El mismo diagnóstico se puede observar en municipios de la Sierras Norte, Nororiental o Negra de Puebla al igual que en comunidades de Chiapas o San Luis Potosí.
Estamos presenciando una acelerada descomposición en materia de Seguridad Pública en todo el país.
Puebla aún es una isla privilegiada donde las acciones del crimen organizado son hechos aislados o esporádicos, pero cada día más frecuentes.
La siguiente narración podría ser la base para una tesis de sociología de cualquier universidad poblana.
Los municipios de Ajalpan y Zinacatepec son vecinos. Se ubican en el valle de Tehuacán.
Hace 14 años -antes de que iniciara el boom de la industria criminal del huachicol-, las denuncias más frecuentes que se recibían en esas comunidades eran por el robo de gallinas de traspatio.
Una modesta familia tenía en su predio diez gallinas y una mañana se percató que solo quedaban cinco. Eso bastaba para que acudieran a la comandancia de la presidencia municipal a interponer una queja de manera verbal.
El jefe de la policía llegaba con dos elementos y realizaba una inspección para constatar que efectivamente la cerca del domicilio había sido cortada para robar las gallinas.
El comandante se comprometía a realizar una investigación, aunque para esa hora lo robado ya se había convertido en un caldo.
Esos eran los incidentes que se reportaban hace poco, tan solo en 2009, pero a partir de 2010 el escenario cambió drásticamente.
Otra familia ajalpense recibió la visita de un compadre de Palmar de Bravo quien los invitó a vender huachicol. Al principio la sola mención causó alarma y temor, pero luego hicieron cuentas y se percataron de los ingresos que podían obtener.
Aquella familia colocó en su patio enormes bidones cargados con combustible robado en los ductos del ‘Triángulo Rojo’.
Los ingresos cambiaron en unas cuantas semanas. Aquella vieja vagoneta de la marca Datsun fue arrumbada en un deshuesadero y en su lugar compraron una pick up Lobo de agencia.
Por todos los municipios de la Sierra Negra comenzaron a proliferar expendios de huachicol que paulatinamente desataron una ola delictiva en sus regiones.
Jóvenes que trabajaban en una maquiladora y que los sábados podían comprar unas caguamas para divertirse, dejaron esa actividad para vender gasolina robada y en unos meses compraron motocicletas y camionetas.
Meses después de la venta de huachicol pasaron a los narcóticos, principalmente “cristal” que hoy está llegando a escuelas secundarias de muchos municipios.
A la par el hampa se sigue fortaleciendo… y armando.
El día de ayer domingo 23 de julio dos hombres y una mujer fueron detenidos en el municipio de San Sebastián Zinacatepec luego de que intentaron asaltar un minisúper. Los delincuentes portaban un fusil de asalto AR-15.
La policía municipal pudo detenerlos e identificó a la fémina como Julia T. de 27 años y quien hace catorce meses ya había sido detenida en San Gabriel Chilac por la portación de un fusil AK-47 el tradicional “cuerno de chivo”.
Este tipo de hechos son cada día más frecuentes en municipios poblanos.
Desde su gestión en Tepeaca, Sergio Salomón Céspedes demostró una firme voluntad para impedir el crecimiento de organizaciones criminales.
Hoy Puebla necesita de esa mano firme, pero se debe aplicar de manera especial a los presidentes municipales que permiten y toleran la operación de narcomenudistas.
Ediles que son clones de Ignacio “Nacho” Salvador.
Es una realidad que existen grupos de alcaldes mafiosos coludidos con el hampa. Ellos son el verdadero riesgo para la seguridad de Puebla.
Después de los años del huachicol hoy la entidad enfrenta un segundo ‘boom’ criminal con la venta de estupefacientes, principalmente “cristal”.
Combatir esas redes de narcomenudistas es una prioridad, una verdadera urgencia.
Como siempre quedo a sus órdenes.
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