Friday, 26 de April de 2024

Venganza se escribe con “B” de abeja

Por Yonadab Cabrera / /

El karma existe y lo he experimentado en múltiples formas, por eso ahora siempre procuro “hacer el bien sin importar a quién”, pues dice mi abuelita que “Al que mal obra se le pudre el tamal”, o algo así. Me siento como el Chapulín Colorado tratando de pronunciar correctamente cada uno de los viejos y conocidos refranes.

Y desde entonces procuro mejor hacer uso de la garrotera, fingir que nada pasa, respirar onda y profundamente antes de entrar en pánico, cólera y arremeter contra todo ser viviente que se pueda vengar, que me pueda causar algún daño o incluso la muerte. Sí, como lo leen, la muerte, no importa lo inofensivos que se vean, la naturaleza los ha dotado de veneno, dientes, infecciones y todo lo que sea necesario para hacerles daño a los humanos.

Uno de esos seres mortales que siempre deambula a nuestro alrededor, con el que tenemos que aprender a vivir, pero además de todo a tratar bien porque si no se enoja y nos ataca es la abeja. Exacto, esa misma cara de terror que pusieron ustedes la he puesto yo cada vez que vuela una por mi orbita, que se mete a mi agua, o quiere de mi comida. 

Son abusivas, aprovechadas y enojonas, quieren que les des todo y si no lo haces te atacan.

Así fue como alguna vez en la redacción de CAMBIO llegó una abeja gorda, peluda, amarilla con amillos negros, espeluznante ser. Y como si no hubiera cocas, dulces, frituras que tomaban la Tía Pau, Sigismundo, Selene, o Héctor Hugo, decidió caer en mi lugar donde solo había un vaso con agua.

Sí, puta abeja ignoró todo lo que le gusta y se fue al vaso con agua.

Su zumbido era desesperante: zeep, zeep, zeeeeep, zeeeeeeeep, zeeeeeeeeeeeep.

Volaba de un lado a otro, me paré, corrí, soplé, pedí que la ahuyentaran, que la mataran y no se iba la puta abeja. No podía, hacer mis notas, no podía hacer naaaaada.

Zeep, Zeeeeep, zeeeeeeeep, zeeeeeeeeeep.

De pronto, cayó sobre mi libreta abierta.

̶Perfecto, la cerraré y morirá̶  grité en voz alta al mismo tiempo en que cerré fuertemente la libreta y me olvidé de una vez por todas de ella.

Eso fue como a las 7 de la noche. A las 10 ya estaba en casa cuando:

Rin, riiiiiin, riiiiiiiiiiiin (Onomatopeya de celular)

Pantalla: Nena y Huga, alias Héctor Hugo (Subdirector de CAMBIO)

̶Aloooooooooo…

̶Déjate de hacer pendejooooooooooo, deja de pendejear y haz una nota. Ya, ya, ya la quiero, ya la quiero, ya la estás haciendooooooooooo̶ gritó mi buen amigo por el auricular, hasta sentía que se le salía la lengua y toda su saliva como en las caricaturas.

̶¿De qué es la nota?

̶De los franeleros que ya no tienen franelas para hacer el “viene viene”.

̶¿Qué estás loco? No haré una nota de eso ahorita. ¡Uy la nota de 8!

̶Me vale madres, me vaaaale, me vaaaaaaaaaale, la haces y punto. La quiero en 10 minutos.

̶Ok.

No me quedó más remedio que sacar la computadora, la libreta y abrirla para hacer unas anotaciones.

De pronto sentí un piquete horrible que hizo que gritara.

̶Aaaaaaaaaaaaaaah ¡Maldita sea algo me picó!

Mis hermanos corrieron a verme, no sabíamos qué pasaba, qué me había picado, solo sabía que me ardía, que pronto mi mano se empezó a hinchar y se me complicaba respirar.

Sí, lo adivinaron, por si no tuviera ya muchos males, resulta que soy alérgico al piquete de abejas.

La abeja yacía muerta en el piso, la pisé fuertemente y la embarré en el piso en venganza de su venganza por intentarla matar, claro que el que intenta matar primero mata dos veces. Mis hermanos llamaron a un taxi y me llevaron de inmediato a la Cruz Roja.

Convaleciente en la camilla, con el antídoto, suero y oxígeno, recibí una llamada:

Riiiin, riiiiiiiin, riiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin (onomatopeya de tono de celular)

Pantalla: Nena y H̶uga

̶Ghoooo, ghoooo, laaaaaaa̶  apenas y pude emitir un sonido porque tenía la garganta cerrada

̶ Deja de mamaaaaar y hacerte pendejo, ¿Dónde está la nooooota? Ya la quiero, ya, ya, yaaaaaaaaaaaaaaaa̶  gritó Héctor Hugo de forma iracunda hasta quedarse sin aire.

̶Llllllnnn, Nnnnnnnnnn, nnnnnnnnnooooo ppppppedddddddo… laaaaaa beja.

̶¿Quéeeeeee? Deja de mamar y habla bien que estoy encabronadísimo.

̶Que no puedo hablar, la puta abeja que no quisiste matar me picó, soy alérgico y ahora estoy en la Cruz Roja. Si quieres la puta nota hazla tú, o dile a los doctores o enfermeras que la hagan porque yo no puedo̶  respondí ya muy enojado y con el penúltimo aliento que me quedaba.

̶Está bien amiguito, qué te mejores. Mañana te llamo para saber cómo sigues.

Y así terminé mi caótico día con la puta abeja y con el cruel de Héctor Hugo.

Moraleja: Héctor Hugo Cruz Salazar y las abejas son mala combinación. El karma existe.

 

¡Claro, chinguen al guapo!

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