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El espíritu de la reforma electoral aprobada por el Congreso de la Unión para la desaparición de los Institutos Electorales estatales era, sin duda, eliminar el control de los gobernantes sobre la democracia local, de ahí la propuesta de la creación de los Organismos Públicos Electorales designados directamente por el Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE).
El objetivo es que los gobernantes se abstengan de intervenir en los procesos de designación de consejeros a través de sus diputados.El espíritu de la reforma electoral fue entendido por todos, pero quizá, no se está acatando en ese sentido.
Ayer, el INE entrevistó a los 35 finalistas para el organismo electoral en Puebla que organizará las elecciones de 2016. Durante los interrogatorios llamó la atención del caso del aspirante y actual comisionado para el Acceso a la Información Pública y Protección de Datos Personales,Federico González Magaña, cuyos nexos con el morenovallismo son irrefutables e innegables.
Sin embargo, nadie del INE cuestionó la imparcialidad de González Magaña —por cierto el mejor calificado de los 35 aspirantes poblanos—.Nadie tocó ni por encima sus relaciones y conexiones con el gobernador de Puebla, su pasado en la campaña morenovallista ni la intervención del gobierno para su designación como miembro de la CAIP.
Si los nuevos organismos electorales adolecerán de lo mismo que los Institutos Electorales, la reforma electoral, los trámites, los exámenes, la pérdida del control de los Congresos locales y el interminable proceso para elegir a los mejores hombres, es una pérdida total de tiempo y un frade más para los ciudadanos y para la democracia.