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Javier Arellano

Relación prensa – poder: el trato antes que los acuerdos

Pudiera parecer un tema que solo incumbe al círculo rojo; a la “nomenklatura” política y la comentocracia.

Seguramente hay quienes piensan que el nombramiento de un responsable de comunicación es un tema que no incumbe a los grandes sectores sociales y que no es de su interés, como si pudiera ser la designación de un Secretario de Desarrollo Social ahora llamado del Bienestar.

Nada más alejado de la realidad.

Los grandes sectores tendrán la percepción de un gobierno que se construya en base a su imagen pública, misma que deberá ser minuciosamente tallada por un operador eficiente. Porque uno ineficiente llevará al mandatario a un colapso en su relación con la sociedad. 

Éstos son algunos ejemplos que nos ofrece la historia reciente.

Burdo y grotesco el gobernador Mariano Piña Olaya pensaba que todo tema de imagen pública se arreglaba con fajos de billetes. 

Hace años el quintacolumnista Mario Alberto Mejía narró un encuentro entre el mandatario y el periodista Miguel Ángel Granados Chapa. La cita fue en un restaurante de la Ciudad de México; al concluir Mariano sacó un portafolios repleto de billetes de alta denominación para tomar un poco de efectivo y pagar la cuenta. 

Era el vulgar ofrecimiento de un cuantioso embute. 

Granados Chapa atajó el ofrecimiento sacando su tarjeta de crédito y pagó, rechazando así cualquier acuerdo con el sedicente poblano.

Desde los tiempos de Manuel Buendía el ex priista Manuel Bartlett siempre tuvo una velada y oculta aversión por la prensa y a su llegada a Puebla pidió que le enviaran a cualquiera –así a cualquiera–, que pudiera llevar esa tediosa relación. 

El elegido fue Raúl Torres Salmerón quien en sus momentos de apogeo ya se sentía despachando en la residencia oficial de Los Pinos. Aunque ahora ya sabemos dónde terminó.     

Corría el año de 1998; el gobernador electo Melquiades Morales llamó a su amigo de la adolescencia Gabriel Sánchez Andraca para pedirle que se hiciera cargo de la dirección de Comunicación. 

Para Morales ese nombramiento era especialmente relevante por la buena relación que siempre tuvo con los medios de comunicación. 

Esa cercanía de terciopelo fue determinante en la puja interna contra José Luis Flores, el candidato del bartlismo. No se debe olvidar aquel encabezado de El Universal Puebla que dirigía Rodolfo Ruíz “Melquiades Morales: camino a Casa Puebla”.

Para el Ejecutivo mantener una magnífica relación con los medios era un tema prioritario. Pero Sánchez Andraca, el consumado periodista le dio una respuesta que es parte del anecdotario:

– “¿Yo jefe de comunicación? No Melquiades, para nada… yo quiero que mis amigos lleguen al poder para que me saquen de trabajar, no para que me pongan a trabajar”.

Las carcajadas fueron espontáneas. Pero de esa reunión surgió el nombre de Mauro González Rivera quien entonces escribía la columna Juicio en Momento Diario del entrañable Baraquiel Alatriste Montoto.

Mauro -un hombre sano, honesto y limpio-, aceptó la invitación sin calcular que iba a perder la libertad de su columna para convertirse en rehén de una puja por el poder político.

Con Mauro en la oficina de prensa quedó de manifiesto su trato, su don de gentes e identificación con propietarios y directores de medios. Los meses de gestión de González fueron evidencia de que el trato es más importante que los arreglos, también llamados convenios.

Las intrigas y las embestidas que se lanzaron desde el edificio de Finas Tranzas, perdón, que diga de Finanzas, terminaron por socavar el breve periodo de Mauro quien presentó su renuncia.

Tocó turno a Felipe Flores Núñez, un profesional de la comunicación y el periodismo más acorde con los nuevos tiempos; académico escrupuloso, conocedor de las novedosas tecnologías y funcionario muy concentrado en guardar las debidas formas con los medios.

El periodo de Flores fue muy pulcro en su relación con la prensa y ratificó que el trato está por encima de cualquier otro factor.

