El viaje de la libélula

No es sólo empezar, sino saber mantenerse

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¿Sientes que se te fue el primer mes del 2020 en un parpadeo y, con ello, se te fue también el entusiasmo del principio de año?

Por Aurora Reyes /
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Enero fue el momento en el que muchos emprendieron el esfuerzo de cumplir sus propósitos de año nuevo, no obstante, de entre todos los que se llegaron a plantear, parece que aquellos relacionados con la imagen corporal son los que las personas buscan lograr con mayor urgencia; cosas como bajar de peso, renovar nuestro estilo de vida, hacer mayor actividad física, empezar la dieta, etc.

De hecho, algunos especialistas afirman que es justo en los primeros tres meses del año cuando se da un alza del 200% en inscripciones a gimnasios, sin embargo, este porcentaje se va cuesta abajo —de manera considerable— una vez que concluye dicho trimestre.

A decir verdad, esto pasa todo el tiempo durante la época de transición entre diciembre y enero, siendo muchos los factores por los que sucede de ese modo.

Sabemos que, de manera general, este tipo de propósitos son favorables para nuestra salud y bienestar, pero entonces, ¿qué pasa con este derroche de energía que tiene a muchos esforzándose con intensidad al inicio de una nueva actividad, pero que una vez empezada, termina por apagarse poco a poco hasta que se abandona el compromiso con ésta?

En lo que respecta a la necesidad de construir hábitos para nuestro bienestar físico, un detalle importante es que no se trata de agotar todas nuestras reservas energéticas de golpe sino de aprender a administrarlas y también de gestionar nuestras herramientas psicológicas durante el proceso —y digo “proceso”, porque todo cambio requiere tiempo—. ¿De qué sirve exigirse hasta el límite por algunas semanas o meses si posterior a eso se vuelve a los malos hábitos y, en algunos casos, hasta se retoman con mayor intensidad que antes?

Si esto es algo con lo que te sientes identificado o conoces a alguien que está por arrojar la toalla, te invito a que continúes leyendo sobre el por qué y el cómo de este problema.

Decía ya que son muchos los factores que influyen para que una persona se maneje de este modo, por lo que primero mencionaré tres aspectos que considero importantes para entender el por qué a veces abandonamos los buenos hábitos durante esta época del año:

1. Las condiciones contextuales previas al año nuevo

Sí, me refiero a la cenas, las reuniones, los recalentados, las bebidas, la rosca de reyes, los tamalitos, entre muchos otros alimentos decembrinos que se mezclan con el clima de invierno, el gasto económico que nos lleva a priorizar unas cosas sobre otras (incluyendo a los especialistas de la salud, espacios de entrenamiento físico, etc., que frecuentemente vienen después de los regalos, por supuesto), las vacaciones y el viajar a un espacio que no es el propio (por lo que se vuelve complicado controlar nuestros tiempos, alimentos, hábitos), etc.

Cualquiera que sea el caso, la verdad es que culturalmente la forma en la que tendemos a cerrar el año se caracteriza por el abuso de nuestros recursos en grandes cantidades y eso deja un remordimiento moral que va de la mano de los siguientes puntos.

2. El culto al cuerpo en la posmodernidad: frustración y miedo

El cuerpo, como parte importante de la totalidad que somos, ha pasado a ser considerado más como un fin utilitario —hasta de ornamento-—y no como un medio para obtener otras cosas más trascendentales que lo estético —como el bienestar y la salud, por ejemplo—.

Aunado a esto, Silvia Cincunegui y Noemí Chebar (1996) mencionaban que las personas en la actualidad viven bajo un ritmo en particular: la inmediatez. Construir hábitos desde lo inmediato hace que creamos que las cosas deben suceder en el mismo instante que las hemos deseado, con lo que se ve demeritado el sentido de un proyecto a largo plazo. Similar a cuando terminaste tu primer día de ejercicio y al mirarte al espejo te sientes profundamente ofendido porque todavía no tienes marcados los cuadritos del abdomen; en otro ejemplo, sería como terminar el primer día de la dieta y correr a la báscula para descubrirte decepcionado de que todavía no bajaste esos N kilos que te habías propuesto. Aquí, una fuerte carencia que nace frente a acostumbrarnos a lo inmediato es una baja tolerancia a la frustración, la cual es muy necesaria para sostener por periodos largos de tiempo nuestro esfuerzo y atención —fundamental en la construcción de nuevos hábitos—.

Ahora, si consideramos que la mayoría de la información que ocupamos actualmente es representada a través de imágenes (precisamente por su cualidad de inmediatez), el cuerpo –como una extensión de nosotros y nuestros intereses– se vuelve reflejo de ello y, por ende, se le exige ser atractivo a la vista.

Podría extenderme mucho al respecto de lo anterior, pero por ahora sólo apuntaré dos cosas: 1) el miedo, como una emoción básica, aparece como temor a no ser suficientes cuando nos sentimos obligados a responder a esos estándares de belleza; y 2) todo ser humano posee la necesidad de sentirse validado, pero el problema está en cómo buscamos esa validación.

¿Haces ejercicio para que la mirada de los demás te atribuya un valor o haces ejercicio porque es una actividad personal que tiene sentido para ti?

