19 de Marzo del 2024

AZERBAIYÁN: LA OTRA TIERRA DEL FUEGO

Por Fernando Montiel T. / /

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(Crónica escrita hace 8 años -Oct. 29, 2012-en la que se asomaba lo que acaba de ocurrir)

I.Cartografía del limbo

Mi itinerario terminaba aquí: Basilea-Ankara-Bakú. Estábamos en Bakú. ¿Azerbaiyán? obviamente, ¿el Cáucaso? sin duda, ¿Eurasia? ¿qué es eso? ¿Estábamos en Europa o en Asia? Decir “Eurasia” es decir todo y decir nada, es una apuesta a la ambigüedad que facilita la vida sólo a los de afuera pero que confunde y divide a los locales: en su elitismo crónico, los europeos de rancio abolengo –alemanes, franceses, italianos- no ceden un palmo, para ellos no hay duda: Azerbaiyán es Asia. No importa, cualquier azerí sabe la verdad: el suyo es un país europeo… y musulmán. Recordé las palabras de un amigo al saber de mi partida: “No, no importa cómo se mire, ¿Azerbaiyán? eso no puede ser Europa, después van a decir que son miembros de la Unión Europea y ¿cuántos países musulmanes lo son? Ninguno; ¡vaya! ¡ni Turquía lo es! ¡Nada! no importa que estén en el Consejo de Europa, si se sienten europeos entonces están equivocados”.

“¿Qué no has visto que nuestro país es parte del Consejo de Europa?” me preguntaron una y otra vez aleccionándome sobre organismos internacionales. “Azerbaiyán es Europa, si no ¿cómo te explicas que estemos ahí?” decían al tiempo que sacaban el pecho mostrar la casta. Sí, era un buen argumento. “Ok, ¿entonces cómo se explican que Hungría y Eslovaquia sean parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte cuando ni costa tienen?” “¡Ah! ¡Eso es política!” –decían ellos- “¡Exacto! pues esto también es política ¿no?” –respondía sólo por fastidiar.

La charla entonces se hacía breve… o explosiva.

Miré alrededor, en el menú no reconocía ni siquiera mi palabra clave de transparencia lingüística, Coca-Cola. Pese a mis dudas, Fakhrinur no quitaba el dedo del renglón. “Pero de qué hablas Fernandojan -me dijo utilizando esa terminación que en Azerbaiyán se agrega al final de los nombres de la gente que se estima y que hacía que mi nombre se escuchara como Fernandochan- ¡esto es Europa! -zanjaba la discusión obviando olímpicamente sea lo que fuere que yo argumentara.

Fakhrinur es joven -andará por los treinta años- es extremadamente delgado y sorprendentemente fuerte. Un amigo común -practicante de kick boxing- lo dijo con claridad: “Sus golpes duelen como si sus huesos fueran de acero”. Su nariz es prominente y sus ojeras permanentes. Ríe por cualquier cosa, ríe siempre. Es lo que yo llamaría un “activista de la supervivencia”, ¿supervivencia de quién? la suya por supuesto: no obstante su condición de clase baja, los años, la tenacidad y la tecnología lo han convertido en un experto en cazar becas internacionales que han rendido en viajes por todo el mundo

  • ¿Viajes? Sí, a Rusia, Turquía, Estados Unidos, Suiza, Alemania y Georgia

Y remata:

  • …varias veces.

Me actualiza:

  • Ahora estoy esperando una respuesta de Italia y hace poco estuve a punto de ir a México

Tengo muchas preguntas y él muchas respuestas. Curioseo sobre su forma de beber el té (y es que el cubo de azúcar no desaparece en la taza sino en su boca para disolverse con cada sorbo).  “No es mía, es de todos, así lo hacemos- me dice sin prestar mucha atención al tiempo que juega con el endulzante en su lengua. Té y no café -interesante selección que hace estallar en pedazos el cliché que uno esperaría en un país con población de origen turco. Pero Fakhrinur no se deja distraer: la política antes que la cocina.

La geografía dice mucho: Azerbaiyán es un país localizado en el punto en el que se encuentran dos continentes –Europa y Asia- dos mares –el Caspio y el Negro- dos potencias nucleares –Rusia e Irán- y tres potencias regionales –Rusia, Irán y Turquía al norte, al sur y al este respectivamente. Pero la geopolítica lo dice todo: lo que ocurra o deje de ocurrir en este pequeño pedazo de tierra de poco más de 86 mil km cuadrados –algo mayor que Panamá- puede alterar el curso de la historia. No es casual que servicios de inteligencia –desde la CIA estadounidense hasta el Savak iraní pasando por el MI6 británico, la FSB rusa y el Mossad israelí- corporaciones con la reputación siniestra de tumbar aviones y derrocar gobiernos –como el otrora “Cártel de las 7 hermanas” hoy fusionadas como Chevron-Texaco, ExxonMobil, BP-Amoco- y cabilderos de todo el mundo quieran todos estar aquí. En el presente, Azerbaiyán es el futuro: es uno de esos lugares en los que la combinación explosiva de recursos naturales, autoritarismo, intereses corporativos, agravios históricos, geopolítica, geoestrategia, geofinanzas  y guerra han permitido al demonio, una vez más, hacer del dolor ajeno su diversión particular.

