Tragedias

Julio de 1973: Una familia poblana murió de forma misteriosa en el interior de su vivienda

- Foto: Sam Navarrte

Las autoridades descartaron la probabilidad de intoxicación por gas butano porque en la casa había una veladora encendida, pero tampoco encontraron un alimento perecedero que les hubiera provocado su deceso

Por Eloy Rodríguez Linares/@linares_eloy

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Con la nariz cubierta con una de sus manos, Delfino Espinosa ingresó, junto con agentes del Ministerio Público, a la vivienda de su hijo para reconocer los cuerpos sin vida de sus familiares.

La mañana del 11 de julio de 1973, habitantes de la privada Dos de Abril de la colonia Lomas Cinco de Mayo, avisaron a Angelina Juárez que en la casa de su hijo salía un olor putrefacto.

De acuerdo con la versión de los vecinos, desde la tarde del sábado no habían visto a Tomás E. ni a sus esposa e hijos salir de su casa.

Además, los trabajadores de la empresa Plásticos de Puebla informaron que, desde el día lunes, Tomás E. no se presentaba a trabajar.

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Muerte misteriosa

En compañía de agentes del Ministerio Público y de tres ambulancias, Angelina Juárez y Delfino Espinosa acudieron al domicilio de su hijo.

El domingo 8 de julio, Delfino Espinosa esperó en su casa, como cada semana, a su hijo con su familia para comer. Su ausencia lo hizo pensar que había ido a trabajar.

Para ingresar a la vivienda, los agentes del Ministerio Público rompieron el candado de una puerta porque la entrada principal estaba cerrada con llave.

En un principio, las autoridades pensaron que la familia había muerto por intoxicación de gas butano, pero descartaron su hipótesis cuando observaron una veladora encendida en el interior de la casa.

Los cuerpos de Tomás E., su esposa y su hija estaban sobre una cama; y los cadáveres de tres menores en el suelo, debajo de su camastro. Todos tenían un rostro de desesperación.

Los médicos legistas explicaron que, por el grado de descomposición de los cadáveres, los cuerpos tenían cuatro días de haber perdido la vida, pero no encontraron, sobre la mesa y los muebles, un alimento perecedero que les haya causado la muerte.

En un diámetro de 30 metros, el olor de los cuerpos en descomposición era insoportable. Sin embargo, el hedor no impidió que un grupo de vecinos se acercaran a observar las labores del levantamiento de los cadáveres.

Unas semanas antes, a Tomás E., su esposa y sus cuatro hijos los internaron en el Hospital Regional del Seguro Social porque bebieron leche en mal estado.

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(Con información del periódico El Sol de Puebla.)

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