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Sin Cecilia Monzón, es imposible comprender los últimos avances contra la violencia de género. Es su esfuerzo, su lucha, sus manos, las que firman la reforma recién aprobada en el Congreso de Puebla para evitar que feminicidas se queden con la guarda y custodia de sus hijos. 

La sede del Poder Legislativo fue una mezcla de combatientes ánimos antes, durante y después de la votación. Docenas de personas iban y venían. Muchas, concentradas frente al Salón del Pleno. Activistas rozaron hombro con hombro, con diputados, asistentes y trabajadores del recinto. 

El ambiente fue festivo: “¡Ley Monzón, Ley Monzón!”, coreaban activistas y legisladoras, tras la aprobación. Fueron las mismas que, minutos antes, aplaudieron cuando la Mesa Directiva cantó la votación unánime de 41 diputados, en esa reforma que llevaba siete meses en suspenso. 

No eran del todo ellas mismas. Cada una era también Cecilia Monzón. La activista y abogada estaba en los carteles que ponderaban su nombre; en sus amigas, que se abrazaban tras la aprobación, conteniendo el llanto; en las que asistieron también para la tipificación de la violencia ácida; resaltó el verde y morado del feminismo. 

Pero el principal color de Cecilia, era el amarillo. Un amarillo brilloso, luminoso. Fueron 38 girasoles que cargaron, “el número de años que disfrutamos y compartimos con Cecilia”, publicó en redes sociales su hermana, Helena Monzón, horas antes de aterrizar en México. 

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La flor rompió las tonalidades monótonas del Congreso del Estado; con los trajes oscuros, las corbatas rojas y negras; con los vestidos que pretenden estatus y clase. El girasol fue adorado por su capacidad de seguir la ruta del sol, igual que Cecilia. Ella, que tanto insistió en defender jurídicamente a las víctimas de la violencia de género; que empujó por sacar a las mujeres poblanas de la oscuridad.  

La Ley Monzón es para todas 

Las activistas festejaron esta iniciativa porque fue también una manera de celebrar el avance de todas las colectivas contra la violencia machista. Estuvieron las representantes de Cam-Cai y del Frente Nacional contra la Violencia Vicaria, Luz Arredondo y Andrea Lezama.  

La alegría, no las distrajo del punto medular: proteger a los niños de vivir con un padre feminicida. Esperan que la Ley Monzón sea replicada en todas las entidades del país. Puebla es el primer paso. 

Además de retirar la patria potestad a quien sea sentenciado por el feminicidio de su pareja, la reforma impide que la familia del agresor se quede con la guarda y custodia. Esta se entregara a los familiares de la víctima. 

Actualmente, existe una batalla jurídica entre la familia de Cecilia Monzón y la de su feminicida, la del expriista Javier López Zavala. Desde prisión, busca que sus parientes tengan la guarda y custodia del hijo que tuvo con la activista. Por eso, la Ley Monzón es de Cecilia y de todas las mujeres. Hasta que no haya una víctima más.  

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