Este lunes el pleito de los morenistas en Puebla dio un nuevo giro. Todos salieron embarrados, raspados y vapuleados, pero a ninguno de ellos les queda tirarse al piso, hacer berrinche o ponerse intransigentes.

El problema con estos morenistas, al menos los tres más importantes por sus cargos actualmente, tiran la piedra y esconden la mano. Me refiero a Nacho Mier, Miguel Barbosa y en menor medida a Alejandro Armenta Mier.

Ninguno de ellos tres es una blanca palomita, ninguno de ellos tiene calidad moral para decir, hacer o criticar. Son viejos lobos de mar, tienen el colmillo largo y retorcido y si no ven la gravedad de su pleito, provocarán la ira de López Obrador.

El pleito no inició este día con la denuncia que interpuso Nacho Mier, diputado federal de Morena en contra del gobernador y del senador por tráfico de influencias ante la FGR por su asunto de lavado de dinero.

El pleito viene desde aquel lejano 2019 del que sólo Nacho Mier y Barbosa saben qué pasó. Mario Delgado quiso intervenir y también salió raspado, el gobernador le contestó muy a su estilo y en pocas palabras le dijo que dejara de meterse en temas que no le incumben, o sea que deje de estar de metiche.

Pero el problema es que el pleito entre ambos morenistas, o sea Nacho Mier y Barbosa ha escalado tanto que no se ve forma de solucionar. Por supuesto le pega a Morena y para aquellos que no están convencidos de este partido, así como su servidor, pues disfrutamos la sangre que está corriendo.

Pero hay alguien que no debe de estar disfrutando y es López Obrador, así que no les extrañe a mis amigos que el presidente de México tome medidas drásticas para aplacarlos, la bronca será quién aplacará la ira del mandatario.

E insisto para algún sector de la población, incluido yo, está bien que se desgarren las medias, pero al final Morena queda mal parado.