El viaje de la libélula

Escucha a tu intuición

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Por Aurora Reyes /

Recientemente he coincidido con varias personas que suelen encontrarse a sí mismas frente a la tarea de tomar alguna decisión personal y que, por supuesto, desean que aquella opción por la que finalmente se decidan, sea “la mejor de todas”; aunque tal resultado siempre variará según el caso de cada uno.

Me he percatado por igual que, en la mayoría de los casos, la zona cómoda para resolver sus problemas es decidir y moverse desde “el mundo de las ideas”, dejando en segundo plano sus afectos y emociones. En otras palabras, son personas que recurren fielmente a su lógica para estructurar sus posibles soluciones, pues les parece que este tipo de pensamiento es “más confiable” e infalible. Sin embargo, aun cuando su mente les indica que su razonamiento es el más sensato u “obvio”, no siempre terminan sintiéndose satisfechos o seguros de su elección. Ante su confusión, suelo preguntar: ¿qué te dice tu intuición?

A pesar de que para filtrar nuestras decisiones sí sea importante hacer uso de nuestra intelectualidad (establecer pros y contras, considerar riesgos, ordenar las prioridades, motivos y nuestras ideas, etc.), la intuición existe también como otro elemento que suele quedar olvidado y que resulta realmente útil cuando se trata de dar respuesta a nuestros dilemas.

La intuición no es un mito ni algo que funcione como arte de magia. Lamentablemente, muchas veces la ponemos a luchar en contra de la lógica, como si una y otra no pudieran enriquecerse mutuamente. No obstante, debes saber que ambas forman parte de nuestro diseño neurobiológico original, dependiendo del mismo órgano para poder manifestarse: el cerebro.

Por un lado, la intuición es un proceso más sensorial (relacionado con las emociones y los sentidos; como la vista, que interpreta información visual y la asimila e interpreta; y puedes sentir desagrado o felicidad derivada de esos estímulos), mientras que la lógica es un proceso más racional (relacionado con las ideas y el conocimiento; el desarrollo de estos y su organización coherente). Las dos son fuentes ricas de información sólo que de distintos tipos por lo que sería un error dejar fuera de la ecuación a alguna de ellas cuando se trata de resolver un conflicto personal.

En el caso de que seas una de esas personas que suelen dar mayor importancia a lo lógico y anular lo emocional, ten en cuenta que la intuición está fuertemente ligada a nuestra memoria sensorial; sus principios ya vienen integrados biológicamente en nosotros, por lo que podemos ponerla en práctica y ejercitar nuestra inteligencia emocional, reconociéndonos a nosotros mismos, a nuestras experiencias y a las sensaciones que éstas nos provocan.

A continuación, deseo compartirte algunas ideas sobre cómo empezar a entrenarte para escuchar con mayor claridad a tu intuición e integrarla en el proceso de tomar tus decisiones:

1.- La corporalidad como un lenguaje.

Empieza por hacerte más consciente de tu cuerpo y de lo que puede estar comunicándote en los diferentes escenarios de tu día a día.

  • La relevancia de nuestro cuerpo humano para la intuición no reside en su apariencia o estética sino en su condición de órgano sensorial.
  • De hecho, Carl Rogers -psicólogo humanista- llegó a considerar a la intuición como una herramienta útil para favorecer el desarrollo humano, sólo que él la nombró “valoración organísmica” y no se equivocó en hacerlo de ese modo.
  • Así, nuestro desarrollo debe ser un proceso integral, por lo que exige que le demos atención e importancia a aquellas partes de nosotros que muchas veces ignoramos por ser poco visibles, como lo son las sensaciones que nuestro cuerpo nos comunica. Por ejemplo: si caminas por una calle que poco frecuentas o desconoces, a muy altas horas de la noche, sin suficiente alumbrado público, seguro que tu cuerpo tomará alguna postura de resguardo o protección, puede que aceleres el paso, que tu corazón lata con prisa, etc. Todos son signos que vienen de la lectura que tu cerebro hace del ambiente y que “intuye” o interpreta como peligro y amenaza.
  • Los primeros canales por los que establecemos contacto con nuestra realidad tangible son nuestros sentidos, los cuales trabajan con las sensaciones que recogen del entorno: temperatura, como frío o calor; texturas, como suave o áspero; presión, como un apretón de manos relajado o tenso. Todo esto se transforma después en contenidos más racionales susceptibles de análisis y podemos llegar a decir cosas como “este apretón de manos me incomoda”, “esa palmada en la espalda fue algo violenta” y hasta expresamos cosas como “la mirada de esa persona es muy fría, me desagrada”. Así de relevante es la corporalidad para la intuición.

