Sunday, 05 de May de 2024

Impresiones que matan

Por Yonadab Cabrera / /

Siempre he destacado por ser un deportista de alto rendimiento y aun no comprendo por qué nunca un descubridor de talentos dio conmigo. Lo mismo fui bueno para el fútbol que para el básquet, el atletismo, el ciclismo de montaña, hasta el crossfit, solo me faltó la natación; les podría mentir y decir que soy bueno para nadar, pero Arturo Rueda, Selene Ríos y mis primos Alán, Aldo y Jair no tardarían nada en desmentirme.

Pero en realidad mi vida deportiva tuvo que dar para más, ya saben las Olimpiadas, la primera división del fútbol mexicano, la NBA no creo porque a pesar de mi 1.80 de estatura, resulto un tanto chaparro para los gigantes del mundo de básquet, hasta en las Olimpiadas de invierno pude haber participado por aquello de que en la secundaria me creía un gran patinador, o un voleibolista de playa, aunque nunca jugué ese deporte.

Lo peor del caso es que nadie vio todos mis talentos para los deportes, pero eso no me preocupaba, hasta que llega la edad en que ya no encuentras con qué impresionar a alguien. No queda más remedio que recurrir a los deportes cuando cantas feo, bailas mal y cuentas pésimos chistes.

Sí, siempre llega ese momento en el que debes demostrar que eres un deportista de alto rendimiento para que tu único y verdadero amor se enamore perdidamente de ti, para que diga “con ese sí me caso y no lo dejo”, pero claro, la realidad siempre rebasa la expectativa y en ocasiones hasta tu vida pones en peligro, además de que haces el oso, te dan ganas de cambiarte de ciudad o simplemente que te trague la tierra.

Ante tantos osos decidí cambiarme del Sportraining, ya no podía con más vergüenzas para impresionar a mi único y verdadero amor. Desde el 2010 he incurrido una y otra vez en distintas escenas de comedia que han hecho que sea tan conocido y popular en el lugar, por supuesto como “Don pendejo”.

Hazaña 1: el corredor más rápido del gym

Transcurría una bonita mañana de verano, llegué al gimnasio para una de mis tantas rutinas en la que no estaba incluido correr, pero en las caminadoras vi a alguien que me llamó mucho la atención: buen cuerpo, mirada perturbadora, sonrisa seductora y sin nada de grasa.

Calculé que no corría tan rápido, ni con mucha fuerza, casi no sudaba, por lo que creí que era mi oportunidad para lucirme. Olvidé por completo las pesas, me pedí una botella de agua de litro y medio con mi amiga Malu, también le solicité una toallita para secarme el sudor, caminé a pasos agigantados hacia la caminadora que estaba enfrente de esa “cosita mala”, porque en las mañanas siempre se agandallan los equipos.

Empecé a hacer mis ejercicios de calentamiento como todo un Pro,estiraba, me flexionaba, respiraba. Ya saben, todo lo necesario para una buena rutina de velocidad y resistencia. Subí a la caminadora, comencé a trotar, le subí la velocidad, la resistencia y en menos de 15 minutos parecía el jamaiquino Usain Bolt, o Ana Gabriela Guevara para no irnos tan lejos jajajajajaja.

Llegó Selene Ríos, muy sorprendida y estupefacta por lo que estaba viendo, preguntó:

—¿Por qué corres como ratero? Te vas a desmayar ¡Estás looooco!

—¡Rayas siempre he corrido así!— le respondí en tono muy convincente al mismo tiempo en que intentaba girar mi cabeza hacia donde estaba mi único y gran amor para que se diera cuenta de mi habilidad y resistencia.

—Ah, ya vi porque corres como ratero. Está bien que seas un gran corredor pero deberías bajarle un poco a tu velocidad, no vaya a ser que te desmayes.

—¡Cómo crees! Eso jamás ha pasado y jamás va a pasar, fui entrenado para correr en la Altiplanicie Pulquera de Hidalgo, entre el calor, la culebra, los nopales y el desierto.

—Ok.

De verdad sentía que en algún momento le saldría humo a la caminadora; cuando vi ya llevaba 50 minutos corriendo a todo lo que daba, entonces pensé Es hora de bajar, sonreír y coquetear. Seguramente me dirá que soy el Dios de la velocidad y me amará.

Poco a poco fui disminuyendo la velocidad, la resistencia, de correr como el Correcaminos, terminé trotando y luego caminando, me sentía súper bien, más que bien, no estaba mareado, no me dolían las piernas, no tenía nauseas, era el momento ideal para bajar de la caminadora, voltear a verle, sonreír y coquetear. Todo estaba listo y marchaba bien, peroooooo…

Al poner el primer pie en el piso, se me desguanzaron las piernas, se me enredaron, perdieron fuerza; me caí, sobre su caminadora. Sí, nuestras miradas se cruzaron pero no cómo yo esperaba, solo pude decir:

—Perdona, me siento m…….

El único y gran amor de mi vida, detuvo su caminadora y corrió a auxiliarme, al igual que toda la gente que se encontraba en el lugar.

Hazaña 2: el ciclista de spinning más rápido de Puebla

Eran las 8 de la mañana y siempre quedaba de verme con Viridiana Lozano para empezar juntos nuestra rutina de gym. Pero en aquella ocasión hicimos algo que nunca antes habíamos hecho, meternos a la clase de spinning ¿La razón? Vimos algo o alguien que llamó nuestra atención.

No dudamos en entrar a la clase, acomodarnos, y pedalear como unos profesionales. Mmm he de reconocer que yo parecía “Sonia la osa”, sí la osita chistosa de Madagascar que andaba en triciclo, pero el verme tan grande en una mini bicicletita no era el peor de los males, ni lo peor que me podría haber pasado.

Sin tener los conocimientos y el suficiente entrenamiento de spinning, le subía toda la resistencia, pedaleaba como le decía la instructora a todas las personas que llevaban más tiempo, incluida a aquella persona que nos llamó tanto la atención.

Yo sonreía, faroleaba, me sentía el rey de la bici; pedaleaba con mucho estilo moviendo la cadera a la izquierda, a la derecha, y de pronto comencé a palidecer, se me iba el aire, no podía respirar, sentí escalofríos, sudé frío, me maree y pasó lo inimaginable, me vomité en el salón del spinning.

Me sacaron casi cargando, me llevaron al baño para que terminara de vomitar y luego al consultorio, donde estuve acostado dos horas como pendejo, mientras toda la gente iba de chismosa a ver quién era el que se había puesto mal.

Así las cosas con mis hazañas deportivas para impresionar a la gente, desde entonces prefiero pasar por desapercibido.

Moraleja: Bien dice Mijares, no importa lo que seas pero sé tú mismo.

¡Claro, chinguen al guapo!

 

 

 

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