Abigail Hay era una mujer joven de 30 años de Salina Cruz, Oaxaca, que fue detenida por policías municipales el 19 de Agosto porque se encontraba discutiendo con su ex pareja al interior de su vehículo y bajo el pretexto de una “alteración a la vía pública” fue detenida y llevada a los separos de la policía, donde horas más tarde se le encontró muerta, según versiones de la policía, Abigail se ahorco con su propia ropa interior.
Sin embargo, hace unos días, su hermana Margarita compartió un video donde se ve a Abigail siendo sometida y golpeada por 4 elementos de la policía municipal de Salina Cruz. Las autopsias dictaminaron que Abigail murió por una asfixia por ahorcamiento y su cuerpo presentaba severos golpes en múltiples partes, pese a esas pruebas, los policías que participaron en su detención fueron liberados.
El caso de Abigail es el caso de muchas personas más en el país y en el mundo que son víctimas de brutalidad policial. Aquella institución que se supone debería cuidarnos y mantenernos seguras, es la que más actos de represión, violencia, tortura, brutalidad y atropello de derechos humanos, comete.
De acuerdo a la Comisión Nacional de Derechos Humanos, entre 2015 y 2021 se recibieron más de 54 248 quejas contra instituciones de seguridad pública, policías elementos del Ejército o de la Marina por motivo de brutalidad contra civiles. De los cuales se denunciaron al menos 33 750 delitos relacionados con brutalidad policial; de estos, solo 373 fueron judicializados y 172 concluyeron en una sentencia condenatoria. El índice de impunidad en el país es de 99.5% para los ilícitos cometidos por parte de policías.
Abusos que ocurren en la cotidianeidad, sobre todo en entornos de alta marginación o de altos niveles de violencia, sin embargo estos abusos también ocurren en contextos de protesta civil, como en las marchas feministas, o en movimientos estudiantiles, y populares, por ejemplo en la intervención de la policía municipal de Cancún, en una protesta feminista del 9 de noviembre de 2020, en donde más de 70 policías agredieron a golpes y balazos a decenas de feministas que exigían justicia por el asesinato de una estudiante de preparatoria. Los policías no fueron separados del cargo ni, ni recibieron ninguna sanción.
Misma situación en numerosas marchas feministas de la CDMX o en el caso de desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa donde se presume hubo participación de la policía municipal de Iguala, Guerrero.
Toda esa impunidad envía un mensaje muy grave, que las policías tienen licencia hasta para matar en México, y que no pasará nada, porque entre la burocracia, la complicidad, la violencia institucional, y la falta de perspectiva de género y de derechos humanos, la integridad de las personas corre riesgo.
Cuando las feministas decimos, la policía no me cuida, me cuidan mis amigas, lo decimos enserio, y precisamente por ese entorno de brutalidad e impunidad.
Ocurre en México pero también ocurrió en Irán, donde la “policía de la moral” mató a Mahsa Amini por no llevar bien puesto el velo o hiyab obligatorio para las mujeres en su país, y de igual forma mató a Hadis Nafaji, otra mujer que cortó su cabello durante las protestas contra brutalidad policial en Irán, a la muerte de estas 2 mujeres se suman las de otras 80 víctimas fatales en manos de cuerpos policiacos.
Aunque a diferentes escalas y a diferentes niveles, los abusos de las policías contra personas en México y en todo el mundo son graves e intolerables. Es urgente iniciar una reconfiguración de los cuerpos policiacos en México, con mayor capacitación en materia de derechos humanos, con perspectiva de género, con un cambio de enfoque donde no se trate únicamente de “preservar el orden” sino de garantizar la integridad de las personas. Mientras eso ocurra, debemos seguir visibilizando el problema y seguir generando espacios seguros para todas, todos y todes, porque hasta hoy la policía no me cuida, me cuidan mis amigas.