Pero ya llegaremos a eso, de cualquier forma, el limbo cartográfico en el que se encuentra Azerbaiyán es el menor de sus problemas.

II. “Azerbaiyán del Sur” o la violencia que viene

Habla de lo que sabe y de lo que le interesa, un tema y sólo uno, el mismo de siempre: su país.

Es una bandera de tres colores –dice Fakhrinur al tiempo que la dibuja con el dedo sobre la mesa- una media luna y una estrella de 8 puntas. Los colores son azul, rojo y verde y significan que somos modernos –azul- que ganamos nuestra independencia con sangre –rojo- y que somos un país musulmán –verde. La media luna y la estrella tienen que ver con el origen turco de nuestro pueblo: todos los pueblos de origen turco tienen la media luna y la estrella.

Reviso una guía a mi alcance, Turquía, Azerbaiyán, Turkmenistán… todos tienen efectivamente la media luna y la estrella en sus banderas.

Fakhrinur sonríe, su semblante encarna el festejo de una pequeña victoria.

Pero es entonces que viene el lado obscuro.

En 1998 aparece el libro El Gran Tablero Mundial escrito por el antiguo consejero de seguridad nacional de James Carter, Zbigniew Brzezinski. En aquella obra el especialista en geoestrategia anunciaba como San Juan en el Apocalipsis un futuro ominoso. ¿Qué cosa? Eso que Le Monde Diplomatique llamó “la guerra sorda por el petróleo del Cáucaso” y que hoy se construye destruyendo, ¿destruyendo qué? las vidas y los países, los pueblos y sus futuros.

               

  • ¿10 millones dice la CIA? –pregunta Fakhrinur con un tono frío, casi académico.
  • Sí, eso dicen –confirmé.
  • ¡Pero esos son números de hace más de 10 años! –descalifica con un amplio ademán- somos más ¡muchos más!

Tiempo después revisé mi fuente. Efectivamente, The World Factbook de la CIA reconocía que las cifras oficiales sobre la población azerí con las que contaban eran de 1999 y estábamos en 2011. (¿Por qué no las habrían actualizado?)

Azerbaiyán, Georgia y Armenia, el Cáucaso, aquí, como en cualquier punto de la tierra, la identidad lo es todo: hermana y enemista, une y desbarata. Brzezinski describió la realidad en el terreno como una premonición sombría: Los Balcanes Euroasiáticos. Su episodio último nos es cada vez más familiar.

  • Escucha Fernandojan. Sí, es verdad, hay poco más de 10 millones de personas en Azerbaiyán, pero tenemos otros 35 millones de azeríes en Azerbaiyán del Sur
  • “¿Azerbaiyán del sur?” -pregunté intrigado enfatizando mis palabras.
  • Sí, Azerbaiyán del Sur –confirmó él con naturalidad.

Su dedo señalaba un punto en el mapa.

Estaba hablando del norte de Irán.

III. La esperanza de la guerra

En principio no tenemos problema con Irán, de hecho, nos une la religión -90% de los azeríes son musulmanes chiítas, como los iraníes- pero nosotros tenemos una división entre estado y religión; con Turquía tenemos muy buena relación por el origen de nuestros pueblos y con Rusia la relación es tensa, aunque nos une la lengua: a ellos les gusta que los azeríes hablamos ruso casi a la perfección. Aquí en Azerbaiyán el ruso es más importante que el inglés y hablarlo es un símbolo de estatus social. Pero nada de esto hace que se nos olvide que ellos apoyaron a los armenios en la guerra.

¿Qué guerra? La guerra que tiene heridos a todos los azeríes, esa que los hace anhelar revanchas y soñar venganzas; esa cuya sola mención incendia la sangre: la guerra perdida frente Armenia por Nagorno-Karabaj. “Queremos la guerra, ¡ahora estamos listos! ¡estamos listos!” me dicen en la calle. Fakhrinur es un azerí típico en eso: es un ser herido y humillado por la derrota a manos de un ejército muy inferior -el armenio- pero auxiliado por uno muy superior –el ruso.

¿Qué habría sentido en aquél entonces el gran ajedecista Gary Kasparov quién es azerí de nacimiento, armenio por origen y ruso de nacionalidad?

  • ¿Y entonces por qué participar en una guerra contra Irán?
  • Es que así era el kanat –Fakhrinur me explica que se trataba de una suerte de reino musulmán sobre el que están construidas las actuales ciudades en la región- el norte de Irán, históricamente, es el sur de Azerbaiyán, así es como hay que entenderlo porque el centro del kanat estaba aquí y no allá.

Fakhrinur no habla queriendo convencer: habla corrigiendo, como si se tratara de un hecho incuestionable.

  • Sí –dice- les vamos a cobrar caro el favor a los americanos. 35 millones de nosotros ya están en ahí –recuerda- “¿Quieren que les ayudemos en Irán? –pregunta retóricamente- sólo volteen para el otro lado”.

