Tony Gali ordenó la salida de Román Lazcano ¡por insoportable!

Román Lazcano se lo merecía. Desde el momento en que pisó la Sedatu, tras una racha de decadencia que lo tenía hundido casi en la miseria pidiendo favores y préstamos por todos lados, “el poder” lo convirtió en un insoportable.

De inmediato, el priista ordenó la salida de al menos 15 trabajadores de confianza de la dependencia, no solo eso, continuamente fue denunciado por la forma de sobajar a sus subordinados.

Todos lo saben. Lazcano presumió haber llegado a la Sedatu por una orden directa de su amigo el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto.  Todo el tiempo presumía su supuesta comunicación directa con Peña y su añeja relación.

El 2 de enero, sin esperarlo, recibió a su oficina la orden de retirarse del cargo. Pero decidió amarrarse a la silla.

“¡A mí me puso mi amigo Peña y no me voy a ir sino me lo pide él personalmente!”, dijo.

Se negó a firmar la notificación, cerró su oficina con llave, pidió a su secretaria que no le pasara más llamadas y se fue a encerrar a su casa para que nadie lo encontraran.

Le tuvieron que ir de nuevo a notificar ¡a su casa! que había sido despedido como delegado de la Sedatu y no tuvo otra opción que pasar a recoger sus cosas y largarse. Finalmente el 11 de enero se fue.

Muchos interpretaron que su salida fue un favor para Juan Carlos Lastiri, para que su operador, Juan Manuel López Arroyo llegara a allanar su camino a la gubernatura en la elección de 2018. No exactamente.

Fue el gobernador electo Tony Gali quien, gracias a una concesión que le dio el PRI para decidir con quiénes quiere trabajar durante su gobierno, quien decidió que Román Lazcano tenía que dejar el cargo.

Su argumento, que cuando fue alcalde de Puebla, Román Lazcano fue grosero, déspota y desafiante.

Un ejemplo: en un evento de graffiteros al que los dos acudieron como invitados especiales, los jóvenes artistas pidieron a Gali pintar un pedazo de una de las obras que llevaban a cabo, le dieron un molde e instrucciones precisas de qué hacer; lo mismo intentaron con Lazcano quien decidió irse por la libre y en lugar de seguir las indicaciones pintó un EPN.

─¡Qué hizo! Así no es ─reclamaron los jóvenes.

─¡Qué! ¡yo puedo hacer lo que quiera! ¿qué, le tienen miedo a mi presidente?─ contestó altanero.

Uno de los jóvenes le arrebató la laca y arregló su desastre, tapó las iniciales del Presidente y destapó la obra para descubrir que estaban pintando la cara de Tony Gali, el alcalde agradeció y lanzó su mirada iracunda hacia el secretario de la Sedatu.

Pero Lazcano no sale limpio, sobre él pesan acusaciones por corrupción que pronto serán reveladas. Tiene un proceso administrativo abierto por entregar dinero a la exlíder priista y operadora Silvia Elena del Valle, y por exigir a los alcaldes “moches” por las obras que la delegación llevaba a cabo en sus municipios.

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Además de sus extrabajadores, otros que están botados de la risa con la salida de la Sedatu son sus compañeros de la Libre de Derecho.

En diciembre, organizaron una posada navideña. Por supuesto, Lazcano no dejó de hablar de su amigo Peña Nieto y presumió que desde la Sedatu estaba operando para él, obvio proyectos ultra secretos que no podía revelar a los mortales.

Después de la cena, Lazcano sugirió que era momento de dar un discurso, quienes se sentaron cerca de él consideraron que el anfitrión debería dar unas palabras a la generación, pero el priista se molestó y peleó su derecho que se había ganado, según él, por haber creado el grupo de Whatsapp en el que se pusieron de acuerdo para encontrarse.

Insistieron sus compañeros, hartos de escuchar toda la noche sobre su muy mejor amigo Peña, que el dueño de la casa debía hablar.

Román Lazcano abandonó el lugar molesto: “¡Pues sino voy  a hablar yo, mejor me voy!

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Lazcano desapareció de redes sociales, se negó a dar entrevistas sobre su salida y un par de días después publicó una foto al lado de su padre.

Hinchado de tanto llorar, con los ojos húmedos y la cara roja, Lazcano posó junto a su papá en una foto posteada con la frase: “Con el jefazo… te quiero pa’”.