19 de Abril del 2024

Los conservadores que no son

Por Fernando Montiel T. / /
Los unos acusan a los otros de ser aquello de lo que ellos mismos tratan por todos los medios de escapar y que juran que sus adversarios son: conservadores.

Pareciera ser que esa es una mala palabra; pareciera que eso de ser conservador está mal, pareciera un estigma que en el siglo XXI cambió de ser una campana en el cuello de los leprosos a ser una etiqueta –una "C"– en la frente de los apestados y que se usa para identificar a los reprimidos, a los retrógrados, a los hipócritas, a los cerrados y a los intolerantes. Puesto en esos términos, el ser conservador sí se ve mal… hasta para los conservadores mismos que ante el descrédito de su categoría, ahora necesitan de otro nombre.

¿Pero es real que nadie quiere ser conservador? ¡Claro que es real! Nadie quiere ser tildado de conservador –al menos no en público– y es que la discusión lleva ya algún tiempo: López Obrador acusa a sus adversarios de conservadores, y los aludidos entonces brincan espantados y se apuran a liberalizarse: "Pero cómo voy a ser yo conservador –imagino qué diría Enrique Krauze– si hasta escribí un libro llamado "Travesía Liberal" (Tusquets, 2004) en que como buen liberal hablo de otros liberales para así quedar liberado del peligro de que me anden conservadureando".

Pero este movimiento reflejo de gatopardismo liberal-conservador no es exclusivo de la intelectualidad masculina. El sector femenino del pensamiento y de la militancia conservadora también huye por partida doble de esos términos: no quieren ser llamadas "Mujeres Conservadoras" al ser poco rentable políticamente el aire de Vela Perpetua que viene con esos conceptos; y tampoco quieren ser llamadas "Mujeres Liberales" por obvias razones. Y por ello han encontrado una solución: no son conservadoras, no son liberales, son Libertarias. ¿Y qué es eso de ser libertario? Pues es algo que tiene que ver con odiar a López Obrador y estar a favor del capitalismo -al menos así lo explica, palabras más palabras menos, Gloria Álvarez, con quién la derecha femenina latinoamericana parece estar en deuda.

Y entonces ahí estamos: hay muchos conservadores pero son todos de clóset: ¿los hombres? Liberales, por supuesto, ¿las mujeres? libertarias naturalmente. ¿Y todos los demás? Libertinos, libertinos todos.

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