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El principal problema del grupo morenovallista al interior del PAN es que no ha comprendido que su lucha intestina por reventar al partido desde adentro y expulsar con todos los deshonores partidistas a su líder Rafael Micalco Méndez es que el único ganador es el Revolucionario Institucional con reciente dosis de vitamina electoral.
A pesar de los pésimos resultados del PAN a nivel nacional y local, y de la pérdida real de 70 mil votos en la entidad, los morenovallistas —léase Roberto Grajales, Jorge Aguilar Chedraui, Rafael Moreno Valle, Eukid Castañón, Patricia Leal— insisten en desintegrar lo poco que queda de su partido para tomar las riendas de buena vez y remontar en los resultados electorales del 2016.
Sin embargo, en lo que unos cesan los ataques y el otro grupo —Micalco, el PAN tradicional— soporta los embates, el PRI se llena de vida. Cada tropezón, cada cubetazo, cada agarrón del PAN es una píldora de crecimiento para el PRI que en su momento Moreno Valle dejó derrumbado y que casi cinco años después, ha colaborado para su recuperación.
El eventual líder nacional del PAN, Ricardo Anaya, hizo un irónico llamado a la unidad sin hacer algo al respecto. En la comida que ofreció el mandatario poblano en Casa Puebla no había nadie de los grupos antagónicos a los maderistas, es más ni siquiera el propio Gustavo Madero estaba por ahí.
El resquebrajamiento del albiazul se encamina a un futuro incierto y lleno de fracasos, como le sucedió al PRI en los últimos años hasta que Peña Nieto logró amalgamar todas las fuerzas. El PAN no puede darse esos lujos, ni en México ni en Puebla.