En su mente, Nagorno-Karabaj

En su corazón, la esperanza de la guerra.

IV. El dolor en primera persona

Se llama Rashid, sentado, platica su historia.

                Yo conozco Nagorno-Karabaj, lo conozco muy bien, ¿sabes por qué Fernandojan? porque yo nací ahí. Recuerdo cuando nos expulsaron. Llegaron un día en la noche, eran armenios. Tocaron la puerta con fuerza, casi la derriban a golpes, nos despertaron a todos. Estaban armados y disparaban al aire, gritaban, amenazaban. Nos sacaron a la calle, pusieron a mi padre de rodillas y le apuntaron con una pistola en la cabeza “esta ya no es tu casa” -le dijeron- “está bien, nos vamos” respondió él. Entonces mi hermana, mi madre, mi padre y yo nos fuimos; no nos llevamos nada con nosotros, nada, salimos y comenzamos a caminar sin saber qué hacer. Nosotros éramos niños, yo tenía 6 años, mi hermana tenía 4. Así fue como nos hicimos refugiados.

                Rashid habla como si fuera un recuerdo lejano. Levanta la vista y sigue con su relato.

Ahora vivimos aquí -abre los brazos y me ofrece la desolación que nos rodea- en la periferia de Bakú, las calles no están pavimentadas, nuestra casa no tiene agua corriente o drenaje, apenas tenemos luz. Yo trabajé desde muy joven y lo que ganaba de sueldo se iba en ladrillos. Mi papá y yo construimos nuestra casa como albañiles porque el gobierno no nos ayudó en nada. Nos tardamos dos años. Se acababa el dinero y con él, el material de construcción hasta el siguiente mes. Es basura Fernandojan, ¡el gobierno es basura! ¿sabes? mi mamá enfermó del cerebro y tuvimos que hospitalizarla. Para visitarla teníamos que dar dinero al policía de la entrada y al tipo de la recepción, a la enfermera que la cuidaba y al doctor que la atendía. Le he dicho a mi padre que quiero vivir en Suiza, así sea como limosnero, pero lejos de aquí. Él me entiende, lo acepta y me impulsa a buscar mi felicidad donde sea que la encuentre.

Rashid recuerda, se indigna, pero parece no guardar amargura.

Nosotros fuimos afortunados, pudieron habernos matado. Pero no Fernandojan, amargura no, aunque el odio entre nosotros los azeríes y los armenios es casi genético. ¿Sabes? cuando termina una película de pronto me veo frunciendo el ceño revisando los nombres en los créditos en búsqueda de apellidos armenios. Están en todos lados, ¡son muy fuertes!, la diáspora armenia tiene muchas conexiones en todo el mundo ¿y nosotros? nosotros estamos solos.

Los datos parecen darle la razón. Mientras que Azerbaiyán como país y su pueblo no le importan prácticamente a nadie en todo el mundo occidental –no así su industria petrolera- Armenia y los armenios tienen un sólido apoyo internacional. Según el ya mencionado Zbigniew Brzezinski, el lobby armenio en los Estados Unidos es el tercero más poderos en términos de influencia en política exterior -sólo después del lobby israelí y del lobby cubano, lo cuál ya es decir algo. Así mismo, los miembros destacados de la comunidad armenia en los Estados Unidos son muchos y se localizan en prácticamente todos los sectores. Desde la frivolidad del mundo del entretenimiento y el espectáculo -con Cher, Dita Von Teese, ex esposa de Marilyn Manson y las hermanas Kardashian- pasando por el sector empresarial -con Mark Hoplamazian, Presidente de los Hoteles Hyatt a nivel global y la familia Zildjian, los mayores y más antiguos fabricante de percusiones a nivel global- hasta el mundo periodístico que también ha conocido la influencia armenia con nombres como el de Ben Bagdikian –antiguo editor en jefe de The Washington Post- y el del dos veces ganador del Pulitzer y corresponsal de The New York Times, Nicholas D. Kristof. Una gran cantidad de congresistas, diplomáticos y funcionarios de gobierno de alto nivel completan la lista.

                El resultado de las gestiones lobby armenio se ha hecho sentir. De acuerdo con el estudio Divided They Conquer: The Success of Armenian Ethnic Lobbies in the United States (2002) de Heather Gregg –estudiosa del prestigiado MIT de la diáspora armenia en los Estados Unidos- a las actividades del cabildeo armenio se puede atribuir el haber convencido al congreso estadounidense de otorgar ayuda anual de 90 millones de dólares a Armenia; la continuación de la Sección 907 del Freedom Support Act -que bloquea ayuda a Azerbaiyán; el estancamiento de acuerdos militares con Turquía y el apoyo oficial el gobierno estadounidense al reconocimiento del genocidio armenio entre 1915 y 1921 a manos Turquía.

                Nada mal.

                Nada parecido puede presumir Azerbaiyán.

Rashid continúa con su relato.

