Tragedias

TESTIMONIO: Con tres meses de embarazo, Wendy sobrevivió al coronavirus

- Foto: Salvador Rugerio

Wendy llegó al Hospital Puebla para hacerse la prueba. Estuvo cinco horas, cuando se la llevaban encapsulada para el Hospital Cholula le dijeron que no podía llevarse la bata, la desnudaron ahí y la envolvieron en una sábana que tenían los camilleros. Pagó 50 mil pesos. 

Por Viridiana Lozano Ortíz / @viriloz

/ Ciudad de Puebla
Telegram

Wendy Iselo López tenía tres meses de embarazo cuando, el 18 de abril, empezó con síntomas de coronavirus. Estaba muy cansada, tenía vómito, su doctor le pidió una radiografía de tórax, pero ni siquiera pudo llegar a su auto.

Su familia la llevó de inmediato al Hospital Puebla, donde, comenta, el trato fue inhumano. Lastimaron sus brazos al intentar canalizarla, pagó 50 mil pesos por las cinco horas que estuvo ahí. Su familia logró que la trasladaran al Cholula, un Hospital Covid, cuando iba de salida un hombre la detuvo y le hizo quitarse ahí mismo la bata porque no se la podía llevar. Los camilleros le dieron una sábana y así se fue envuelta.

Wendy estuvo mes y medio internada, sobrevivió al coronavirus y este es su testimonio:

Entraron por mí dos hombres vestidos con sus trajes blancos, completamente cubiertos; me dijeron que me trasladarían al Hospital Cholula. Con cuidado me subieron a la camilla y avanzaron por un pasillo hasta la salida.

Justo antes de irnos, un enfermero nos interceptó, “no se puede llevar la bata señora”, me dijo, yo me sentía cada vez peor, estaba saturando a 70 y tenía tos. “Oye, es una urgencia”, le dijo uno de los camilleros, “no, no puede, las tengo inventariadas”. Ahí, en el pasillo del Hospital Puebla, me quitaron la bata y me cubrieron con una sábana para llevarme.

Estar en ese hospital, aunque es privado, fue horrible y eso que solo pasé cinco horas. Sí, estaba infectada de coronavirus, pero no merecía ser tratada así. Me lastimaron mucho los brazos cuando quisieron canalizarme. Ni siquiera me ayudaron a pasarme a la camilla. Yo iba solo por la prueba, tenía planeados gastar unos cuatro o cinco mil pesos, pero le cobraron a mi familia 10 mil pesos. Después les dijeron que si quería quedarme ahí serían 100 mil pesos diarios. Las cinco horas que estuve adentro le costaron 50 mil pesos a mi familia.

***

Tenía tres meses de embrazo, yo me cuidaba, usaba cubrebocas, gel antibacterial, desinfectábamos todo en mi casa. Mi pareja y yo tenemos una tienda en Veracruz y habíamos viajado allá unos días antes. La tienda ha estado cerrada por la pandemia. El 18 de abril, cuando regresamos a Puebla, ambos nos sentimos muy cansados, pensamos que era por el viaje, así que nos dormimos.

Tuve vómitos y mucho dolor corporal, pero pensé que era por el embarazo; además: no tenía fiebres. Me fatigaba nada más de ir de la recámara al baño, mi mamá me daba de comer en la boca. Le llamé a mi tío que es médico y de inmediato sospechó que estaba infectada. “Hay que hacerte una radiografía de torax, porque las pruebas de coronavirus están tardando demasiado”, dijo.

No aguanté bajar las escaleras, no había caminado ni cinco metros y ya me faltaba la respiración, tenía una tos horrible ni siquiera pude llegar a la camioneta, me estaba ahogado.

Mi mamá y el padre de mi bebé me dijeron  que eso no era normal y que me tenían que internar. Imploré que no lo hicieran, tenía miedo porque había visto que la gente que entra en el hospital ya no sale. Pensaba “me voy a morir y no me van a volver a ver”.

Me llevaron al Hospital Puebla y ahí me hicieron la prueba del cotonete, me trataron muy mal.

