El viaje de la libélula

La salud mental no luce igual en todos

-
Por - /

Actualmente, el entendimiento de la salud mental no se restringe sólo a la ausencia de alguna patología o enfermedad, sino también al cuidado de las formas en que nos vinculamos con otros, a los procesos en que nos significamos personalmente y a las prácticas de autocuidado que podemos llevar a cabo.

Asimismo, he notado que la salud mental y el bienestar personal parecieran estar en boca de todos y que se ha vuelto un tema casi “viral”. Pienso que lo anterior se debe, en parte, a las condiciones de accesibilidad tecnológica que en nuestros tiempos tenemos y a la excesiva necesidad de permanecer “conectados” en el mundo virtual, durante casi todo el tiempo que permanecemos despiertos. No obstante -y quizás, de manera lamentable-, esto no implica que lo que se divulga y encontramos en el internet sea siempre la información más adecuada para todos, en términos de salud y cómo preservarla.

A propósito, me da la impresión de que las redes sociales se han llenado salvajemente de contenidos de humor o memes, tanto como se han visto inundadas de una inmensa variedad de “ofertas wellness” orientadas al bienestar individual.

La cultura del wellness (“bienestar”) se caracteriza por su búsqueda de cultivar cuerpo y mente por igual; debo decir que, de entrada, en sus principios me parece fantástica. A pesar de ello, sí encuentro problemático que su desmesurada difusión le haga vulnerable a intereses menos nobles que, ante todo, capitalizan la necesidad del desarrollo personal y el cual, como seres humanos, tendemos a buscar y desear de manera natural.

Considero que lo anterior es riesgoso para la salud mental de las personas, en muchos niveles. Por una parte, la falta de regulación en los contenidos que se difunden y comparten pueden favorecer a la desinformación, así como a la falta de calidad en las propuestas que circulan en el internet; por otro lado, surgen mitos sobre lo que entendemos por “bienestar” y también sobre la forma en la que éste debe lucir o manifestarse en nuestras vidas.

La realidad es que, sean cuales sean sus modalidades de presentación –frases motivacionales, imágenes inspiradoras, talleres, cursos, etc.–, algunas de estas ofertas llegan enmascaradas bajo la promesa de ser una forma “mágica” de atender la salud mental de las personas y de resolverles sus problemas. Peor aún, algunas se atreven a indicar la existencia de un sólo camino, “el mejor camino”, para conseguir un estado saludable.

Muchos son los discursos o principios suscritos a la filosofía wellness, pero son muchos más los individuos que se suben al tren… y, a primera vista, todos parecieran tener la buena intención de ayudarnos a construir modelos de vida más saludables.

Hoy en día, casi cualquier persona se permite portar en alto el estandarte del bienestar emocional y vender una “imagen saludable” que los demás debiéramos de aspirar a conseguir. Podemos encontrar múltiples voceros “iluminados” (algunos de ellos, autodenominados influencers) que se proclaman expertos y promocionan su estilo de vida como “el único camino a la felicidad”. Cuales sean sus causas o discursos: la alimentación, el ejercicio físico, el body positivity, la sexualidad, el éxito laboral, el autocuidado, etcétera; a veces, el hecho de que haya tantas voces asegurando que su método particular de procurar su salud es “el mejor” nos vuelve muy difícil filtrar el camino más adecuado para nosotros mismos. Sin embargo, de igual modo, nos exige ser responsables de los contenidos que “consumimos” y nos creemos.

Quisiera aclarar que mi intención no es, en absoluto, proclamarme sobre todas estas “ofertas” para instaurar mi opinión como la correcta, pues estaría cayendo en el mismo vicio que cuestiono. Más bien, quisiera que todos pudiéramos estar atentos a aquellas posturas que nos vendan estereotipos inflexibles sobre la salud mental y que podamos considerarlas con criticidad, aún si de entrada nos hacen sentido; pues cualquiera de éstas, llevada a la práctica sin conciencia, pudiese transformarse en una experiencia altamente frustrante al ser una imposición (social o autoadministrada) de cómo “debo de” lucir, comportarme, opinar y hasta sentir.

Sólo como un vago ejemplo de lo diversa que puede manifestarse la salud mental y emocional en nuestras vidas: mientras que a una persona podría hacerle bien construir rutinas que le exijan disciplina, a otro podría venirle bien “soltarse” un poquito y relajarse con sus estructuras inflexibles; a alguien más le puede ser útil “tomar riesgos” en cuanto a salir de su zona cómoda, mientras que quizás hay alguien más que necesite aprender a decir que no a estas experiencias, para dejar de exponerse a situaciones que le pueden estar llevando a situaciones de peligro.

La realidad es que a todos nos funcionan cosas distintas y, dentro del mar de posibilidades, alguna podría ser la indicada para ti, mas no te exijas cumplirle a todas y cada una de ellas. Asimismo, el llegar a descubrir las que te son más útiles ahora, no significa que ya tengas todo el camino resuelto de ahí en adelante. Las personas crecen, se mueven y, con ello, sus necesidades; por ello, muchas de las estrategias que nos han llegado a funcionar en algún punto de nuestras vidas, pueden dejar de hacernos sentido más adelante, invitándonos a retomar la búsqueda de algo que pueda ajustarnos mejor.

El día de ayer, 10 de octubre, se celebró el Día Mundial de la Salud Mental y es por eso por lo que la columna de hoy se encuentra dedicada enteramente a esta importante fecha. Así, ante la duda de si estás llevando a cabo la mejor práctica o no para el cuidado de tu salud mental, considera lo siguiente: la preservación de la salud mental es un camino personal que se trabaja diariamente con conciencia y, por ello, no luce igual en todos.

Búscame la siguiente semana en #ElViajedelaLibélula para saber un poco más sobre este tema y no olvides seguirme en @Kalidoscopia (Twitter). ¡Hasta pronto!

COMENTARIOS