26 de Abril del 2024

Cuando una feroz criatura amenaza tu vida

Por Yonadab Cabrera / /

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Hay cosas para lo que uno nunca estará preparado: un accidente, una enfermedad o encontrar un raro animal en una esquina de tu casa. Sí, esto me pasó la noche de este miércoles, curiosamente voltee hacia un rincón de mi casa al que nunca miro, que siempre ignoro y que parece solo un lugar de utilería como serie de televisión.

 

Pero algo hizo que volteara hacia ese rincón, algo me atrajo como esa luz que siguen las cucarachas extraterrestres que salen en Ralph el Demoledor. Y ahí estaba, esa extraña criatura, esa raro animal que seguramente era venenoso y me mataría.

 

Era entre una víbora y una lagartija, tal vez un cocodrilo pequeño. Tenía una cola larga y de ella se desprendía una pequeña ramificación, sus garras eran largas y afiladas, y estaba pegada a la pared como si tuviera Resistol, sacaba su diminuta pero peligrosa lengua “igual es una serpiente escupidora”, pensé con mucho miedo.

 

Consulté a parientes y amigos sobre la procedencia de ese extraño animal: “Es una lagartija común, no te hará nada”, “sácala con la escoba”, “pobre más miedo te tiene ella a ti”, fueron algunas de las respuestas que me dieron, pero yo no dejo de creer que se trataba de una salamandra venenosa o un camaleón, que se escabulliría en la madrugada a mi cama, me mordería y amanecería bien muerto sin que nadie supiera nada de mí.

 

Entonces, me armé de valor, después de una hora, pero al fin y al cabo me armé de valor. Tomé la escoba y primero empecé a pegar a unos centímetros del lugar en donde estaba la criatura rara, como vi que no se movía ni se inmutaba, respiré onda y profundamente, y empecé a golpear con más fuerza ya sobre ese extraño animal, pero como estaba justo en la esquina no se movía.

 

“Aaaaaaaahhhh, aaaaaaaaahhhh ¡Muérete! ¡Muérete! ¡Muéreteeeeeeeeeeeeeeeee”, gritaba desesperado al mismo tiempo en que lanzaba los golpes con tanta furia y angustia de que la víbo- salamandra saltara hacia mí y me matara, no se movía la chingada criatura, por lo que opté por hostigarla con el palo de la escoba.

 

Ahora sí, se movió la lagar-víbo-salamandra, pero corrió tan rápido por las paredes que grité “¡No maaaames! Se me va a escapar”, grité desesperadamente y ni Serafina ni mi prima Peque estaban para defenderme o matar a esa cosa, y como pude, entre los nervios, la desesperación, la histeria y el miedo, voltee la escoba y pude empezar a pegarle nuevamente “¡Muérete! ¡Muérete! ¡Muéeeeeerete maldita venenosa!”, grité con tanta desesperación y le di tan fuerte que hasta rompí el palo de la escoba.

 

Al final, saqué a esa criatura de la casa a media noche, todo agitado y asustado por el temor de morir de una mordedura con veneno.

 

Moraleja: cómprense una buena escoba que no se rompa.

 

¡Claro! Chinguen al guapo.

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