Puebla, 18 de abril del 2024

Normalicemos el respeto

Por Edmundo Velázquez / /

CUENTA HASTA DIEZ

“En ninguna época es fácil vivir transgrediendo la norma social de manera legal y legítima, pero en un país oficialmente machista todo de complica”.

Carlos Monsiváis

 

En el Congreso de Puebla, en sesión transmitida en vivo, el diputado sin partido, Héctor Alonso llamó “maricón”, a su ex compañero de bancada, Gabriel Biestro.

La misoginia de Héctor Alonso ya había quedado clara el día que emitió comentarios en contra de las diputadas que impulsaron la iniciativa para prohibir la publicidad sexista en Puebla.

El 22 de mayo del 2019, el propio Biestro, entonces coordinador de la bancada de Morena en el Congreso, solicitó la expulsión de Alonso del grupo parlamentario.

Y el 30 de mayo siguiente, Héctor Alonso exhibió su misoginia al referir que las mujeres, en lugar de pedir la despenalización del aborto, primero no deberían de abrir las piernas, en una entrevista transmitida en un programa por internet.

El 1 de junio del mismo año finalmente fue expulsado. Pero ni así aprendió.

El 25 de febrero del 2021, ya sin partido, Héctor Alonso Granados aprovechó la discusión por la Ley de Identidad Sexogenérica para exhibir ahora su discurso transfóbico y “señor” a Agnes Torres, la activista trans asesinada en 2012.

La más reciente fue ayer, y ahora usó el término “maricón” para referirse al diputado con licencia Gabriel Biestro.

 

Alonso utilizó el término más despectivo que el machismo ha usado desde hace siglos para hacer referencia a la homosexualidad como un sinónimo de cobardía.

Desde una ex funcionaria estatal “gay friendly” recibí un comentario muy al estilo de Héctor Alonso.

Vía Twitter, el compañero Francisco Rivas, del diario El Popular, comentó las muchas salidas de distintos personajes del gabinete del gobernador Miguel Barbosa Huerta por ene casualidades, detalles y formas, a raíz del despido intempestivo del ex titular de Movilidad y Transporte, Guillermo Aréchiga.

Entre los comentarios mencioné una salida por un asunto de corrupción en vez de las “alusiones personales”, que muchos de los exfuncionarios argumentaron. Pero, Vanessa Barahona se colgó el saco.

Y reveló que no necesariamente la ex secretaria de Turismo renunció por “motivos personales”. La diputada se refirió hacía quien esto escribe en femenino. Jamás me ofendí, aunque ella intentó hacerlo.

 

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Me sorprendí. Consideraba que Barahona por lo menos tenía más altura. Pero ella solita se colocó al nivel de Héctor Alonso.

Exhibió que, para ella, lo femenino es denigrante. O feminizar a un hombre es intentar denigrarlo. El tuit de Barahona parecía que salió de la mente Héctor Alonso. Cuando notó su error, Barahona continuó con la seguidilla mental. Y aseguró que tenía amigos de la comunidad LGBT+, y que por eso no era homofóbica. Lo mismo ha dicho Héctor Alonso.

El hecho es que tener un amigo gay o que se identifique como parte de la comunidad LGBTTTIQA no te quita lo homofóbico y lo machista.

Aunque la gente se defina como “open mind” por usar los modismos y el slang de la comunidad, por jotear, como diríamos, no lo vuelve inmediatamente libre de discriminación, de violencia o de machismo. Vaya, ni siendo miembro de la comunidad arcoíris se le borra este tipo de prejuicios.

La industria cultural reforzó la construcción de lo hipermasculino. Crecimos con estereotipos de comediantes que invalidaban a un hombre por verse femenino. Invalidaban a la imagen de la mujer y a la del hombre mientras fuera más femenino o mientras más transgrediera y mezclara los límites impuestos socialmente al género.

Tanto Barahona como Alonso creen que referirse a una persona negándole su identidad, cualquier que sea, haciéndolo pasar como una bromita o un chiste pasivo agresivo nos exhibe como anacrónicos.

En Twitter hubo quien dijo que este tipo de disertaciones se hacían únicamente por ganar likes en pro de una falsa corrección política.

Yo creo que hay que señalar estos temas y exhibir nuestros errores en pos de un debate de altura, respetuoso.

No es fácil. Tenemos décadas de prejuicios en nuestras mentes.

Pero en lugar de normalizar la homofobia y la transfobia, mejor busquemos normalizar el respeto.