Tengo sentimientos encontrados sobre Blanquita Alcalá. A ratos tengo la certeza de que en algún momento, le brillará una estrella en el firmamento y ganará el próximo cinco de junio; en otros ratos, me hago ilusiones de que entienda que con su discurso descafeinado contra el morenovallismo nomás no va a ganar el próximo cinco de junio yen otros ratos, ya nomás me río de la campaña del PRI. Y no, no por Blanca y su necedad en mantener un discurso suavecito, sino por los destacados priistas que la rodean. Digamos pues, que en esos ratos precisamente, es cuando mi corazón se marchita un poco más.
No hay dónde recargarse en esa campaña. Primero Alejandro Armenta organiza un tremendo show en las oficinas de Eukid Castañón y casi le provoca diabetes a un pobre policía que tuvo la mala idea de acercársele al priista para saludarlo-darlelosbuenosdías-preguntárlequéonda-asomarsenomásdechismoso o vayas ustedes a saber qué dijo el policía que provocó que Alejandro Armenta manoteara y le gritara quién sabe cuántas cosas. Si ven el video, fíjense cómo el pobre policía casi se va corriendo a su casa a llorar debajo de su cama.
Bueno, las locuras no terminan en un solo hombre. Alejandro Armenta no es el único que anda con sus chistosadas en plena campaña, también Jorge Estefan Chidiac hace de las suyas al presumir una encuesta pirata, de una empresa misteriosa, con una metodología enigmática, con una vitrina metodológica secreta para asegurar que mi querida Blanca lleva tres puntos de ventaja sobre Tony Gali.
Uf.
Así como las ardillas le hablan a Armenta, le hacen encuestas a Estefan, las muy atrevidas también asustan a los priistas en pleno arranque de campaña.
Veamos.
El domingo tres de abril, puros buenos augurios revoloteaban en el esperado mitin de apertura de campaña en Zihuateutla. El significado del nombre a toda madre: lugar de la mujer gobernante; más de tres mil priistas de hueso colorado a la espera; decenas de priistas trasladándose más de cinco horas para ver a su candidata y decenas de reporteros sufriendo por llegar a donde no encontrarían ni siquiera señal para hablar por teléfono. Todo puesto ya para iniciar la carrera por Casa Puebla.
Decenas y decenas de convencidos esperaban ansiosos a la candidata debajo de las lonas calientes. Chalecos, playeras, todo rojo en el lugar para recibir a la primera candidata del PRI a la gubernatura.
De pronto, llegó una curiosa comitiva que se reunió de manera improvisada en un restaurante adelantito de Huauchinango.
Ya saben pura celebridad: delegados, regidores, cuadros destacados, ardillas insidiosas, priistas divertidos, colados, convencidos, antimorenovallistas. Un coctel explosivo.
Cuando llegaron al lugar, todo estaba en calma. Los invitados llevaban más de una hora esperando a la candidata y esperarían otra hora más para escucharla.
Nada rompía la tranquilidad del pre-evento hasta que comenzó a sonar “La Culebra” de la legendaria —me paro de pie, chingá— Banda Machos. El delegado de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, Román Lazcano, se puso tenso al escuchar la canción.
Y yo grité:
¡Ay, la culebra!
Y yo grité:
¡Ay, la culebra!
Abandonó la plática con los demás priistas y el color desapareció de su rostro. Literal, palideció.
La gente salió huyendo
Mirándome enojados
Toditos asustados comenzaron a gritar:
¡Huye, José! ¡Huye, José!
Ven pa´ca,
Cuidado con la culebra que te muerde los pies
Muy preocupado, el regidor priista Iván Galindo lo tomó del brazo.
—¿Estás bien, delegado?
—¿Ya oíste, Iván la canción? ¿Ya oíste?
—¿La Culebra?
—¿Te parece poco? ¿Olvidaste Lomas Taurinas, Colosio?
—Mmm…
—¿Ya oíste Iván? ¿Reconoces esa canción?
—Pues claro.
—¡Con esa canción mataron a Colosio! ¡Lo mataron!
—Este… sí.
—¡Es un mensaje! ¡Es un mensaje! ¡Márquenle a la candidata! ¡Que se suspenda todo!
El grupo de priistas se miraron unos a otros.
Uno intentó reírse hasta que vio que la cosa iba en serio.
Otro se alejó lentamente de la escena.
Otro más masticó con fuerza su chicle.
Román Lazcano giró en su propio eje. Se despeinó, se volvió a peinar, y así hasta que Iván Galindo lo volvió a interrumpir para tratar de tranquilizarlo —y no es por ser lengua larga, pero mi adorado Iván Galindo es tan paranoico que el otro día armó un pollo porque un carro viejo se le cruzó en la calle y digo, si él trató de tranquilizar a Román Lazcano es que ya está muy cabrona la cosa, pues—.
—Tranquilo, delegado. Es una coincidencia.
—¿Una coincidencia, dices? ¡Qué inocente eres, regidor!
—La canción ya hasta terminó, delegado.
—Yo que ustedes cancelaba todo, todo, que se cancele todo, es un mensaje, ustedes no lo saben, ni lo entienden, pero ese es un mensaje claro, clarísimo de los Zetas contra la candidata ¡La van a matar! ¡Es un atentadoooooooo!
—Tranquilo, respira. Por favor, traigan agua para el delegado. ¿Por qué dices eso?
—Mira, Iván, son los Zetas… yo los conozco… la van a matar…es un atentado… ¡Son los Zetas! Es su mensaje, no están advirtiendo… son los Zetas, la van a matar… nos van a matar a todos, a todos… así se las gastan ellos… ellos dominan aquí, estamos en su territorio… Yo el otro día vine a entregar unos pies de casa…. No te imaginas, no se imaginan… vine con 50 guaruras ¡con cincuenta guaruras!
Cri. Cri.
Cri. Cri.
—¿Cincuenta guaruras, Román?
—¡Cincuenta guaruras!
—Cincuenta guraruras no los tiene ni Obama —gritó un priista, cuya identidad nadie me reveló.
#Plop
Todos se destornillaron de la risa. Ya nadie peló al delegado de la Sedatu, quien se alejó hablando con sus ardillas sobre el atentado contra Blanca Alcalá que ocurriría en los siguientes minutos.
Este… Miau.
**
No se crean, cuando me lo contaron me dio harta risa, pero ahora que lo leo, ya me preocupé. Insisto, pobre Blanca. ¡Está rodeada!
Queda.
P.D. Tengo en la lista de espera una bella historia de Román Lazcano en su papel de representante del presidente Enrique Peña Nieto y del ridiculazo que hizo hace unas semanas, pero la guardaré para mejores días… no sea que sus ardillas le digan algo sobre mí, y… qué miedo.