El viaje de la libélula

La ley de la conservación de la energía

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¿Soy sólo yo o es que la fatiga psicológica está a la orden del día?

Pienso si tendrá que ver con este reciente clima tan desnivelado y bochornoso; si quizás es que ya hemos pasado el ombligo de semana y tengo cansancio acumulado o si podría ser la carga de trabajo que he sostenido estos días. Si son todas las anteriores y otras que no he enlistado… En fin.

En lo personal, reconozco que estoy en un punto de mi semana en el que comienzo a sentir una notable disminución en mi energía o dicho de otra forma, me encuentro a mí misma mentalmente agotada. Si te identificas con esta sensación, te invito a que continúes leyendo.

Cuando nos hallamos en un estado de agotamiento mental podemos observar que muchas otras partes de nuestra persona empiezan a ir en declive por igual. Al fin y al cabo, somos una totalidad, un conjunto de muchas esferas que nos conforman y hacen de nosotros un sistema bien articulado, por lo que cuando una parte nuestra se ve comprometida, es consecuente que otras sufran por igual, afectando nuestro rendimiento.    

Este agotamiento psicológico seguro puede parecerte familiar si se le vincula con el popular e infame estrés. Por su parte, la Asociación Americana de Psicología (APA) entiende al estrés como una sensación de agobio, preocupación y agotamiento que, por naturaleza, nos resulta desagradable o molesta y que puede llegar a manifestarse, como he dicho antes, en cualquiera de las dimensiones de nuestra persona.    

No obstante, aun cuando se reconoce que una pequeña dosis de estrés puede ser saludable y servirnos como impulso para comenzar proyectos o llevarnos a la acción, la realidad es que el término es asociado frecuentemente con un significado negativo.

De hecho, no es extraño que este tipo de estrés se esté ganando un lugar cómodamente en nuestros días. A decir verdad, la mayoría de la población mundial se haya inserta en una dinámica global tan apresurada, constantemente saturada de actividades o de estímulos audiovisuales que asaltan nuestra atención todo el tiempo y que pocos espacios nos dejan para el descanso. 

Inclusive, existen condiciones como el Síndrome de Burnout que se caracteriza por un estrés crónico, permanente y en aumento que tristemente en muchas ocasiones no se atiende adecuadamente, porque quien lo sufre lo percibe como “normal” y, por si fuera poco, algunos círculos sociales parecen celebrarlo y perpetuarlo –como si la capacidad de subsistir sobre-exigidos fuese una fortaleza deseable, aunque ese es otro tema–. 

En ocasiones nos ocupan y suceden tantos asuntos de manera simultánea que puede ser difícil encontrar una situación raíz a la que podamos determinar como la causa del problema; no siempre es una causa pura sino la combinación de muchos pequeños factores que se transforman en una carga y nos orillan a experimentar esta sensación de agotamiento.

Sin embargo, aunque no podamos tener total control de nuestro entorno, siempre podemos encontrar alguna forma de administrar nuestra energía y ponerla al servicio del tiempo que tenemos para lograr nuestros compromisos.

Bien dice la conocida ley de la conservación de la energía que ésta no puede ser creada ni destruida, más se rinde al cambio y con ello sólo puede ser transformada.

Asimismo, no es necesario –ni saludable– exigirnos hasta el extremo y provocarnos un colapso absoluto por no colocar nuestra energía en favor de nuestra plenitud.

Por lo que si te encuentras estresado ahora o con recurrencia y encima de todo, la mera idea de apartar un espacio para detenerte o descansar te drena aún más tu energía y te lleva a la preocupación, déjame decirte que aunque sé que estás haciendo lo mejor que puedes y eso es muy valioso, existen muchas otras formas de afrontar tu realidad y que seguro podrán ajustarse a tus necesidades.

Y dado que todos los seres vivos somos capaces de desarrollarnos, confío en que descubrirás cómo moverte a tu propio ritmo hacia nuevos hábitos que te ayuden tanto a cumplir con tus actividades como a no morir en el intento.