                Años después regresé a Nagorno-Karabaj por el servicio militar. Yo estaba a cargo de mi escuadra, éramos un grupo de seis. ¡Es estúpido! no haces nada en todo el día. Tenemos nuestras armas y nos dan provisiones, pero nunca alcanzan. ¿Entonces? ¿qué se supone que tenemos que hacer? Hay que sobrevivir. Un general te manda a la montaña y ahí te abandona. Los jefes te dicen que tienes que obedecer y sobrevivir, pero ¡no se puede vivir sin comida! No somos de las fuerzas especiales, sólo somos cadetes cumpliendo con el servicio militar.

Rashid se queja indignado

A mí me mandaron un año, casi muero, casi mato y casi me matan. Una vez estuve a punto de congelarme ¿sabes? pierdes el sentido, dejas de sentir frío. Casi muero. ¿Sabes qué nos dicen? Nos dicen “por cada armenio que maten ganan una semana de vacaciones” Eso dicen y luego ponen la condición “… sólo nos tienes que traer el cadáver”. Están las trincheras unas frente a las otras, nosotros aquí y los armenios allá –Rashid de pie ilustra las posiciones con las manos, brinca de un lado a otro- tú disparas desde aquí –simula un rifle con las manos- y recibes las balas de los de allá.

Por un segundo Rashid ríe como si fuera una travesura.

¿Qué a qué distancia? No sé… 20 tal vez 30 metros. ¿Que qué pasa si no quieres ir? Te arrestan, ah… ¡no!, ¿me preguntas que qué pasa si no quieres ir al frente? ¿es eso? ¡Ah!, entonces recibes una golpiza. Aunque yo era sargento eso no importa, allá el jefe es el que da las golpizas: yo a los soldados que estaban por debajo de mí les daba golpizas por cosas estúpidas, de verdad, por cualquier estupidez. ¿Cómo cuál? Si yo pedía un cigarro y no me lo daban, esa era razón suficiente.

Rashid guarda silencio y se recuerda como alguien más: él era alguien diferente.

Cuando regresé estaba muy cambiado, era un patán, me enfurecía por cualquier cosa. Le hablaba a mis padres con groserías, a mi mamá, a mi papá –reconoce avergonzado- me peleaba mucho y siempre estaba enojado, es raro, uno cambia.

Nunca se lo diagnosticaron, pero su cambio parece responder a un visitante frecuente de hechos atroces: Trastorno de Estrés Postraumático.

Le pregunto por la situación actual, los procesos de negociación y el acuerdo de paz. Mi pregunta no sienta bien en su ánimo.

¿Qué? ¿De qué acuerdo de paz me hablas? ¡Todos los días intercambiamos tiroteos! Esa paz no existe, la OSCE y el Consejo de Europa hablan de paz para poder enviar a sus “mediadores” y a sus “negociadores” a Bakú de vacaciones. Hoteles cinco estrellas, con todos los lujos, dinero, prostitutas. Vienen dicen que somos unos idiotas que no queremos la paz y se largan y al cabo de un tiempo vuelven a mandar a alguien que hace lo mismo. ¡Llevan años haciendo esto! no nos respetan y por eso nosotros tampoco los respetamos. ¿Qué? ¿Que si maté algún armenio?

Rashid guarda silencio, con la mirada en el suelo, recuerda su vida en el limbo.

No sé, de verdad no sé; es decir, disparé muchas veces, pero nunca fui a averiguar ¿cómo se supone que puedo ir a averiguar sin que me maten sus compañeros? –ironiza- ¿cómo se supone que voy a cobrar mi semana de vacaciones si no puedo recuperar el cuerpo? Es ridículo: ¡los jefes te ofrecen unas vacaciones imposibles de cobrar!

V. El Conflicto del Alto Karabaj: La historia maldita

Le dicen Nagorno-Karabaj o el Alto Karabaj. ¿Cuál es el problema? el mismo, el de siempre: un pedazo de tierra al que tanto Armenia como Azerbaiyán reclaman como propios.

Aquí los agravios sobran y las alternativas zozobran; de brazos armados no hay ninguna carestía y el miedo y la desconfianza son moneda corriente.

De las quince repúblicas que resultaron de la disolución de la Unión Soviética entre 1989 y 1991, sólo estas sufrieron un parto con dolor.

Dicen los unos: “Nagorno-Karabaj es azerí, los armenios y los rusos ocuparon la tierra con violencia, ahí está el genocidio de Khoyali como prueba” (¿Genocidio de Khoyali? en febrero 26 de 1992 tropas armenias apoyadas por fuerzas armadas rusas ocuparon el pueblo de Khoyali. El resultado fue el infierno: violaciones masivas a los derechos humanos, crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y atrocidades que cobraron la vida de 613 civiles –entre ellos 83 niños de acuerdo con las cifras de la ONU y de la organización Human Rights Watch).

Los otros responden: “No, no fue así: el conflicto lo iniciaron ellos, los azeríes –dicen los armenios. Primero, al desconocer la autonomía de la región y luego al no reconocer el resultado del referendo: la mayoría de la población de Nagorno-Karabaj votó por la independencia” (¿Qué autonomía? ¿qué referendo? En tiempos de la URSS la región de Nagorno-Karabaj estaba bajo el control administrativo de Azerbaiyán y gozaba de cierta autonomía -al ser la mayoría de la población de origen armenio. Sin embargo, las tensiones tras la disolución de la URSS llevaron al desconocimiento de la autonomía en noviembre de 1991 y luego al desconocimiento del resultado del referéndum que tuvo lugar un mes después, el 10 de diciembre).