Llegaría el periodo de Mario Marín con un vocero que no tenía la más remota idea de la comunicación. 

En realidad el oriundo de Nativitas siempre tuvo una visión aldeana y rupestre de la prensa. Por esa razón nunca pudo dimensionar las secuelas, las consecuencias de prestarse al juego de procesar a Lydia Cacho. Y su gran consejero Valentín Meneses Rojas jamás le advirtió del conflicto que estaba provocando de manera innecesaria y estéril. 

El periodo de Marín es la prueba mayúscula de la importancia medular, toral que tiene una acertada o equivocada oficina de Comunicación Social. 

Marín fue socialmente condenado en marchas ciudadanas. Las implicaciones jurídicas llegan hasta nuestros días y no tienen para cuando resolverse.

El último gobernador priista trató de enderezar el barco llamando a uno de los pocos expertos en medios que tiene Puebla, Javier Sánchez Galicia, un personaje polémico y controvertido, pero sin duda el mayor conocedor de la comunicación política que tiene Puebla.

Sánchez Galicia hizo una atinada mancuerna con el inolvidable Ismael Ríos Delgadillo, hombre sensible y poseedor de un fino tacto, demostrando la importancia central del trato personal.

Luego llegaría un periodo que hoy se puede ver como un dibujo propio de moneros. El ejercicio de Marcelo García Almaguer -entonces y ahora-, solo puede verse como la caricatura de un pequeño tirano.

Amenazador, provocador, hostil, visceral, García Almaguer hizo de las cartas de réplica y las amenazas su sello personal.

A la mitad de aquel sexenio Moreno Valle tuvo que pedir el apoyo de Fernando Alberto Crisanto para tratar de limar los excesos de su vocero.

¿Hoy qué queda de Marcelo? ¿dónde cabe? ¿en qué medio es bien recibido?

¿Acaso tiene una consultoría que asesora a Marko Cortés o a Santiago Creel?  ¿Es catedrático en Ibero Santa Fe o en la Anáhuac?

En absoluto. Solo es un desaparecido político. Una viuda más de Rafael.

Ahí están las consecuencias del “vocero vengador”. Pero sobre todo las secuelas se perciben en el ambiente social que se muestra frente al deceso de los Moreno Valle Hidalgo.

Existe un rencor post-mortem que se sigue manifestando en gritos populares que afirman “¡Esos dos están vivos, se pelaron con el dinero!”, entre otras expresiones impublicables.

Ni Marcelo ni su jefe entendieron la importancia del trato personal y ahí están los resultados.

Sigamos adelante. 

De principio a fin el barbosismo fue un barco que siempre navegó en aguas turbulentas. 

Desde su choque frontal con el morenovallismo, a otra colisión con Alejandro Armenta en 2019 y después las pujas con Enrique Cárdenas, Claudia Rivera Vivanco, Alfonso Esparza Ortiz, José Juan Espinosa Torres, entre otros.

En todo ese periodo de aguas agitadas la flota de Barbosa Huerta siempre tuvo una operadora que fue enteramente leal. Verónica Vélez fue la capitana que siempre cumplió las indicaciones recibidas.

En los momentos más convulsos que haya visto la política poblana Vélez nunca movió su lealtad y adhesión. Por supuesto que eso tuvo un costo político y personal; la coordinadora sufrió embates hasta en su vida familiar, pero todo fue parte del agitado periodo al que sirvió.

Hoy toca turno al gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina de elegir al operador que llevará su relación con los medios y que como un escultor tallará su imagen pública. 

Ese nombramiento nos dirá mucho sobre su propio perfil y personalidad. 

Estaremos atentos a los movimientos del mandatario.

Como siempre quedo a sus órdenes.

Tw @CupulaPuebla

cupula99@yahoo.com 

Relación prensa – poder: el trato antes que los acuerdos
Verónica Vélez y Sergio Salomón Céspedes Peregrina Creditos: Agencia Enfoque
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Javier Arellano

Javier Arellano es uno de los periodistas más reconocidos y experimentados en Tehuacán; en su columna Cúpula, detalla y desnuda a la elite tehuacanera, los líderes de la región y también analiza...