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Miguel Barbosa solía ponerse todos los trajes de la arrogancia como gobernador en Puebla. Acomodado en su amplia silla, despachaba los asuntos del Estado y daba sus conferencias virtuales. Repartía regaños y alguno que otro reconocimiento, en un giro que dependía de su estado de ánimo.

Su sonrisa socarrona, muchas veces retadora, solía dedicarla a sus rivales: Alejandro Armenta, Ignacio Mier, Claudia Rivera, o a cualquiera de sus enemigos en turno.

Pero con muchos trajes, Miguel Barbosa solo reservó uno para la marcha del 4 de diciembre en Puebla, en honor a Andrés Manuel López Obrador. Este fue su momento cumbre como gobernador, como temido líder político, a tres años de iniciar su gobierno.

El 14 de noviembre, Barbosa anunció abruptamente la “Marcha en Defensa de la Cuarta Transformación”, para el día 27. La idea: convencer a AMLO que él era su más férreo defensor para borrar así su historial de “traiciones” y rupturas. Principalmente la que tuvo con Rafael Moreno Valle, antes de entrar de lleno a Morena en 2018.

Alguien debía “defender” al presidente de la República de sus detractores. Al hombre más poderoso, políticamente. Por eso, la manifestación se vendió como la muestra de un ambiguo respaldo ciudadano que, en los hechos, terminó como un aplausometro del oficialismo.

Sin embargo, López Obrador siguió la misma línea trazada por Miguel Barbosa y organizó su propia concentración en la Ciudad de México para la misma fecha.

En el homenaje póstumo del gobernador, celebrado el 14 de diciembre, AMLO reconoció que fue por Barbosa como decidió realizar aquella mega concentración.

Días después del anuncio del presidente, en una gira por territorio poblano donde estuvo la secretaria general de Morena, Citlalli Hernández Mora, Miguel Barbosa anunció su reprogramación para el 4 de diciembre.

Con eso responderemos al llamado de nuestro líder. La política es de disciplina. La política es de entender las reglas generales de su práctica y ejercicio”, dijo en un momento donde pretendía influir en la designación del candidato a la gubernatura para 2024.

La marcha de Miguel Barbosa

Desde las ocho de la mañana, docenas de autobuses comenzaron a llenar las calles aledañas al Centro Histórico. Esto para la Marcha en Defensa de la Cuarta Transformación, convocada por Miguel Barbosa en Puebla.

Aquel 4 de diciembre, banderas guindas y blancas no tardaron en saturar los primeros metros de cielo en El Gallito. También, la estructura del PT hizo lo propio.

Ante esto, el gobernador inició su recorrido aproximadamente a las 11 de la mañana, en un Paseo Bravo al que no le cabía ni un cuerpo más. Avanzó sobre avenida Reforma, rodeado de guardaespaldas que se abatían con fotoperiodistas que querían sacarle la mejor toma.

La mayoría de los presentes, trataban de caer en el gusto del mandatario al presumir su capacidad de acarreo político. De ahí, los interminables pases de lista que hubo a lo largo de la avenida Reforma, donde distintos operadores anunciaban desde carpas acomodadas a lo largo del recorrido, cuáles municipios estaban presentes.

A esta peregrinación guinda solo faltaron algunas de las bases del partido y aquellos perfiles que abiertamente fueron y eran atacados por Miguel Barbosa. Tales como Claudia Rivera e Ignacio Mier, quienes rindieron su tributo al lopezobradorismo en la concentración de CDMX.

En cambio, Alejandro Armenta si asistió a la marcha de Miguel Barbosa en Puebla. En su esfuerzo por limar asperezas y que no le obstruyera en su aspiración de convertirse en lo que ahora el partido llama “coordinador de la 4T”.

Aquella era una mañana “lograda”, en el sentido de que asistió casi toda la estructura política de la 4T en Puebla. Sin embargo, eran visibles los rostros desinteresados de quienes asistieron para cumplir el requisito. El llamado “barbosismo” que se desinfló meses después de la muerte del gobernador.

“La mayoría está de este lado”

Pocos políticos se atrevieron a decir lo que pensaban. Que esta marcha era un intento de Miguel Barbosa por demostrar que él, y solo él, era el único capaz de tener mano en su sucesión. Como presumieron sus columnistas afines.

En Puebla, el PRI y el PAN criticaban abiertamente el capricho de AMLO de realizar su concentración el 27 de diciembre. Pero en el caso de Miguel Barbosa, preferían callar, diciéndose respetuosos de las decisiones del Ejecutivo.

Mientras avanzaba por la avenida Reforma, el gobernador no paraba de saludar con la mano en el aire. Una mano que no era visible por el cerco de guardaespaldas que lo rodeaban, que solo bajaba cuando debía afianzarse a su silla de ruedas. Su esposa, Rosario Orozco, arrastraba la silla, ese personaje que durante el gobierno hizo del silencio su principal distinción.

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En el templete de la explanada del Zócalo, estaban los principales miembros del gabinete de Miguel Barbosa y actores cercanos en Puebla. Incluido el ahora gobernador, Sergio Salomón Céspedes Peregrina, entonces presidente del Congreso del Estado.

La presidenta de Atlixco, Ariadna Ayala Camarillo inició el discurso al resonar el orgullo y la responsabilidad de estar en la 4T. “Tenemos la misión de escuchar el mandato popular”.

Entre tanto, Miguel Barbosa escuchaba con una sonrisa amplia las numerosas porras de las estructuras, enfocadas en subrayar al gobernador, por encima del fundador del Movimiento de Regeneración Nacional.

Era un desfile hecho por él, y para él, que solo utilizaba la estampa de López Obrador como trámite.

La alegría de Barbosa guardó las formas, cuando el momento de hablar frente a los actores a los que supo coactar a fuerza de amenazas con investigaciones, a lo largo de esos tres años.

Este enorme evento, el más grande en la historia moderna de Puebla. No tiene fines electorales. No tiene propósito de impulsar aspiraciones. Pero sí dejar claro: ¿En dónde está la mayoría? Y la mayoría está de este lado”, dijo.

Así trató de marcar su paso por la política poblana.

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