Pero los primeros refutan: “Lo que los armenios no dicen es que el referéndum era una farsa: estaba siendo manipulado por fuerzas externas a Nagorno-Karabaj, no fue un referéndum popular legítimo. Si lo “ganaron” fue porque lo boicoteamos” (¿Referéndum manipulado? ¿ilegítimo? de acuerdo con los azeríes, Armenia estaba financiando y organizando al movimiento separatista en Nagorno-Karabaj, además de que lo hacían con la venia del poder central en el centro del poder: Mijaíl Gorbachov).

Y la acusación no queda sin respuesta: “¡Necesitábamos apoyo! ¡Cómo querían que confiáramos en ellos después de la masacre de Sumgait! ¡ellos comenzaron!”. (¿Masacre de Sumgait? en febrero 27 de 1988 la ciudad costera de Sumgait -muy cerca de Bakú- fue testigo de la persecución y asesinato de armenios a manos de grupos de azeríes. Las cifras sobre el número de víctimas varían desde las decenas hasta las centenas ¿fallecieron 36 como dijo el gobierno azerí? ¿200 o 300 como sostienen algunas fuentes armenias y occidentales? A ciencia cierta, nadie lo sabe)

Y las acusaciones siguen hasta el infinito. Quién empezó el conflicto y cómo es imposible de determinar, las retrospectivas no sirven de mucho, y los caprichos históricos son, evidentemente, más parte del problema que de la solución: dependiendo a quién se le pregunte El Hecho Histórico Clave cambia en el tiempo y el espacio en un conflicto en el que la memoria retrocede hasta el infinito, en el que el sufrimiento se incrusta hasta la médula y en el que el odio se perpetúa hasta la náusea.

  • Sí –confirma Fakhrinur- así son las cosas allá en Nagorno-Karabaj, pero las cosas van a cambiar...

Toma un sorbo de té.

  • …podemos ver que ahí vienen los americanos –hace un ademán cadencioso moviendo olas en el aire- vemos que se acercan… nos van a necesitar

Sonríe con malicia, casi le brillan los ojos.

  • En 2001 entraron en Afganistán, en 2003 en Irak, desde 2004 realizan ataques con drones en Pakistán y el acoso contra Irán va in cresendo.

Sus antecedentes suenan consistentes.

  • Entran al Asia Central, entran a Europa Oriental, es muy claro, se acercan. Ahora quien ir contra Irán. Aquí tenemos petróleo, mucho petróleo. Los americanos vienen contra Irán y nos van a necesitar. Saben que nuestra gente ya está en el terreno ¡35 millones!...

Insiste una y otra vez

  • Les vamos a vender caro el favor.

¿Qué opinarán los iraníes de que su norte sea el sur de su vecino? Porque una cosa es decir “el norte de Irán tiene frontera con el sur de Azerbaiyán” y otra es decir “el norte de Irán es el sur de Azerbaiyán”

VI. La democracia de los altares

En el Cáucaso las guerras de pasado y del futuro vuelven a todos geopolitólogos: en Bakú todos saben que sus compatriotas al sur de la frontera –los 35 millones en los que Faxhrinur deposita su esperanza- podrían ser la infantería de un ataque estadounidense contra Irán a cambio de que la “comunidad internacional” –es decir, Washington y sus amigos- consienta una ofensiva azerí contra Armenia por Nagorno-Karabaj. Pero con el conocimiento geopolitológico también viene la ceguera. Deslumbrados por la posible guerra que habrá de venir para quitarles a sangre y fuego la humillación de la derrota, los azeríes no ven, o no quieren ver, o hacen como que no ven la obscuridad en la que viven.

Independencia no es democracia. La historia de Azerbaiyán en estas líneas es breve y no exactamente muy presentable. A continuación, la historia democrática azerí en tres actos:

                El primero: entre 1991 y 1992 un viejo líder comunista, un académico y un opositor se turnan la presidencia ante el vendaval de la transición.

                El segundo: entre 1992 y 1993. Abulfaz Elchibey se levanta como el primer y último presidente no comunista elegido democráticamente en Azerbaiyán.

                El tercero: desde 1993, Heydar Aliyev –antiguo comunista retirado- es invitado por Elchibey para mediar un conflicto interno; termina por asumir el poder tras un golpe de Estado. Muere diez años después y su hijo asume la presidencia hasta el día de hoy.

                Fin de la historia.

