El viaje de la libélula

La renuncia como un ejercicio de la voluntad

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A toda la comunidad estudiantil que me acompañó

y me ayudó a crecer: los llevo siempre conmigo.

Gracias totales.

La vida está hecha de encuentros y desencuentros que constantemente nos indican el principio y fin de nuestras experiencias; a veces se dan sin previo aviso, quedando fuera de nuestro control, no obstante, hoy quiero hablar sobre aquellas ocasiones en las que queda en nuestras manos hacer que estos inicios y cierres sucedan, es decir, de cuando nos enfrentamos a tomar decisiones que, si bien pueden ser difíciles, las consideramos necesarias. Por ello, en este texto deseo exponer algunas ideas sobre las implicaciones de hacer renuncias en nuestras vidas y cómo la toma de este tipo de decisiones es, por sí misma, un fuerte ejercicio de la voluntad.

En primer lugar, considero que cuando optamos por renunciar a algo o alguien, estamos siendo los protagonistas de un acto voluntario y decisivo; de hecho, la Real Academia de la Lengua Española comprende a la renuncia como la “dejación voluntaria de algo que se posee, o del derecho a ello”. Así, aunque una renuncia provenga —en el mejor de los casos— de una elección personal, libre y consciente, ésta no será siempre un proceso sencillo de atravesar.

Así, la razón de que un proceso de renuncia sea particularmente doloroso reside en que, cuando renunciamos a algo, esta experiencia se vive frecuentemente como una pérdida y, naturalmente, puede derivarse en la necesidad de atravesar su propio proceso de duelo. Por ello, aunque las características de éste dependerán siempre de la persona que particularmente lo vive, sí podemos considerar cinco etapas que, en general, se presentan durante el mismo: 1) la negación, 2) la ira, 3) la negociación, 4) la depresión y, sin importar el orden o duración de las anteriores, la última en llegar es siempre 5) la aceptación; alcanzar esta última indica que hemos sido capaces de integrar la pérdida en nuestra vida, de manera que nos disponemos a continuar hacia la construcción de algo nuevo.

Por otra parte, pensemos en la bondad que toda pérdida trae consigo: cuando decidimos cerrar una puerta, otras se abrirán potencialmente; por ello, siempre que renunciamos a algo con conciencia y decidiendo por nuestro bienestar, estamos posibilitando la expansión de nuestra zona de confort y con ello, ampliando nuestros aprendizajes. Esto sucede así debido a que todas las personas estamos inherentemente llamadas a la eterna búsqueda de ser nuestra propia mejor versión y, junto a ello, contamos con el potencial de resignificar nuestras experiencias de vida de manera constructiva.

Carl Rogers -psicólogo humanista- consideró que las personas somos capaces de desarrollarnos de manera integral, positiva y permanente. Además, pensaba que esto se potencia cuando nos encontramos inmersos en un ambiente favorable que nos haga sentir seguros, valorados y en el cual hallemos la confianza para ser nosotros mismos, sin máscaras. Por eso, cuando una persona hace pleno uso de su libertad y de su voluntad para renunciar a algo en su vida, es reflejo de su necesidad de ponerle fin a una etapa y abrirse camino hacia otras realidades posibles en donde pueda ser más congruente consigo mismo y más auténtico.

En definitiva, no hay fórmulas mágicas para saber cuándo es el momento adecuado de retirarnos de alguna situación en nuestra vida, aunque sugiero siempre que hagas caso a tu intuición. Ahora bien, si te resulta poco claro tu panorama, dejaré a continuación algunos puntos que podrían serte útiles en caso de que estés por tomar una decisión así:

¿Cuándo es momento de renunciar a una situación/relación/compromiso?

  1. Cuando no nos sentimos satisfechos.
  2. Si nos impide concretar proyectos que realmente anhelamos.
  3. Si estamos en esa situación sólo para complacer a los demás, sobre todo, si es a costa de nuestra propia felicidad.
  4. Cuando nos hace perpetuar hábitos que afectan nuestra salud general.
  5. Cuando nos reconocemos en un ambiente poco favorable para nuestro crecimiento. Comúnmente, estos espacios tienden a robarnos la energía de manera gradual; hasta es posible que las acciones que estamos tomando no contribuyan a la construcción de la persona que deseamos llegar a ser en el futuro.
  6. Si cada vez más pierdes sentido de por qué estás allí o si, de manera inminente, esto carece de todo sentido.
  7. Si la sensación de “comodidad” que obtengo de estar allí viene, no desde la felicidad, sino desde un lugar de resignación y desesperanza.

