A pesar de que en un principio las nubes impidieron ver con claridad un “anillo de fuego”, el fenómeno logró ser apreciado tanto por aficionados como por expertos.
Una parte de los poblanos se amontonaban en las azoteas de los edificios de la Angelópolis. Algunas personas tenían curiosidad y otras miedo. Los supersticiosos pensaban que iban a testiguar la señal de una catástrofe que pondría en peligro la existencia de la humanidad.
A partir de las nueve de la mañana del 30 de mayo 1984, el tráfico comenzó a disminuir en la Angelópolis. A excepción de algunas calles, en donde un grupo de aficionados a la astronomía colocaron equipos especiales, la ciudad parecía un pueblo fantasma.
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Treinta y dos minutos después, las personas que estaban en las azoteas guardaron silencio, un viento frío golpeó sus cuerpos, y, con unos vidrios de filtros oscuros, trataron de ver el “anillo de fuego” que se forma durante los eclipses anulares.
Aficionados a la astronomía
Otro grupo de poblanos presenciaron el eclipse en el Observatorio Astronómico de la Universidad Autónoma (UAP) de Puebla, que se encontraba en el edificio Carolino, y en el Instituto de Astrofísica, Óptica y Electrónica de Tonantzintla (INAOE).
Los investigadores del INAOE explicaron que, a pesar de las nubes, se pudo contemplar la baja intensidad de la luz solar. Pero no observaron el desconcierto de los animales que regresan a sus nidos, o guaridas para dormir.
De acuerdo con la declaración del profesor de física de la UAP, Jaime Arturo Aguilar Argüelles, el momento máximo del eclipse anular ocurrió a las nueve de la mañana con treinta y dos minutos y cinco segundos. El fenómeno natural que, en base al ciclo Saros, se repite cada 18 años.
En la Angelópolis, el cielo comenzó a despejarse a las 11 de la mañana. Algunos poblanos reanudaron sus actividades mientras que otros decidieron tomarse el día libre. En las escuelas, la mayoría de los alumnos no asistieron a clases.
Los eclipses anulares ocurren cuando la luna se interpone entre la tierra y el sol, pero, al estar a una distancia lejana de nuestro planeta, el satélite natural no logra cubrir de manera completa al astro y se genera un anillo de luz que, algunas personas, llaman de fuego.
Nubes espesas
En la ciudad de Puebla, por una tormenta tropical que ingresó al país dos días antes de que ocurriera el eclipse, se registraron vientos de una velocidad de 40 kilómetros por hora que produjeron una masa de nubes.
Debido a las condiciones meteorológicas, el día que sucedió el eclipse, se esperaba una temperatura de entre 10 y 21 grados centígrados.
Dario Maldonado Casiano, jefe de Servicios Coordinados de Salud Pública del Estado, informó que no recibió el reporte de alguna persona con daños en sus retinas por observar el fenómeno natural.
El funcionario también comunicó que una brigada de médicos informó, en las comunidades más lejanas de la entidad, sobre los daños que causa un eclipse cuando se observa de manera directa.
Con información de Alicia María Osio, German Benítez, Alfonso Notario, Jerónimo Morales y Luis Alberto Rodríguez, periodistas y reporteros gráficos del periódico El Sol de Puebla. Fondo: Hemeroteca Pública “Juan Nepomuceno Troncoso”, perteneciente a la Secretaria de Cultura del Estado.
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