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Mario Marín retornó de los Siete Infiernos. El ex gobernador poblano reapareció en el Consejo Estatal del PRI para la renovación de la Dirigencia como el Tlatoani del tricolor. Dueño de la situación, ocupó la primera fila del Consejo, fue recibido entre vítores, aplausos y apapachos.
Mario Marín no volvió solo. El ex mandatario se cobijó con su Junior, con Valentín Meneses, José Antonio López Malo, Víctor Gabriel Chedraui. El marinismo en su máxima expresión. Sólo faltaron algunos que tarde o temprano, darán la cara.
El mandatario dejó atrás el auto exilio al que lo orilló el morenovallismo. Hoy con un mandatario señalado como un asesino, Mario Marín parece inofensivo, vulnerable. Sus pecados sexenales son casi un chiste mal contado si se le compara con su sucesor Rafael Moreno Valle.
Quizá por eso hoy, Mario Marín da la cara y se apropia, otra vez, de su partido. Todos los priistas presentes saludaron, tocaron, se fotografiaron con el Góber Precioso. Ya no es una vergüenza. Ya no es el peor mandatario de la historia reciente. Mario Marín ya no es el villano de esta película.
En el evento partidista, Marín dejó tres cosas claras: el PRI es suyo, de nadie más; el marinismo está de pie y preparado para la batalla que viene y ningún político, ni siquiera alguien llamado Mario Marín está muerto.