26 de Abril del 2024

¿Por qué no creemos en el plan del presidente?: la exclusión de Foucault.

Por Sarah Banderas / /

Botana de Grillos

Después de un par de semanas de aislamiento, de cierre de escuelas, de pérdidas aceleradas de empleo y salarios, el domingo 5 de abril la población estaba ávida de un programa de “rescate”, ―incluso, podría afirmar, un rescate espiritual―, que se tradujera en un plan de emergencia económica para enfrentar la crisis por el COVID-19. A cambio, obtuvimos un informe parcial de gobierno, un concentrado de acciones planeadas a corto y mediano plazo, especialmente en el área social.

Sin embargo, a pesar de ello, ahí estaba el mensaje, ahí los recursos, ahí las acciones y las estrategias porque el presidente sí cuenta con un plan para atajar las secuelas del Coronavirus, cuenta con el Plan Nacional de Desarrollo, dirigido, especialmente, a los sectores más vulnerables; y cuenta, también, con algunas disposiciones adicionales para aliviarles, a ellos, este trance:

Adelanto de la pensión para adultos mayores y para niñas y niños pobres con discapacidad; incremento de los créditos para los pequeños negocios familiares; inversión adicional en servicios públicos básicos como drenaje y agua potable que generarán 228 mil empleos directos; becas a todos los niveles escolares; extensión del programa Procampo; ampliación del Programa Sembrando Vida para sumar a 200 mil campesinos más; apoyos directos a 190 pescadores; construcción y mantenimiento de caminos rurales; otorgamiento de créditos personales, de vivienda y para pequeñas empresas del sector formal e informal; generación de empleos con el inicio del Tren Maya y otras obras de infraestructura, entre otros. 

Dice Michel Foucault en el Orden del discurso (1970) que inevitablemente, el discurso conlleva en sí mismo una zona de exclusión, ya que no puede hablarse de todo ni abarcarlo todo, y las instituciones del propio régimen se encargan de delimitar esos elementos a excluir.

Hay un sistema de exclusión entre verdad y falsedad y la voluntad de verdad excluye en sí misma la falsedad. La voluntad de verdad es aquella que domina al resto de los discursos y está apoyada en la base institucional. En este caso, la voluntad de verdad del discurso del presidente (que permea a la administración pública federal), es que primero deben atenderse a los más vulnerables; y, por ende, la falsedad sería atender a “los otros” y también la necesidad de construir un nuevo plan para poder enfrentar la crisis.

¿Por qué no creemos en el presidente? Porque, desde Foucault, el resto de la población, nosotros, somos la falsedad en este sistema de exclusión del discurso.

En otras palabras, el presidente no les habla a los grandes ni medianos empresarios, a la clase media, a los profesionistas, porque ese nunca ha sido su público objetivo, su audiencia meta; él le habla a su base de votantes, -la voluntad de verdad-, algo que siempre ha sido así, pero falsamente supusimos o anhelamos que cambiaría cuando llegara al poder. Desde la óptica del presidente ¿por qué habría de incluir a quienes ya gozaron de los favores gubernamentales? Desde la desolación del resto ¿por qué excluir a millones más que le dimos nuestra confianza con el voto?; ¿por qué, en un momento de crisis, no apelar al todo y desarticular la falsedad?

Sin duda, el mensaje de rescate está ahí, claro y fuerte para las clases más vulneradas por la pandemia, pues esa es la voluntad de la verdad y ni el mismo Coronavirus podrá modificarla.

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