Sunday, 28 de April de 2024

De patrioterismos baratos

Por Roberto Giordano Longoni Martinez / /

A mi nunca me gustaron los honores a la bandera, en realidad me parecían absurdos, aburridos, tediosos. Hasta el día de hoy no les encuentro mucho sentido.

Desde que era menor los emblemas patrios nunca me atrajeron mucho, y ya con algo más de conciencia y convicción puedo decir que no siento por ellos ningún afecto especial. No por la bandera, no por el himno, no por los colores. Pero no me malentiendan, porque si puedo sentir cierto apego a lo que en el fondo simbolizan, a  lo que pueden llegar a ser o significar, a la historia que cuentan y representan.

Más allá de protocolos mamilas o de falsas solemnidades, del desprecio que diversos políticos o representantes de la clase alta tienen por ellos, al saludar a la bandera de la manera más recatada, pero en cada una de sus acciones pisotearla, creo en lo que puede estar detrás. Algo así como lo que el Sub-Comandante Marcos quiso hacer entender en la Convención Nacional Democrática de 1994, al enseñar la bandera mexicana y entregarla al pueblo de México, no porque fuera de él o ellos, si no porque consideraban, primero, que era hora de que alguien con un poco de valor moral la custodiara, y segundo, que era hora de restituirle su valor primario y profundo, el de ser estandarte de un país herido, pero que siempre puede regresar a su historia, su memoria y sus más valiosas luchas, para aspirar a un futuro con justicia y esperanza.

Ahí está la sangre derramada de cientos de personas. Ya no sólo los héroes que dieron su vida por que tuviéramos esto que ahora ya ni sabemos que es. Está también la sangre de nuestras muertas, de nuestros migrantes, de nuestros suelos. Está el territorio pisoteado por el extractivismo, por la compra-venta. Pero igual esperanza, la blanca y ciega esperanza de que algún día, en algún momento, no sólo una bandera, si no todos nosotros volvamos a hondear libres en medio de la tragedia.

A mi me sabe bastante mal que la patria/matria se reduzca a símbolos secuestrados o a falsos ídolos. No creo en el “cielito lindo” como forma de cohesión, ni en el Chicharito como héroe nacional, pero tampoco creo en vestimentas inventadas o en falsos gritos de batalla que ni siquiera comprendemos. Sospecho de este mariachi democrático; no somos tequila, no somos escuetos garabatos o historia a medias. México existe en el subsuelo, en el abajo, donde la bandera de la rebeldía hondea más allá de los colores.

¿Qué si vuelven el toque de bandera una cumbia? Ahora resulta que nosotros somos los guardianes de los buenos modos y las buenas conciencias. No defiendo nada, yo ni veo televisa, pero me parece que hacer un escándalo por algo tan burdo como unas notas que cada día nos son más ajenas, no tiene sentido. Mejor bailamos cumbia y en vez de banderas nos ponemos a hacer patria desde abajo, a construir matria con honor, dignidad, democracia y justicia, con muchos colores, con muchos himnos, sin un solo excluido, con hartas banderas, y con esa idea que Martí tenía de la patria/matria: el espacio común de dignidad y utopía donde se busca la liberación del opresor que nos ahoga a todos por igual. 

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