta le pedí que me llevara de staff o carga maletas.

Lo sé soy un ridículo, pero en realidad soy fan de Paulina Rubio y no le veo nada de malo, hasta el Doctooooor —Arturo Rueda— también es fan de ella y no es por quemarlo pero iríamos juntos a verla, sólo que se atravesó la cena del gobierno del estado y prefirió estar a lado de @rafagobernador,en lugar de ir a corear las rolas de la Chica dorada, pero por semanas estuvimos ensayando y emocionándonos.

Llevaba semanas esperando el concierto de la Pau, desde que me enteré que vendría a Puebla y estaría en Los Fuertes moví cielo, mar y tierra por estar en primera fila, luché contra todo por verla, presioné a mi superiora para obtener boletos y por fin me dieron mi acreditación de prensa, con la cual podía estar en lugar privilegiado viéndole los calzones y oliéndole los pedos, no me importa es la Chica dorada y estoy enamorado de ella.


Por fin el tan ansiado día llegó, no lo podía creer, estaba tan emocionado como el Monito en su concurso de moda. La mañana del 15 de Septiembre me metí a bañar, me cambié, por primera vez en mi vida me sentía fashion y con mi andar despistado me dirigí al zócalo para cubrir la ceremonia cívica y las guardias. Normalmente odio hacer esa cobertura, pero todo era bueno para matar tiempo.

Tomé mi respectivo transporte colectivo para dirigirme al Centro Histórico, llegó el momento de bajar, me sentía tan fashion que al momento de salir del microbús me aventé, me arrojé a la nada sin mayor explicación y caí en pose de luchador, sólo se escuchó —craaaaaasssshhh— mi rodillita izquierda había tronado, ¡Carajooooo, qué dolor!, ¡No ahora, no este día!, fue lo único que pude emitir.

Me arrastré hacia el zócalo para cubrir el homenaje, la rodilla me dolía mucho, pero decidí no tomarle importancia, pues tenía que cumplir con mis labores, ya después tendría tiempo para lamentarme por la desgracia y una vez más pensé que nada, ni nadie me detendría para ver a la Chica dorada. Ya en el Ayuntamiento hice algunos ejercicios como sentadillas y flexión de rodillas.

Regresé a casa, dormí, descansé, comí, decidí relajarme y pensar optimistamente para que nada saliera mal por la noche. Me volví a bañar y me puse ropa primaveral, jamás imaginé que la lluvia me jugaría las contras, ni que terminaría como facineroso con la posibilidad de que me prohibieran la entrada al concierto.

Además, ese día estrené un suéter anaranjado, el suéter anaranjado que había soñado toda mi vida quedó arruinado primero por la lluvia intensa y luego porque al cambiarme los impermeables que distribuyó el gobierno del estado en Los Fuertes, no me percaté de la presencia de tinta indeleble en las mesas donde los repartían, por lo que el suéter quedó lleno de esa tinta y sin posibilidad de que se le quite.


Por si fuera poco, la sensibilidad del gobierno del estado se reflejó durante el magno acto cívico en el Fuerte de Guadalupe, ya que el corralitoque acondicionó para los medios de comunicación quedó al aire libre y todos los reporteros, camarógrafos, fotógrafos y colados, quedamos expuestos a las inclemencias del tiempo, primero la lluvia y luego el frío, entonces se imaginarán como quedé: con un suéter anaranjado lleno de tinta indeleble, todo mojado y escurrido, parecía una sopa.

Pasó un rato, se quitó la lluvia y ahora el frío y el viento harían su parte, pues se encargarían de secarme con la probabilidad de pescar una neumonía, un bronquitis o en el mejor de los escenarios un resfriado, todo por no perderme a la Pau, aunque llevara la rodilla lastimada, estuviera todo mojado, con el riesgo de que me impidieran el acceso por mi apariencia facinerosa.

Por fin llegó la hora, las campanas repicaron, mi corazón se aceleró: “Todos los compañeros de prensa que van a entrar al concierto de Paulina Rubio acomódense a mi derecha”, dijo un amigo de Comunicación Social del gobierno morenovallista. No lo dudé, enseguida me formé, era el número uno en la fila.

Pero de pronto todos enloquecieron, empezaron a correr despavoridos, como si la Llorona los persiguiera, a lo lejos sólo se veían las cámaras y se escuchaban algunos gritos ahogados para identificarnos entre compañeros: “¡Prensaaaaa!, ¡Prensaaaaaa!, ¿Compañeros dónde están?”, nos gritábamos incansablemente para detectarnos y no perder el grupo entre el tumulto de gente.


T
odos íbamos corriendo, era una situación de vida o muerte, era entrar al lugar privilegiado, donde sólo pocos han estado, o quedarse con el resto de los fanáticos. Saqué mi nextel para marcarle a mi amigo Jorge Huhu, pues entre la multitud se perdió y de pronto: “Aaaaaaaaaaaahhhh, ¡A su puta madre!”,grité al mismo tiempo en que intentaba tenderme en el piso y la multitud me arrastraba en su marea.

Me doblé el pie izquierdo, el dolor se extendió hasta mi cintura y nadie se paró a ayudarme, ni siquiera mis compañeros de prensa, ni la tía Pau —editora de CAMBIO— o mi mejor amigo Norma, a quien había invitado al concierto, nadie se detuvo, nadie me apoyó, nadie me brindó su hombro para recargarme, o llevarme de palomita y una vez más tuve que arrastrarme para llegar al concierto de Paulina Rubio.

Ya dentro del concierto el dolor era insoportable, pero poco me importó, pues por fin estaba frente a la Chica dorada, por fin se me hizo una realidad cantar sus rolas y me valió madre que la gente me viera bailando en una patita, en mi patita derecha y gritando a todo pulmón: “¡Pauuuuuu llévame contigo!, ¡Te amo Pauuuuuu!, ¡Eres lo máximo!, ¡Thalía es una pendeja!”, así fue mi noche con la Chica dorada.

Moraleja: Carguen chamarra y suéter en los festejos del 15 de Septiembre, porque de lo contrario se empaparán y morirán de frío.

¡Claro!, chinguen al guapo