El viaje de la libélula

Despedir el año con el corazón agradecido

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Por Aurora Reyes /

Se acerca el final del año 2019.

Esta temporada suele ser altamente emocional, pues para muchas personas, es lo que indica tanto el cierre de un ciclo como el inicio de otro.

 

Es común que alrededor de las festividades de año nuevo se lleven a cabo distintas costumbres que enmarcan el momento: ya sea que te toque asistir a la reunión familiar o pasarlo en el trabajo; quizás te encuentres solo, de viaje o fuera de tu ciudad; puede que te juntes con tus amigos o inclusive, que no tengas ánimos ni de pensar en la tradicional lista de propósitos.

 

Independientemente de todo eso, lo que termina jugando un papel muy importante para el cierre de todo año es la naturaleza misma de su estructura, la cual exige la despedida del “año viejo”, para dar bienvenida al nuevo. Al final, esto favorece una atmósfera muy particular de la temporada, pues intensifica la experiencia y el deseo de las personas por cerrar ciclos.

 

Así, todo proceso de cierre tiene el potencial de vivirse como una pérdida, por lo que puede facilitar estados más emotivos, de mucha mayor sensibilidad y hasta de cierta vulnerabilidad psicológica: mientras que el pasado que despedimos nos puede contactar con sentimientos como la nostalgia o la melancolía; por otro lado, la anticipación del nuevo porvenir nos puede dejar tan esperanzados como angustiados por la incertidumbre de no saber qué sucederá en el futuro.

 

Entonces, cuando el corazón está descolocado del presente –del aquí y del ahora– se vuelve complicado transitar con conciencia nuestros procesos de cierre, pues termina por guiarse desde la culpa o el miedo.

 

En lo personal, creo firmemente que cuando se va por la vida con el corazón lleno de agradecimiento, es mucho más difícil que se llene de otros sentimientos menos nobles. Por ello, si tienes la intención de que este cierre de año sea diferente (más consciente, más pleno y una experiencia personal) y estás convencido de que una disposición agradecida puede ser uno de los escudos más virtuosos con los que nos podemos armar, te invito a considerar algunos de los siguientes ejercicios. Elige de entre todos aquel que te haga más sentido, según lo que necesites explorar de ti mismo/a:

 

  1. Escribe un diario de gratitud.

Un buen ejercicio para familiarizarte con el sentirte agradecido es escribir tus motivos. No tiene que seguir estrictamente la fórmula general de un diario común (ya sabes, el típico: “Querido Diario: …”).

Mejor aún, podrías intentar escribir un pensamiento por día o tres agradecimientos por semana (tú puedes elegir la frecuencia y la cantidad en que deseas hacerlo). Conforme vayan pasando los días, procura que las cosas por las que te sientas agradecido rebasen los simples objetos materiales o físicos; opta por identificar experiencias que hayas podido vivir y que te hayan dejado una sensación de plenitud al haber sido parte de ellas: una comida familiar, un viaje, una película, un abrazo, etc.

  1. Meditar es una forma de agradecer el vivir en el aquí y el ahora.

El principio básico de toda meditación es valorar la experiencia sensorial del momento presente. Busca un espacio tranquilo (de preferencia) y ponte cómodo. Poco a poco, concéntrate en tu propio cuerpo y sensaciones: tu respiración, el latido de tu corazón, la temperatura de tu piel, las texturas de lo que esté al alcance de tus manos o pies, algún aroma y en los sonidos a tu alrededor. Sólo percíbelos en silencio, cuidando mucho que tu respiración sea profunda y tranquila. Intenta hacerlo con los ojos cerrados y distinguir unos estímulos de otros.

  1. Sustituye el pedir perdón por el dar gracias.

El perdón puede ser útil, por supuesto, pero si te identificas como alguien que suele pedir disculpas por nimiedades o si cuando lo haces te acompañan pensamientos muy duros sobre ti mismo/a (ej.: “qué torpe soy”, “otra vez llegué tarde”, “soy un desastre”, “nada me sale bien”, etc.), sugiero que, en lugar de disculparte, extiendas un agradecimiento a la otra persona.

                Digamos que quedaste de verte con un amigo/a y por alguna razón te demoraste en llegar, pero eso no afectó realmente los planes que tenían: prueba intercambiar la justificación (“Discúlpame, qué pena, se me hizo tarde porque…”) por gratitud (“Hola, ¿cómo estás? Muchas gracias por haberme esperado.).

 

  1. Acción de gracias para tu pasado: mira tus errores con compasión.

Si el fin de año te tiene todo pensativo y con arrepentimientos respecto a decisiones que hayas tomado en este periodo, intenta desconectarte primero de esas ideas (puedes intentar unos minutos de meditación o relajación). Después, puedes hacer una lista de momentos en tu vida que recuerdes con mucho orgullo y satisfacción, que te hagan sentir bien contigo mismo/a y después elabora una frase compasiva (que sea corta, pero significativa para ti) y repítela cuantas veces lo necesites.

Ser compasivos es aceptar nuestra imperfección, entender que somos un proceso que nunca termina y que tenemos derecho a equivocarnos. Recuerda que eres mucho más que la suma de todas tus partes y una parte de tu vida no te define por completo.

Además, los errores son una excelente oportunidad para mirarnos con auténtica curiosidad. Te aseguro que, de examinarte sin juicios, le descubrirás un sentido distinto a esos momentos en los que sentiste que las cosas no salieron como lo esperabas y, probablemente, hasta aprendas algo por lo que te puedas sentir agradecido.

 

  1. Acción de gracias para el futuro: navega la incertidumbre con apertura.

La vida es un mar de incertidumbre sobre el cual no poseemos control. Pensar en el futuro y los cambios que puede traer a tu vida es algo que podría hacerte sentir atemorizado/a, sin embargo, es parte de nuestra naturaleza.

Carl Rogers consideraba al miedo y la incertidumbre como sus compañeros de vida -y de todo ser humano-, así que la mejor forma de transitar hacia el provenir es con apertura, curiosidad, flexibilidad y disposición a participar de la vida, de lo que nos traiga (encuentros y desencuentros), porque de desear lo estático y una existencia sin cambios, estaríamos renunciando a la vida misma.

 

Si has llegado hasta aquí, no me queda más que darte las gracias por haberme acompañado en este año y a lo largo de este espacio. Espero que haya sido de tu agrado y de utilidad para ti u otros a tu alrededor.

¡Deseo que entres en este nuevo año con plena conciencia de ti mismo/a, disfrutando del aquí y el ahora!

Por último, si algún tema es de tu interés y te gustaría que lo abordara, utiliza el hashtag #ElViajedelaLibélula o encuéntrame en @Kalidoscopia (Twitter) para hacerme llegar tus sugerencias y/o comentarios.

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