Friday, 26 de April de 2024

Estefan, el gran perdedor

Por Zeus Munive / /
A Jorge Estefan Chidiac  ya nadie lo ve. Nadie lo escucha. Nadie lo fuma. Es un dirigente que ya no dirige. Es un líder que no lidera. Es un presidente de un partido en el que sus militantes hacen lo que les dé su regalada gana y se ríen de él en público y en privado.
 
Tras la derrota de su grupo político en las elecciones recientes, Estefan quedó como el payaso de las cachetadas.  Mientras él se la pasó denunciando a una administración que usaba recursos públicos para la campaña, mientras gritaba y se desgañitaba por una elección de Estado, mientras él y Alejandro Armenta justificaron sus errores y su fracaso señalando al morenovallismo, los legisladores de su partido aprobaron la cuenta pública del gobernador sin chistar.
 
Lo peor: la propia dirigencia admite que actuaron sin consultarlos. Es decir, la Presidencia del PRI poblano no sirve de nada. Ni siquiera como figuras decorativas. Los priistas prefirieron sumarse al proyecto del gobernador actual y pasar a la historia como comparsas del morenovallismo.
 
De hecho, los priistas han sido quienes más han legitimado al gobernador actual. ¿Cuándo cuestionaron el tema del agua potable? ¿Cuándo se sumaron al tema de Chalchihuapan? ¿Cuándo impugnaron la Ley Bala?
 
Nunca.
 
Bueno, sólo lo hicieron cuando estaban en campaña recientemente. De ahí en fuera, el priismo poblano resultó ser más panista que los grupos tradicionales de Acción Nacional.
 
Al final Jorge Estefan Chidiac terminó como un verdadero perdedor, no sólo fracasó como líder del grupo que encabezaba y que representaba a Emilio Gamboa en Puebla. No sólo perdió la elección frente a su concuño y terminó hundiendo más  a Blanca Alcalá.
 
No, resultó ser el peor dirigente estatal, pues ahora ni sus diputados le hacen caso. Vaya, salió peor que Pablo Fernández del Campo, que es casi como si Tontín sacara mejores calificaciones en un examen sobre sumas y restas.
 
Los priistas determinaron mantenerlo en el cargo para después burlarse de él. Quizá porque piensan que si se quedaba al frente ellos podrían seguir haciendo negocios con la administración estatal como ha ocurrido a lo largo del sexenio.
 
Está claro que la aprobación de la bancada priista fue la muestra de que no existe liderazgo en el PRI. Ya se había visto con la derrota, pues el dirigente estatal y el coordinador de la campaña de Blanca Alcalá, Alejandro Armenta, prefirieron hacer su propia campaña para el 2018.
 
Estefan pasará a la historia como el peor líder del PRI en Puebla, como Blanca Alcalá ya es la peor candidata que ha tenido ese partido. Vaya resultó peor que López Zavala y eso ya es decir mucho.
 
Lo malo es que los priistas no podrán recomponerse tan fácil en Puebla. Pasará mucho tiempo para que se conviertan en una opción electoral.
 
Seguramente su única carta fuerte que les queda viva es Juan Carlos Lastiri, el problema es que resultaría un pésimo candidato a la gubernatura y no sólo no sería aceptado por los ciudadanos, sino los propios priistas se lo comerían vivo como lo han hecho en los últimos procesos electorales.
 
De qué sirvieron tantos gritos del delegado Rogelio Cerda, cuando sus propios correligionarios en Puebla resultaron ser un grupo de agachones que sólo mantienen lealtad a su bolsillo.
 
Y es que nadie quiere investigar dónde quedaron los casi 400 millones de pesos que mandaron desde la federación a Puebla para el día de las elecciones y que no fueron repartidos entre las bases. Ha trascendido que ese dinero sólo se quedó en las manos de Estefan, Alcalá, Armenta y Chumacero.
 
Quizá por eso los diputados prefirieron ningunear a su dirigente y a su “líder moral” Blanca Alcalá, porque esos recursos no les llegaron, porque les prometieron los famosos “apoyitos” y nunca llegaron.
 
No es indio el que no se venga.

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