Algunas sugerencias de cómo facilitar el proceso de hacer una renuncia:

  1. Haz un listado de los “pro” y los “contra” que sucederían en caso de renunciar. Esto nos ayuda a esclarecer nuestro punto de vista sobre la decisión que queremos tomar.
  2. No tomes decisiones importantes cuando te sientas desolado. San Ignacio de Loyola describía dos estadios del espíritu: la desolación y la consolación; el primero, permite que la ansiedad, el vacío, el sinsentido y nuestras heridas tomen control de nosotros; el segundo, permite que la paciencia nos oriente -como brújula- y, sin embargo, no es sólo tener paciencia sino estar en paz con uno mismo y con el mundo. Así, tomar decisiones en un estado de desolación puede conducirnos al autoengaño, pues encubrimos aquello que nos es difícil. Mantén la cabeza fría y el corazón sosegado, en sintonía.
  3. Ten en cuenta que el cambio siempre es un síntoma de movimiento y, con ello, de la vida misma; las renuncias no sólo implican pérdida, sino ganancia de la posibilidad de algo más, nuevo y diferente.
  4. Si identificas el deseo de concluir una situación así en tu vida, pero las condiciones a tu alrededor te dificultan muchísimo el tomar la decisión, quizás puedes sostenerte a través de redes de apoyo saludables que puedan acompañarte en tu proceso o de involucrarte en otras actividades alternativas que te llenen de energía y te hagan feliz, hasta que las cosas se acomoden o estés listo para dar ese paso.

 

Por último, quisiera hacer unos apuntes sobre algunos “vicios” que pueden suceder durante el proceso de una renuncia:

  1. Cuando decidimos retirarnos, pero no soltamos del todo. Soltar a medias no sólo nos causa insatisfacción a la larga, sino que podemos estar propiciando relaciones confusas y poco saludables para todos los implicados. Así, no se trata de fingir que lo que hemos dejado atrás jamás nos sucedió, pero si hemos elegido dejar esa relación (de trabajo, de amistad, de pareja, de hábitos), también elegimos el cese de un compromiso (incluye las responsabilidades y los derechos) que debíamos asumir al estar allí.
  2. En el otro polo, tenemos el vicio de soltar antes de tiempo. Es importante honrar los compromisos y eso significa que debemos hacernos responsables de ellos hasta el final (sobre todo cuando nos hicieron felices o nos sentimos agradecidos por esa experiencia). No se acaba hasta que se acaba.
  3. A veces confundimos la idea de lo que nos hace felices con aquello que nos trae una gratificación inmediata. Si notas que deseas renunciar a algo sólo por “evitarte la molestia de”, es posible que estés optando por una vía de escape momentánea, pero que probablemente no resolverá el problema real.
  4. No sacrifiques tu propio estado de paz; después de todo, tomar decisiones responsables y conscientes es fundamental para la conservación de ésta. Cuando nos enfrentamos a una renuncia, se vuelve necesario contactar con la incomodidad que nos provoca el tomar este tipo de elecciones difíciles, por ello, más que guiarte por el miedo, el conformismo o la evitación, piensa en cómo salvaguardar tu paz mental. La paz interior como un estado mental es un recurso que nos fortalece frente a las situaciones que nos pueden provocar ansiedad o desestabilizarnos emocionalmente, por lo que nos hace más fácil enfrentar la adversidad.

Es importante no perder de vista que las decisiones que tomamos día a día son aquellas que nos llevan, paso a paso, a construir la persona que somos y que queremos llegar a ser. Por eso, si te encuentras en la posición de ser quien toma la decisión de concluir y despedirte de una etapa en tu vida, aprecia el privilegio de poder ser quien elige despedirse y, con ello, valora la importancia de hacer un buen cierre, aquel que te haga sentir que has sido congruente con tus objetivos y contigo mismo.

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