Puebla, 26 de abril del 2024

Expectativa/ realidad

Por Yonadab Cabrera / /
Expectativa/ realidad
Foto: Especial

yonachinguen ident

¡Hola mis queridos guapolovers!

¡Adorados yonatipers!

Ya ando de vuelta después de una pandemia de las cientas de solicitudes y quejas que pusieron para que este espacio regresara.

Guiño, guiño.

Y yo que pensé que ya todos los jueves de mi vida podría descansar, pero bueno, el deber llama y tantas anécdotas aún quedan por contar y vaya que he acumulado infinidad.

Como la siguiente que ocurrió justo la mañana de este jueves 23 de septiembre, o sea que está fresquecita, recién salida del horno. Pero sigo sin dar cuenta de lo que ocurrió, pero tarde o temprano me iba a suceder y todo por cola fácil, culo flojo, por zorro y Cusco.

En esta pandemia desarrollé un gusto por los trabajadores de la construcción, curtidos bajo los rayos del Sol, labrados por los bultos de cemento, las cubetas de graba, la mezcla y nutridos por la chela.

He de aclarar que aún no se me hace con alguno, pero al menos ya les agarré el gusto visual. El caso es que desde hace días veía a un trabajador de la construcción a lo lejos, de cuerpo no se veía tan mal y de rostro…

Pues nunca lo había visto porque siempre estaba a lo lejos a unos 10 metros, con gorra y cubrebocas. Por supuesto, así es imposible distinguir a alguien y sus facciones de cara, pero de cuerpo claro que aguantaba.

Y este jueves por fin tuve la oportunidad de quedar cara a cara, pues caminó cerca de donde yo estaba con mis perras; no dudé en acercarme más y más y más hasta quedar a menos de un metro de distancia, pero fue una experiencia tan terrible que aún me produce escalofríos en el cuerpo.

Ese cuerpo curtido, labrado bajo el sol, con bultos de cemento, cubetas de graba y la mezcla, pertenece a un señor de 60 años mínimo, con piel arrugada, sin dientes de enfrente y problemas auditivos.

Lo peor del caso es que imagino que ya se había dado cuenta que llevaba días mirándolo y cazándolo:

-Están bonitos tus perros a ver qué día los llevas a mi casa para que jueguen con los míos, vivimos solitos.

Fue su forma de invitarme a intimar en su hogar y me quedé perplejo ante la proposición indecorosa, solo pude decir lo siguiente:

-No son perros, son perras- respondí nerviosamente.

-¿Cómo? ¿Qué dices? De este oído no escucho, acércate más o grítame- me dijiste mientras se agarraba el oído derecho y se daba la vuelta para poner el izquierdo justo hacia donde yo estaba.

-Sí, un día los llevo para que jueguen. Bueno, lo tengo que dejar ya se me hizo tarde- contesté y salí corriendo al mismo tiempo en que le gritaba a Serafina y Bella para que me siguieran el paso.

Ya ni siquiera volteé. Solo sentía su mirada fija en mí mientras me alejaba y me repetía a cada instante “¡Maldito Yonadab eso te pasa por puto! ¡Ojalá se te quite lo pinché Cusco! ¡A ver si así aprendes a dejar de ligar chacales!”, entre otras cosas.

Moraleja: amigos profesionistas acepto invitaciones.

¡Claro! Chinguen al guapo.