3. El ejercicio y la alimentación como un mecanismo de castigo

En lo personal, creo que ejercitarse y alimentarse adecuadamente son actividades saludables y muy recomendadas para nuestro desarrollo como personas. Sin embargo, si tomamos en cuenta los puntos anteriores y a eso le agregamos que para muchos el problema no es comenzar sino mantenerse, entonces algo sucede con el sentido que estas personas les atribuyen a sus nuevas actividades.

Para todas ellas, ejercitarse y comer bien podría significar, de manera inconsciente, la oportunidad de redimirse. En otros términos, lo saludable se convierte en una actividad desagradable porque lo ocupan para mitigar la sensación de culpa y angustia que les dejaron los excesos de fin de año y les es difícil verlo como una oportunidad para mejorar, con tiempo y paciencia, algunos aspectos de su vida.

Por último, hablemos del cómo mejorar tu rendimiento o resistencia psicológica frente al reto de incorporar nuevas disciplinas físicas para un proyecto de vida a largo plazo. A continuación, te dejo algunas ideas que pudieran serte útiles en el proceso:

Define tareas pequeñas: gestiona tus metas.

Para formar hábitos es muy importante tener clara una dirección y un punto de llegada. Estas metas no tienen que ser estáticas, al contrario, te sugiero que te propongas metas a corto plazo y que trabajes por ellas sin tener que esperar años a ver los resultados. También puedes elaborar un tablero de tareas y recompensas semanales cuando registres que has cumplido con tus objetivos.

Identifica el tipo de motivación que mejor te funciona: gestiona tus emociones

Una vez que tengas identificadas tus metas, es tiempo de formar disciplina y ésta es mucho más sencilla de lograr si el objetivo al que diriges tus esfuerzos es personal, con sentido propio y beneficios a largo plazo.

La motivación es aquello que nos da el empuje o la fuerza para llevar a cabo nuestros propósitos y existen muchos tipos (por ejemplo, la motivación extrínseca, depende de estímulos externos como la opinión de otros o una recompensa material que obtendré si logro mis objetivos; y la motivación intrínseca, se sostiene casi siempre de experiencias intangibles y personales como la sensación de ser suficiente, de haberse esforzado o haberlo hecho bien, de sentirse orgullosos por el trabajo propio, etc.).

Puede que a algunos les sirva una mejor que otra, pero en términos de aprender a validarnos por nosotros mismos, sería más adecuado optar por motivaciones intrínsecas que nos lleven a reconocer nuestros aciertos y nuestro esfuerzo personal, evitando que dependamos de la opinión del otro.

Ni tan lento ni tan rápido, pero que sea seguro: gestiona tu energía

Dosifica tu esfuerzo a través de tu respiración (que ésta sea profunda, que se sincronice con la actividad que estés realizando y que sea consciente). También puede ser de ayuda que procures organizar tus tiempos con anticipación (como dejar listos los alimentos del día siguiente).

Reconoce tus logros, más que tus fracasos: gestiona tus pensamientos

Tu esfuerzo se verá influenciado por las ideas que asocias y construyes alrededor de tus actividades, así como por lo que te dices a ti mismo. Por ello, procura pensar en los beneficios que trae para ti y no tanto en cómo los demás te evaluarán por ello. Procura alejarte de las decisiones que nazcan de un deseo de autocastigo y reemplázalas por otras que tengan su origen en un deseo de autocuidado.

Otra cosa que puede ayudarte es construir una frase segura que puedas repetirte en los momentos cuando crees que ya no vale la pena continuar esforzándote: “mi cuerpo es fuerte y puede con esto”, “inhalo energía, exhalo el cansancio” o cualquiera que te haga sentido.

Tú eres tu propio margen de comparación

Esto va de la mano de la motivación intrínseca y puedes hacer cosas tan sencillas como poner atención y observar con conciencia plena tu propio desempeño.

Imagina que estás en medio de una rutina de ejercicios/una comida del día y entonces presta atención a tu cuerpo y las reacciones o sensaciones que tiene durante tus actividades. ¿Cómo es mi respiración; rápida, profunda, relajada, superficial? ¿Qué partes de mi cuerpo se encuentran tensas o duelen? ¿Si cambio de postura se modifica la sensación? ¿Cómo late tu corazón? ¿Qué sabores o texturas identificas?

Al concluir el ejercicio físico, enfócate más en aspectos como tu fuerza, la ligereza de tu cuerpo, lo cómodo que te sientes contigo mismo, si mejoró tu resistencia y qué es lo que te da esa impresión de mejoría.

Deja espacio para lo no planeado: gestiona tu tiempo

Si bien es importante darte un espacio para organizar tus actividades, no dejes que esa estructura se vuelva una imposición rígida, pues por mucho que planeemos nuestros días, no todo está siempre bajo nuestro control.

Apégate lo más que te sea posible a tu plan, pero si no sale exactamente como lo has imaginado, tampoco eches en saco roto todo lo que ya has logrado; ya sean segundos, días o cualquier medida de diferencia, lo importante es que sientas que avanzas y que tu propósito pueda reconciliarse con la búsqueda de tu bienestar, siempre en la medida de tus posibilidades, y no desde la necesidad de castigar tus errores del pasado.

Recuerda que la capacidad de sostener un compromiso a través del tiempo tiene mucho que ver con el uso de los recursos psicológicos que cada persona posee. Así que ten en cuenta que no sólo se trata de empezar a comer bien o hacer ejercicio, sino que también es importante sostener a largo plazo tus esfuerzos, de tal modo que logres transformarlos en nuevos hábitos que se vuelvan parte de tu vida cotidiana.

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