“No pasa nada si no ganamos la Copa Oro”, señor Martino, parece que nadie le explicó lo que esa copa representa para nuestro fútbol. Nuestra grandeza, nuestro orgullo, nuestra soberbia, nuestra hegemonía dentro de nuestra confederación.
El aficionado ya no les exige formas, tristemente se han acostumbrado con el fútbol tan mediocre que desarrollan partido a partido y lo único que querían era ganar, demostrar que estamos para algo más que derrotar a Cuba o Haití. Y apuradamente, lo lograste.
Ojalá que este triunfo no nos quite los ojos de la realidad. Llegamos a la final por un penal inexistente ante Haití. Lograron el objetivo con una participación muy por debajo de lo esperado y dejaron más dudas que certezas.
¿A qué se jugó todo el torneo? Sean sinceros, eso de tocar y movernos fue pura teoría. Se tocaba el balón detrás del medio campo, una vez pasando a cancha rival, era pelotazo tras pelotazo a ver cuál resultaba. Nuestra defensa sufrió en demasía y nunca hubo el líder que la zona baja necesita.
Aunque sea una obligación ganar la copa, no quiero caer en la misma de todas. Felicitemos y sintámonos orgullosos por lo conseguido, al final, es el único torneo en el que realmente tenemos oportunidad de ganar y la edición anterior no la pudimos conseguir.
Futbolísticamente, no podemos tener un parámetro claro de lo que se hizo bien o mal, pues son selecciones que no te ofrecen mucho en ese sentido, pero la cuestión mental es algo que nos falta mucho por trabajar. No puedes cambiar tanto de un partido a otro según el rival que tienes enfrente. Todos los partidos los tienes que jugar por igual.
El resultado sirve como consolidación de un proyecto, para que la gente y los jugadores crean en la persona que los dirige. Como aficionado, me emociona mucho su proyecto y pienso que, si la teoría se logra aplicar de buena manera, podremos lograr grandes cosas.
No hay que volvernos locos. Veamos las cosas fuera del fanatismo: México cumplió, no logró algo fuera de lo normal.