No, independencia no es democracia. Elchibey fue elegido en 1992 con el 54% de los votos; si bien es cierto no es un porcentaje muy espectacular sí está ajustado a la normalidad democrática. Más legítimo –dicen- fue Heydar Aliyev padre quién, tras derrocar a Elchibey, organizó un referéndum que ganó con un margen más o menos amplio: 99%. ¿Y su hijo? Ilham Aliyev aunque menos popular, no deja de ser todo un ganador: 76.84% de la votación se volcó a su favor en el proceso electoral de 2003 y mejoró todavía más en la elección de 2008: 87%. Los resultados están a la vista. Lo demás -es decir, la tormenta de acusaciones de fraude por parte tanto de la oposición como de observadores internacionales, los señalamientos sistemáticos y repetidos de autoritarismo, de abuso a los derechos humanos, de falta de transparencia y corrupción- son lo de menos.

Pero eso es el pasado. Hoy en pleno 2012 el mundo es muy diferente y Azerbaiyán es un país moderno. ¿El nombre del Aeropuerto” Aeropuerto Internacional Heydar Aliyev. ¿El centro cultural más chic de Bakú? Centro Cultural Heydar Aliyev. ¿Una de las fundaciones más importantes –obviamente “independiente”, “no-gubernamental” y “ciudadana”? la Fundación Heydar Aliyev. ¿La principal sala de conciertos? El Palacio Heydar Aliyev localizada frente a la Plaza Heydar Aliyev en la que se levanta el monumento a Heydar Aliyev a un costado de la Avenida Heydar Aliyev.

La estatua del mandatario anterior adorna el parque que lleva su nombre. Tiene la mano extendida y apunta al banco central que se encuentra justo frente ella. “Es como si estuviera cuidando su dinero” bromea Rashid- mientras caminamos el pequeño espacio que separa la bóveda de su guardián.

Alrededor de la ciudad la imagen del antiguo aparatchik soviético es omnipresente: casi la totalidad de los anuncios espectaculares lo retratan en diferentes poses y expresiones –aquí se le ve sonriendo a la cámara, ahora de perfil mirando al horizonte y por allá, de gesto sobrio, levantando la mano en una arenga. Sus frases –“celebres” sólo para los azeríes- aparecen grabadas en piedra en todas las entradas y salidas de todas las estaciones del metro de la capital.

Pese a su muerte hace más de una década, el difunto es el hombre del momento.

  • No es casual –confirma Olga Perevezentseva.

Profesora de la prestigiada Universidad Lomonosov en Moscú –institución que en tiempos de la Guerra Fría educaba a las élites del mundo socialista- confirma y explica:

  • Este presidente es autoritario, eso es claro, como lo fue también su padre, pero al menos aquél hizo algo por el país: impidió que los oligarcas y los liberales lo saquearan como Yeltsin y su gente hicieron con Rusia.

Habla al tiempo que fuma y toma café.

  • Este presidente cree que apoyándose en la imagen de su padre podrá gobernar mejor, después de todo, “es una democracia”.

Olga Ironiza con elegancia y es que maravillosos, casi mágicos, son los instrumentos democráticos que resultan bien útiles para fines autoritarios.

  • Así es el espacio ex soviético -concluye al tiempo que exhala una bocanada de humo y apaga el cigarro.

Vaya acertijo; para ser y parecer una democracia moderna, Azerbaiyán padece y practica abusos dignos de una añeja tiranía.

                Pero la vida sigue y los retratos de los Aliyev –ya del padre, ya el hijo o el del espíritu santo de la dinastía que ambos representan- seguirán adornando Bakú. Tiendas de abarrotes, papelerías, oficinas, restaurantes, todos tienen la imagen del Aliyev favorito. Los hoteles van un paso más allá: presumen en sus vestíbulos bustos de piedra o bronce en ofrenda permanente al salvador de Azerbaiyán.

Si no son altares, bien podrían serlo.

VII. Los amigos de Azerbaiyán

“Por decirlo suavemente, Andreas Gross no es un amigo de Azerbaiyán” fue la opinión del Presidente Aliyev tras conocer las conclusiones del experto, y es que el político, académico y activista suizo por la democracia y los derechos humanos tiene un juicio duro sobre el régimen. Andreas Gross es todo menos un desconocido en la arena política azerí.

  • Azerbaiyán sufre el problema clásico de un país al que los recursos naturales llegaron antes que la democracia.

Bien versado en la política europea, Gross ha sido integrante de la delegación parlamentaria suiza en el Consejo de Europa en donde se ha desempeñado como observador de procesos electorales y democráticos en una gran cantidad de países (de Rumania a Rusia, pasando por Albania, Macedonia, Bosnia, Kosovo y Azerbaiyán entre otros). Pero su crítica se extiende

  • México, Venezuela y Nigeria no son muy diferentes en este sentido tampoco.

Observador especial en materia de democratización y derechos humanos para Chechenia y Azerbaiyán, a su cargo ha tenido la redacción de dos reportes especiales sobre la evolución democrática en los estados europeos.

Se puede coincidir con él o no, pero parece que tiene un punto.

El culto a la personalidad y la manipulación del odio contra los armenios son sin duda buenos espantapájaros de un gobierno que tiende al abuso más que al uso del petróleo y al que recubre un manto de dudosas credenciales democráticas

  • En Azerbaiyán las manifestaciones callejeras están prohibidas –dice Rashid- y a esto se agrega que no existe prácticamente ninguna instancia que defienda los derechos humanos, o que busque la transparencia en el gobierno. Las cosas no van a cambiar pronto: hace poco, en 2009, se modificó la constitución para permitir la relección del presidente de manera indefinida.