***

Cuando salí de ahí, envuelta en esa sábana blanca, adentro de una cápsula, vi a mi familia de lejos en el estacionamiento. La ambulancia iba con la sirena encendida por la urgencia. Llegamos y había fila, estaban formadas una tras otra esperando dejar paciente.

—No, no tenemos lugar.
—Su familia habló y les dijeron que la podrían recibir —dijo el camillero.
—Sí pero sus familiares llamaron por la tarde, ahorita ya no tenemos espacio.
—Le tienes que dar prioridad porque está embarazada.

Estuve adentro de la ambulancia como una hora. Ya me estaban bajando para pasarme cuando escuché que alguien dijo, “¡No, espérate! ¡Primero va la funeraria!”, cuando escuché eso pensé: no voy a salir de aquí. Pero así era, salía un muerto y entraba un vivo.

Cuando entré al hospital, estaba horrible, ahí bajo me fumigaron y después me subieron al segundo piso. Ahí sí todo era diferente, muy limpio, nuevo. Me atendió de inmediato un ejército de personas, me canalizaron de nuevo y me hicieron estudios. Nada que ver con el Hospital Puebla, pensé que este hospital sería peor porque era público.

Era 28 de abril cuando me internaron y estuve ahí aislada un mes y medio. Estuve en el aislado dos, tenía baño. Todos los días me hacían estudios, siempre estuve muy baja de saturación, 70, 80, si era un buen día tenía 88. Aunque estaba prohibido me dejaron tener mi celular conmigo, para comunicarme con mi familia, una enfermera me llevó un cargador.

Ahí estaba sola, pero no dejaba de escuchar. “Código morado”, decían a cada momento, eso significaba que alguien había muerto. Escuchaba cómo los pacientes desesperados por el encierro agredían a las enfermeras y a los doctores. Querían escapar, se arrancaban el suero.

Ese tiempo pensaba mucho en ellos, en los doctores y las enfermeras, están con ese traje más de 8 horas sin poder comer ni ir al baño. Yo obedecía lo que me pedían, no tenía hambre y aún así me obligaba a comer, porque solo así me iba a recuperar.

A mí me decían que estaba muy bien, que tuviera ánimos que pronto me darían de alta, que corría más riesgo ahí adentro que afuera, porque había muchas personas infectadas y yo ya estaba mejor. Pero afuera, y eso lo supe hasta que regresé a mi casa, a mi familia le decían que tenían que estar pendientes, en cualquier momento tendrían que intubarme y si eso pasaba, me harían un legrado, porque mi bebé no aguantaría.

Cuando por fin salí, mes y medio después, me llevaron a mi casa en un auto particular porque no consiguieron ambulancia. Estuve todavía tres semanas en cama con el oxígeno conectado.

A la cuarta semana empecé de nuevo con dolor de estómago, no me podía levantar. Me hicieron un ultrasonido y era una infección en las vías urinarias. Comenzaba a reponerme, a estar bien, y resulta que mi mamá da positivo a coronavirus. El día que a ella le dieron este resultado yo empecé otra vez con fiebres; no tenía dolor ni nada, me hicieron estudios y resulta que el virus había afectado mis riñones, tomé otros 15 días antibióticos.

Haber estado infectada me ha dejado muchas secuelas. Aún estando embarazada bajé como 15 kilos, mis pulmones, me dijeron, quedaron dañados, como si llevara diez años fumando. Me fatigo muy fácil y sufro mucho para subir escaleras.

Tuve una segunda oportunidad de vivir y hoy lo valoro mucho porque no toda la gente la tiene. A uno de mis tíos lo internaron el sábado y el lunes por la mañana falleció.

Me faltan dos meses para terminar mi embarazo. Mi bebé hace entre el 16 y el 18 de septiembre.

 

MÁS TESTIMONIOS

Sexo sin besos, la nueva forma de trabajo de las prostitutas en medio de la pandemia por coronavirus; la historia de Galy

El doctor Ángel Vázquez atendió el primer caso de coronavirus en Puebla

En la primera línea, Verónica Flores luchó contra el coronavirus y terminó infectada

COMENTARIOS