2.- Da pasos pequeños con preguntas sencillas que exploren tus sensaciones.

Si te es muy difícil identificar tus emociones, empieza por distinguir entre dos categorías: ¿agradable o desagradable?

  • Intenta estar atento a los hábitos mentales que tienes para juzgar una situación o experiencia. A veces pasa que, cuando estamos muy habituados a rutas racionales y lógicas, llegamos a elaborar nuestros juicios tan precipitadamente que nos saltamos el paso de reconocer la emoción y, encima, brincamos en automático a reaccionar, en lugar de haber actuado con meditación previa.
  • Cuando no estés identificando tu emoción, procura explorar las sensaciones que acompañan la experiencia que estás viviendo y procura hacerlo en ese mismo momento. De paso, te ayudará a mantener controlados tus impulsos y evitará que actúes sin pensar.

3.- Distrae a tu cerebro de las “falsas intuiciones”: los prejuicios.

Nuestro cerebro es un órgano complejo de estudiar pero que, en términos funcionales, es muy práctico y simplista: prefiere siempre la ruta más eficiente y ahorrativa. Sin embargo, esta facultad de llevar a cabo tareas intelectuales con rapidez es, en parte, una de las razones que le posibilita cometer “errores” al procesar la información que percibe y analiza.

  • Cuando nuestro cerebro ha estado procesando información sobre una situación en particular, se permite crear “atajos” para disminuir el esfuerzo y el trabajo. Dicho de otra forma, se adapta para predecir futuros problemas o demandas de nuestra parte. Pero eso puede predisponer entonces algunas de las resoluciones que nos ofrezca después de haber estado trabajando en un mismo tema o situación. Por ejemplo: si tuve un desacuerdo con alguien y, posteriormente, me concentro todos los días sólo en “lo injusto”, “lo horrible”, “lo mal intencionado” de esa persona, es probable que en algunas de mis futuras interacciones comience a interpretar o leer que lo que pasa entre nosotros viene de ese mismo lugar negativo. Puede que en parte sí haya algo que arreglar, pero también considera que hemos estado alimentando a nuestras rutas neuronales con ese tipo de información, por lo que está saturada sólo de esos contenidos y con eso interpretará mi realidad.
  • Distraer a tu cerebro de esas ideas prejuiciosas es posible si cierras tus ojos, respiras profundo y te haces una serie de preguntas simples que puedas responder con sí/no. Por ejemplo: ¿me gusta el chocolate?, ¿el cielo es azul?, ¿estoy despierto?, ¿estoy de pie?, ¿tengo dos manos?
  • Cuando hayas respondido varias de esas preguntas, entonces elabora la pregunta importante sobre la cual estés intentando decidir: “¿cómo me hace sentir esta persona?”, “¿qué es lo que me incomoda en esta situación?”, “¿cómo me siento con esto que me ha sucedido?”. Así, se reducirán las probabilidades de que te estés guiando por una “falsa intuición” o prejuicio, pues forzamos a nuestro cerebro a soltar el “atajo mental” que había construido previamente sobre ese problema que nos angustiaba.

Por último, si quisieras conocer un poco más sobre la forma en la que funciona nuestra intuición, te dejo un link en el que podrás escuchar a Elsa Punset, escritora y filósofa española, explicar breve y claramente sus fundamentos: https://www.youtube.com/watch?v=TwHPy3YY_lo

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