¿Cómo es esto posible? Bueno, algo tiene que ver el hecho de que, encerrada entre tres potencias regionales -dos de ellas nucleares- y tres antiguos imperios –el ruso, el otomano y el persa- Azerbaiyán en el siglo XXI es una dama a la que todos quieren cortejar, más por sus joyas que por su belleza.

  • Andreas Gross tiene razón –confirma Fakhrinur- pero se le olvidó decirte algo Fernandojan. En Suiza hablé con él y le dije ´Andreas, ¿tú crees que en Azerbaiyán rezamos a Alá pidiendo democracia todos los días? ¡No! rezamos pidiendo alimentación, salud, vivienda, educación, vestido. La democracia es una idea de ustedes, pero además, ¿cómo se atreven a quejarse de la calidad de nuestra democracia cuando son ustedes –la Unión Europea- los que pagan las facturas de nuestro presidente?”

Buen punto.

VIII. La tiranía democrática del petróleo

Y es que ante las “inconveniencias” que representa la “ruta iraní” para la “comunidad internacional” al sur, y frente a la incertidumbre y riesgos que presenta “el oleoducto del norte” –que pasa por el siempre explosivo Cáucaso ruso donde se localizan geografías de trágica y violenta memoria como Chechenia, Daguestán y las Osetias (del norte en Rusia y del sur en Georgia)- el oleoducto BTC (Bakú-Tblisi-Ceyhan) vale su peso en oro.

En breve, se trata de la ruta más segura para sacar las inmensas reservas de la cuenca del Cáucaso hacia los mercados internacionales: sale de Bakú en Azerbaiyán, pasa por Tblisi en Georgia y desemboca en el puerto mediterráneo de Ceyhan, Turquía: 1,768 km de longitud, 1 millón de barriles por día (aunque a 2012 se alcanzó 1.2 millones) y una inversión de 4 mil millones de dólares. ¿Los dueños? Según informa British Petroleum a inicios del 2012: British Petroleum –Inglaterra- (30.1%), SOCAR –la compañía petrolera azerí- (25%), Chevron –EE.UU.- (8.9%), Statoil -Noruega- (8.71%) TPAO –Turquía- (6.53%), Eni –Italia- (5%), Total –Francia- 5%, Itochu –Japón- (3.4%), Inpex –Japón- (2.5%), ConocoPhilips –EE.UU.- (2.5%) y Hess –EE.UU.- (2.36%).

                Así las cosas, no es casual que el actual presidente, Ilham Aliyev, antes de ocupar el cargo de titular del ejecutivo fuera, de hecho, el ejecutivo titular de SOCAR, la fuente petrolera de la eterna juventud.

Pecatta Minuta. No importa. No importa que detrás de los bellos edificios del centro de Bakú y debajo de los anuncios de las tiendas Dolce & Gabanna y Armani donde vive, compra, mata y muere la élite política y petrolera del país la política no se hable, sino se susurre. Rashid dejó de hablar para susurrar en cuanto alguien caminó despreocupadamente a nuestro lado por el parque; Fakhrinur dejó de hablar para susurrar en cuanto el vagón del metro se comenzó a llenar de gente; susurros fue también lo que recibí cuando critiqué en voz alta al régimen frente a mis alumnos durante el curso del taller al que fui invitado.  ¿Y la prensa crítica? Bueno, de prensa tiene poco, de propaganda mucho y de crítica nada. No es para menos: los caricaturistas que se inspiran en la figura presidencial terminan en la cárcel.

Pero hay más. En las entradas del metro los guardias recorren los cuerpos de los usuarios –no sólo de los “sospechosos”, sino los de todos- con detectores de metal y una buena cantidad de cámaras registran lo que pudiera escapar al ojo humano; mochilas y bolsos son revisados y –por “seguridad nacional” dicen- está prohibido tomar fotografías en su interior. Algo así era previsible desde la llegada: para entrar al país las aduanas del aeropuerto están controladas por dos detectores de metal, un escáner corporal, la revisión del pasaporte y la exigencia de ser fotografiado. Y el procedimiento se repite, en todos sus pasos y etapas, a la salida. Decía un general de la revolución mexicana: “El arma es del tamaño del miedo.”

                Pero como sea –dicen- Azerbaiyán es un país moderno. ¡Venga pues la libertad, la democracia y los derechos humanos! ¡venga también la libertad de tránsito! ¡y que venga también la ausencia de los cuatro! siempre que se acompañe de lo verdaderamente importante: la tiranía democrática del petróleo.

Pero no –insisten las autoridades- nada de esto tiene que ver con la miseria y el autoritarismo, con la corrupción, con el nepotismo, la opacidad y el desdén No, todo esto es por “los terroristas –léase armenios- y sus bombas”.

