En este espacio advertimos desde hace semanas, para ser más precisos el 11 de octubre pasado, sobre la inminente victoria de Augusta Díaz de Rivera. Sólo bastaba leer el contexto político para darse cuenta de lo que se avecinaba.
De entrada, y aunque mi amiga Genoveva Huerta, “Geno” pa’ los cuates, diga que no tuvo desgaste político tras las elecciones del 6 de junio, la realidad es que sí salió muy raspada, sus decisiones no gustaron mucho a los panistas.
De hecho, los panistas en todo el estado acusaron imposición, que fueron excluidos y que no los habían apoyado, que les había dado la espalda y prefirió meter a gente incluso de otros partidos en los cargos que eran para Acción Nacional dentro de la coalición con el PRI y el PRD.
Por otro lado, hubo muchas traiciones, mucha gente traicionó a Genoveva Huerta, y era lógico, pues la oferta de estar del lado del equipo del alcalde Eduardo Rivera siempre fue muy tentadora.
Lalo Rivera es actualmente el panista más importante de Puebla, su posicionamiento irá subiendo como la espuma, y, por supuesto, es el aspirante natural a la gubernatura de Puebla ¿Díganme si no habría traiciones a Geno?
Y otra razón que va de la mano con las anteriores, es que Geno, de una u otra forma, había mantenido un control, por no decir secuestro del PAN en Puebla, instaurando un nuevo grupo político o reviviendo al morenovallismo.
En realidad, y aunque la competencia estaba muy cerrada, Augusta tuvo siempre una ventaja sobre Geno. Y con la victoria de Augusta no solo resurge el Yunque, sino que se encumbra y se perfila para ser el grupo político más importante en Puebla para los próximos años.