Columnas Anteriores
En su penúltimo Desfile del 5 de Mayo, el gobernador Rafael Moreno Valle sintió la soledad del poder. El escenario vacío y repleto de ausencias de priistas y panistas parecía digno de un gobernador en declive, de un gobernador en su sexto año con un escándalo a cuestas que le ha arrebatado todo.
La imagen del presidenciable, la poderosa imagen que Moreno Valle ha querido proyectar y ha tratado de construir quedó empañada en su penúltimo Desfile. Las gradas principales, atendidas por meseros y donde ofrecen desayunos continentales, estaban vacías minutos antes de que iniciara el evento. Las tuvieron que llenar con empelados de las dependencias estatales para no arruinar las fotos.
La “agenda” le impidió al presidente asistir a uno de los eventos cívicos más importantes de Puebla. Pero la dichosa reunión que encabezaría en Jalisco fue presidida por Osorio Chong. No por Peña Nieto.
El desaire brutal contra el morenovallismo es un mensaje en plena campaña electoral. Las lecturas al respecto sobrarán, lo único importante es la evidencia de que la relación entre el mandatario y el Presidente no es tan sólida como tanto presumen sus periodistas.