IX. Otras bombas, otra tierra, otro fuego

Están por todo el lugar. A la costa norte de la península de Bakú en el mar Caspio la separan 20 kilómetros hasta el centro de la ciudad en la costa sur. El trayecto es desolado y desolador. Caminos de tierra entre caseríos mal armados con puertas de diversos orígenes, ventanas adaptadas de diferentes casas y muros -que siempre son cafés o con mala pintura de algún color desgastado- decoran las llanuras.

Cerca y lejos las bombas de petróleo no paran. Suben y bajan y con cada ciclo envenenan lo que tocan; a su alrededor se ven charcos de agua y aceite en torno a los cuales vive la gente, mucha gente. (No es por criticar, pero para algunos éste sería un crimen ecológico de dimensiones descomunales). Y aun así, la vida sigue; las bombas suben y bajan sin cesar, y con cada ciclo crece el flujo petrolero y crece también la riqueza, crece la pobreza, crece la integración económica y la desintegración social de Azerbaiyán.

                Crece la riqueza de los dueños del petróleo, la corrupta clase política que expulsó a miles -tal vez decenas de miles- del centro de Bakú, a la buena y a la mala para quedarse con sus propiedades sin importarles el destino de los desplazados.

Crece la pobreza de los que por no encontrar lugar en el ciclo económico de los energéticos están condenados a mal vivir y a mal comer con lo que les mal pagan por sus pocos y siempre escasos productos.

Crece la integración porque ahora Azerbaiyán es el país con el que todos quieren tener algo que ver, tiene petróleo, y mucho; tiene gas, y mucho “y que no se te olvide –me dice Rashid- que acaban de encontrar también unas minas inmensas de platino”. Todos quieren integrar e integrarse a y con Azerbaiyán. Vaya, hasta el festival musical más importante de Europa –Eurovision 2012- tuvo lugar recientemente aquí: “los ojos de Europa van a estar sobre nosotros” me habían dicho durante mi visita los azeríes que encontré a mi paso. “El gobierno ha dicho que el festival tiene que ser mejor que el de Dusseldorf” me detalló Rashid con fastidio. (Y para quedar bien con los visitantes el gobierno construyó un muro a todo lo largo de la autopista que va del aeropuerto a la ciudad para evitar que los visitantes se ensucien la vista: detrás del muro, la miseria de cientos de pueblos -que de tan extensos parecen ciudades- espera, ¿qué espera? algo, lo que sea.)

Crece también la desintegración de la sociedad porque si existe un lugar en el mundo en el que Marx sonreiría -como diciendo “ven, yo tenía razón”- ese lugar es Azerbaiyán. Aquí la fractura social más obvia no es entre musulmanes chiítas –la mayoría- y sunnitas o entre musulmanes en general y cristianos ortodoxos; la fractura del tan mentado “choque de civilizaciones” entre Occidente y Oriente aquí no tiene sentido tampoco: por la calle se ven zapatos Prada, lentes Gucci y pañoleta musulmanas cubriendo cabezas como se ven minifaldas, escotes y túnicas de cuerpo entero.

No. Aquí la fractura es económica: la misma, la de siempre.

Entre los millones que viven en casas en las que la falta de agua corriente obliga a utilizar filtros de piedra -para quitar algunas impurezas- y los no tan muchos que enloquecieron de petróleo, dinero y poder.

En esto Azerbaiyán es tal vez igual al resto del mundo.

Pero crece también la esperanza, la esperanza de que algún día por algún motivo, tal vez como producto de la presión de la Unión Europea, de “los americanos”, de las organizaciones de la sociedad civil, de la “comunidad internacional”, de alguien o de algo todo ese petróleo, todo ese gas, todo ese platino, todo ese dinero, todo ese interés y todo ese poder del mundo servirán para expulsar a los cuatro caballos del Apocalipsis de San Juan que ya cabalgan estas tierras.

Y es así como a pesar de la desesperanza (¿la desesperanza? sí, la desesperanza de saber que la realidad es diferente) la llama no se extingue.

¿Qué cuál llama? La llama que hizo a Fakhrinur enviarme a principios de enero de 2012 un efusivo correo agradeciéndome a mí y al gobierno mexicano, que, por vía del Senado, había reconocido oficialmente la tragedia de Khoyali como un genocidio según lo había reportado la prensa azerí.

¿Qué cuál llama? Esa que llevó a la embajada azerí a falsificar la verdad. En realidad, el escueto comunicado de prensa del Senado mexicano que inflamó la felicidad de Fakhrinur apenas decía que se “exhorta a los gobiernos de Armenia y Azerbaiyán a propiciar encuentros a efecto de alcanzar un acuerdo que ponga fin de manera definitiva al conflicto en la región de Nagorno-Karabaj”. Nada más.

¿Qué cual llama? Esa llama que adorna en color rojo el escudo del país; esa que las leyendas locales refieren como el fuego protector y que, cual espíritu que se filtra por los poros de la tierra, se debe al hidrocarburo del subsuelo; esa llama que permite suponer que la maldición del presente no es eterna, la misma llama por la que Azerbaiyán significa Tierra del Fuego, esa que calienta e ilumina el sueño, y que alberga la promesa de un futuro.

 

 

Puebla GOb

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