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Tinder, Grinder y el ‘amor’ en la época de la publicidad engañosa

Por Betzabé Vancini / /

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¿Eres usuario de redes sociales? ¿Alguna vez te has asomado a redes de conexión para ligar? Si lo has hecho, seguramente sabrás de lo que estoy hablando. Algunas estadísticas para tomar en cuenta en este panorama del amor virtual: según Forbes, en México el 21% de usuarios de Smartphones tienen la aplicación Tinder y el 14% tiene Grinder –red enfocada en la población gay o bisexual-. Otra estadística relevante también encontrada en Forbes es que el 42% de las personas que utilizan Tinder en realidad ya tienen pareja. Sí, es decir, que las personas usuarias de estas redes de “ligue” tienden a descargar estas aplicaciones a modo de desfogar su necesidad de conocer a otras personas o bien, para concretar el acto de infidelidad.

Pero no me voy a enfocar a eso, sino a la construcción del Yo virtual que se presenta en estas redes como una especie de oferta para la compra. Tinder, Grinder y anexas –algunas de verdad de muy bajo nivel y ‘presupuesto’- son únicamente un catálogo de imágenes y finalmente, un catálogo de personas que están en la búsqueda del amor –en el mejor de los casos- y/o de encuentros sexuales. Esta construcción del Yo virtual en algunos casos constituye prácticamente un delirio: la persona se presenta como alguien que definitivamente NO es y con una apariencia que en realidad no tiene. Lejos quedaron aquellos días en las que las personas se robaban las fotos de sus contactos o de celebridades mucho más atractivas para presentarse en estas redes o foros de encuentro. Ahora, gracias a los filtros, las personas pueden tener la piel cuatro tonos más clara, el cabello de distinto color, mejores facciones, mayor altura y sí, hasta mejor cuerpo. Pero, ¿qué pasa cuando el encuentro se concreta?

‘Publicidad engañosa’ es el término que se utiliza cuando una vez realizada la compra de un producto éste no resulta ser lo que se prometió en la oferta, es decir, no tiene las características o la funcionalidad que se promete en el empaque o en los anuncios. ¿No es la misma situación con estas redes? Te cuento un caso: un colega del trabajo decidió abrir Tinder para entretenerse y tener la oportunidad de conocer a algunas chicas. Encontró un perfil que le resultó interesante: las fotografías mostraban a una chica muy natural, en paisajes que denotaban su gusto por la cultura y sin mayores pretensiones en el tema de la apariencia. Acordaron un encuentro en un Starbucks, y para sorpresa de mi colega, al presentarse ella a la cita, a él le fue imposible reconocerla pues la chica no se parecía en nada a las fotografías pese a que eran de ella misma.

Sé que este es solo un caso representativo de lo que viven miles de usuarios de estas redes todos los días pero, ¿qué nos lleva a esta construcción de un Yo virtual tan lejano al Yo real? Las respuestas son muy variadas: la baja autoestima, la falta de aceptación personal, la patológica necesidad de reconocimiento a través de los likes y por supuesto, una tendencia natural a mentir e incluso al autoengaño porque hay quien realmente cree real esa versión torpemente creada de sí mismo/a.

No deseo que se haga una mala interpretación de lo que aquí escribo, no estoy en contra de estas redes que ‘favorecen’ los ‘encuentros románticos’ –bueno, tal vez me causan un poco de curiosidad y aversión a la vez-, sino de estas versiones de sí mismos prácticamente psicóticas que hacen los usuarios de estas redes. Quizá la pregunta más importante que debamos responder al crear un perfil en cualquiera de estas redes es ¿Qué es lo que REALMENTE podría ser interesante de mi persona para otros? Finalmente, nadie debería sentirse culpable por usar un poco la mercadotecnia para resaltar sus -verdaderas- virtudes y atributos y ocultar un poco las fallas. ¿No se hace eso con los productos también?

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