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Chinguen al Guapo

Jueves, 24 Enero 2013 21:41

La habitación del pánico

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Claustrofobia, ansiedad, miedo, una vejiga reventada y unos ciudadanos vomitados —casi vomitados— fueron el saldo que dejó aquella mañana del martes, de un mes, de un año… ustedes disculparán pero no recuerdo la fecha, lo que sí recuerdo fue lo angustiado que estaba por no poder salir de mi habitación.

Todos mis males se juntaron en uno sólo, en esa maldita habitación del pánico —localizada en el departamento 10, del edificio en la calle Universidad Autónoma de Yucatán, número 1536, col. Universidades— jamás pensé que 4 paredes y una puerta me pudieran enloquecer a tal grado.

No entiendo por qué nunca escucho a mi consciencia, la noche del lunes mis amigos de la universidad me estaban jodiendo con que fuéramos a tomarnos unos drinks, invitación que me parecía perfecta, tenía ganas de emborracharme.

Sólo que había un pequeño detalle, al día siguiente trabajaba y fue en aquellos días cuando Nena y huga —conocido en los bajos mundos como Héctor Hugo— se ponía de intenso cual fiel capataz.

Cada vez que insistían mis amigos en tomarnos una chela, “solo una y ya”, yo pensaba en el mal humor de Héctor Hugo y lo jodido que me traería al día siguiente, su histeria, sus gritos y otras cositas que luego les platicaré Jojojojo.

Pero a pesar de que sabía perfectamente las consecuencias de ir no máspor una chela”, mis cuates terminaron por convencerme y en efecto no fue una, sino un cartón y un pomo de whisky.

Ya se imaginarán cómo amanecí a la mañana siguiente: un dolor de cabeza espantoso, crudo, con ganas de vomitar, enfermo del estómago; era un zombie, un bulto humano, un asco de persona y con un olor a teporocho del Centro Histórico, ¡Muy cabrón mi caso!

Total entró mi hermana a la recamara y gritó:

—¡Wuacalaaaaa!, ¿A quién chingados mataron aquí?” , ¿Qué pedo con tu olor gorditooooo?

—¡Cállateeeeee! que me duele un chingo la cabeza, déjame dormir, no estés chingando (léase en tono de moribundo).

—Ya me voy, sólo entré por Gel para el cabello porque el mío se terminó.

Sí, síi, síiiiiii, como sea, agarra el que quieras, lo que quieras, pero ya salte y cierra la puerta por favor (Léase en tono de estado convaleciente).

Cabe mencionar que mi hermano estaba también en la recamara, pero como no sufre, ni se acongoja y podría pasar un tren encima de él y no despertaría. Pero bueno, mi peor error fue ordenarle que cerrara la puerta, para qué. Dios mío de las peores órdenes que se me han ocurrido.

Pasaron tres horas y a las once de la mañana me dieron muchas ganas de vomitar y orinar, no sabía qué era más fuerte, qué función biológica tenía que satisfacer primero, ambas ya estaban generando mucha presión a mi organismo y en cualquier momento podían darme la sorpresa.

Me levanté, me dirigí a la entrada de la habitación, giré la perilla de la puerta, jalé la perilla dela puerta y no se abrió, y tenía cada vez más ganas de vomitar y orinar: “¿Qué pedo pinche puerta?, ábrete, ¿Qué mamadas?, de seguro fue la gordita que atoró la puerta con algo. ¡Ay me las va a pagar!”, blasfemé por varios minutos.

Ante mi insistencia por abrir la puerta, empujones, mentadas de madre y golpes, despertó mi hermano. De inmediato le platiqué lo acontecido a las 8 de la mañana y lo puse al tanto sobre mi cruda, mis ganas de vomitar y de orinar.

S
e compadeció de mí, se levantó, se acercó a la puerta, giró la perilla, la jaló y no se abrió. Lo intentó de nuevo y no funcionó, lo hizo una vez más y nada. Pero además para esas horas Héctor Hugo ya empezaba a intensear por el nextel, deben de saber que cuando alguien no le contesta manda y manda alertas al mismo tiempo y con la misma frecuencia con que un colibrí aletea, o sea, cada segundo.

Mocooooos qué haré, mi apreciable jefe seguramente desea algo de mí y no puedo asistir a su llamado y auxilio”, en realidad me expresé con otras palabras, pero seguramente está leyendo este espacio. Decidí llamar a mi hermana para que corriera a nuestro auxilio, total su bromita ya me había hecho perder el día y casi mi vejiga.

Rin, rin, rin riiiiiin, daba tono el celular de mi hermana pero no contestaba, marqué una y otra vez, estuve insistiendo como por media hora hasta que por fin tomó la llamada:

—¿Qué quieres, estoy en clase?

—No manches, ya ven a abrirnos la puerta, ya te vengaste, eres la reina de las bromas, te la mamaste al dejarnos encerrados, ¿Con qué putas madre atrancaste la puerta que no podemos salir?

—¿De qué hablas?

—Pssss de que atoraste la puerta para que no pudiéramos salir.

Estás loco, yo no hice eso, pero bueno para que veas que soy buena gente ahorita voy a abrirles y a salvarlos.

—¡Correeeeeee! que quiero vomitar y orinar, tiene horas que tengo ganas de orinar y tirarte por la boca, jojojojojo.

 

En lo que ella llegaba, yo regurgitaba, sudaba frío, cada vez sentía más cerca la hora en que me vomitaría y me orinaría. Mi vejiga se estaba reventando, pensaba en las peores enfermedades y males que te dan por no orinan. Se me subía y bajaba la vomitada, se me salía y regresaba la pipi y mi dolor de cabeza estaba tan cabrón que me quería azotar contra las paredes.

—¡Gorditoooooosssss¡, ¡Yujú, yujúuuuuu!, ¿Qué hacen?

—Ya deja de jugar y ábrenos que neta ya no aguanto la vejiga y en cualquier momento vomito a tu hermano.

Lo intentó una, dos, tres, cuatro…. Infinidad de veces: “No manches quién sabe qué tiene porque no abre, está atorada y te juro que yo no le puse nada”, me dijo mi hermana y como apagó mis esperanzas, no me quedó más remedio de vomitar por la ventana y orinarme en un envase que estaba en la recamada.

Para las tres de la tarde ya había sido mucho show y Nena y huga había intensificado las alertas del nextel. Entonces en un arranque de desesperación, miedo, angustia, como le quieran llamar, le di una patada a la puerta, otra más y otra. La empecé a despedazar a golpes y cuando me cansé mi hermano me ayudó.

Terminamos por tirar toda la puerta y la puta chapa se quedó colgando, derribamos todo menos la chapa, estaba trabada, más coraje me dio y de una patada estilo Dragon ball salió volando. Canté victoria porque fui hombre libre, hasta que mi hermana me hizo ver mi suerte, todo el día perdido cuando la solución siempre estuvo abajo del edificio.

—¿Y por qué no le gritaron al cerrajero que les viniera a abrir?, ahora su cuarto ya no tiene puerta.

Wawawawawaaa wawawawawawawaaaaaaaa (Léase como risa de Animal de los Muppets Baby).

Mmmmmta y hasta ahora me dices.

Moraleja: Revisen las chapas de su puerta, no vaya a ser que cobren vida.

¡Claro!, chinguen al guapo