Quisiera entonces presentar cinco puntos que a título personal, me ayudan a navegar todos esos momentos de fatiga y agobio con una mayor sensación de paz y autodominio:

  1. Identifica aquellas cosas que te llenan de energía. Quizás has notado como hay ciertos espacios, personas o actividades que parecieran recargarte la pila. Para algunos puede ser un pasatiempo formal o informal: hacer deporte, practicar alguna disciplina o actividad artística; para otros puede ser leer un buen libro, tomar una siesta breve o una caminata.

Sea lo que sea, cuando encuentres aquello que te vitaliza, utilízalo como una actividad que sin necesidad de arrojarte al vacío y a la actividad nula, pueda transformar tu energía, del cansancio al descanso.

  1. Aunque para muchos la oportunidad de tomarse unas vacaciones puede ser muy atractivo, no es muy probable que podamos interrumpir –en medio de la semana– nuestras responsabilidades y ocupaciones para llevarlo a cabo. No te preocupes, ya que tampoco es necesario irnos muy lejos para emprender un viaje restaurador: hacer ejercicios de visualización y meditación que nos reconecten con nuestro cuerpo es una forma de regresar a lo básico.

Las visualizaciones son una herramienta que utiliza nuestra imaginación para construir escenarios mentales –frecuentemente inspirados en la naturaleza y sus paisajes– que nos ayudan a fugarnos por un momento de las preocupaciones.

Basta con apartar un momento de silencio, cerrar los ojos y diseñar ese espacio seguro en nuestras mentes.

Asimismo, la meditación es un ejercicio que contrario a lo que muchos piensan, tampoco requiere de mucho esfuerzo. Si estás corto de tiempo, no es necesario montar una superproducción con aromas, sonidos, luces e instalaciones elaboradísimas.

Basta con ponernos cómodos y explorarnos en un nivel sensorial ¿Cómo está mi cuerpo, mi respiración, los latidos de mi corazón? ¿Qué me está diciendo mi cuerpo con esto y qué necesito para estar mejor?

Es gracias a la cualidad sistémica e interconectada de nuestro cuerpo que podemos combatir la sensación de fatiga mental a través de lo físico y viceversa. 

  1. ¿No te pasa que una idea te llevó a otra, ésta a otra más y así sucesivamente con lo que al final perdiste una gran cantidad de minutos del día por estar absorto en tus pensamientos?

A veces, ese espacio puede servirnos para la dispersión. Sin embargo, me doy cuenta que parte de mi fatiga suele derivarse de esta actividad mental basada en un alto tráfico de ideas que no siempre distingo con conciencia. Un ejercicio saludable es poner atención al contenido de nuestros pensamientos y transformarlos, de ser necesario, pues puede ser que esté consumiendo no sólo nuestro tiempo sino también nuestra energía.  

  1. Establece prioridades. No siempre encontraremos el espacio para planear absolutamente todas nuestras actividades. Por ello, es importante diferenciar entre lo urgente y lo importante para ordenarnos en función de lo que tenga más peso. Justo en las semanas donde siento que no puedo desperdiciar ningún segundo o detenerme, es cuando más me esfuerzo por apartar tiempo para administrar el que me resta.

Suena un poco extraño, pero paradójicamente funciona. No necesito planear la agenda de la semana, pero aparto unos minutos para ver cuántas horas me quedan en el día y anoto por bloques de horas todas las actividades que puedo intentar concluir o avanzar en ese tiempo. Esto tendría que considerar, preferentemente, el tiempo que destinaremos para dormir y descansar.

  1. Por último, ten presente que no se trata tampoco de obsesionarnos con lograr todo lo que hemos agendado para hacer ni mucho menos de dispararnos la ansiedad pensando que “debemos” cumplir con los horarios que hemos establecido. Se trata de establecer una guía, pero flexible. ¡Tampoco te azotes, por favor!

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