19 de Mayo del 2024

Estado

CRÓNICA: Coronavirus, la crisis que logró frenar la vida nocturna de Puebla

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El precio del cierre temporal ya lo están pagando muchos, pues según las cifras de la Cámara Nacional de Restauranteros, las ventas en las últimas dos semanas han caído entre un 80 y 90 por ciento a causa de la pandemia.

Por Osvaldo Valencia / @Osva_Valencia /
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Es viernes por la noche en la Avenida Juárez de la ciudad de Puebla, aunque fácilmente podría ser cualquier otro día de la última semana. Don Ernesto no reconoce la calle, a 16 años de abrir su negocio de comida no recuerda una escena tan desolada de la zona como la que guarda hoy.

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La música de los bares silenciada de golpe, las luces de los antros apagadas, las cafeterías y los restaurantes del lugar al mínimo de clientes, las baquetas casi desiertas, sin las voces de jóvenes y adultos que salen de fiesta. De un día a otro la vida nocturna de la Juárez se escondió del virus que se ha expandido por el mundo sin control: el Covid-19.

—No recuerdo haber visto esta calle así, está vacía en verdad, está muerta la calle —dice Ernesto, comparando incluso la situación con la vivida en 2009, con la Influenza H1N1, que provocó pánico entre la población, pero no logró frenar el alma nocturna de Puebla.

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Cuando Ernesto dice que la zona está muerta sabe de lo que habla: alrededor de su carro con asador, en la esquina de la 25 Sur, las cafeterías, los bares, antros y salones de baile han cerrado ante la contingencia por la expansión de casos de Coronavirus en el mundo.

En una pantalla de menos de 20 pulgadas, Ernesto ve todo lo que el Covid-19 le ha hecho al mundo en estos días. El Papa Francisco I oficia una misa en la desolada plaza de la ciudad del Vaticano, las principales avenidas de Madrid, Venecia, París, Berlín, vacías como nunca se habían visto,

Los líderes empresariales y bancos del mundo pronostican una aguda crisis financiera, los gobiernos de diferentes naciones anuncian apoyos económicos para micros y pequeños empresarios, además de los efectos desastrosos para el turismo en Brasil, Argentina y demás países latinoamericanos.

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Pero el noticiero no alcanza a decir las cifras de enfermos en México y en Puebla antes de irse a comerciales –67 contagios en el estado hasta la noche del viernes 27 de marzo, con un deceso hasta el momento–.

Y mientras pasa el corte comercial, uno de los dos clientes que espera su orden de tacos le pregunta cómo le ha ido en la semana.

—Pues está cañón, la verdad está muy vacío. En mis 16 años aquí no había visto así de vacía la zona, pero la gente tiene miedo, está asustada, pero eso nos va a pegar a todos los negocios, así va a estar las siguientes semanas.

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En los bares con temática irlandesa y escosesa las bocinas ya no suenan, las bandas locales que intentan probar suerte para ganarse al público, que los conozcan y les ofrezcan una oportunidad, o que simplemente están en su pasatiempo, hoy están callados.

En los antros ya no suenan los éxitos de ahora, Karol G, Bad Bunny o J Balvin, no hay jóvenes moviendo sus cuerpos al ritmo de la música urbana.

En los salones con música grupera la banda ya no está sonando. Los vasos y las botellas de alcohol están guardadas en cajas hasta nuevo aviso.

Las cafeterías solo se mantienen a base de pedidos mediante plataformas digitales; solo unos pocos se atreven a mantener sus puertas abiertas ante la desolación de la calle.

En los restaurantes que aun abren, las mesas se separan a dos metros de distancia, lo que hace ver el lugar semivacío o semilleno, dependiendo de la perspectiva.

Los taxis rondan las vialidades con menos frecuencia conforme avanzan la noche, pues la Juárez es conocida por sus atracos a bordo de ellos.

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Todos acatan el decreto del gobierno del estado para evitar la conglomeración de las personas, limitar en lo puso bien la propagación del Covid-19 entre los poblanos.

Solo las luces de los autos y muy pocos negocios abiertos le dan vida al lugar. El precio del cierre temporal ya lo están pagando muchos, pues según las cifras de la Cámara Nacional de Restuaranteros, las ventas en las últimas dos semanas han caído entre un 80 y 90 por ciento a causa de la pandemia.

Por primera vez en mucho tiempo, el Coronavirus logró lo que los altos índices delictivos y el cierre de calles no había logrado en años: detener la vida nocturna de la ciudad de Puebla.

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Ernesto todavía recuerda como empezó a pasar las noches en la Juárez detrás de un asador. Había cumplido 26 años de trabajo en el Hospital Universitario de la BUAP y decidió jubilarse. Quiso poner un puesto de tacos en las inmediaciones del nosocomio universitario, pero su hijo lo convenció de instalarse en esa calle de bares y antros, vendiendo tacos de asada.

Con la ayuda de su hijo, que trabajaba en normatividad del ayuntamiento de Puebla, consiguió los permisos necesarios y puso su carrito ambulante para vender comida a las afueras de un bar, en la 25 Sur.

Recuerda que antiguo líder municipal de la Confederación Nacional de Trabajadores Populares (CNOP), del PRI, puso en su contra a un grupo de vendedores de comida rápida que ya estaban establecidos en la zona.

El objetivo era uno solo: cobrar el derecho por querer instalarse en la zona. Ernesto no aceptó la presión en su contra, y buscó al líder de la organización, de quién ya no recuerda bien su nombre, para dejar en claro su postura.

—Llegué hasta su edificio allá en el Centro Histórico de la ciudad, me metí hasta el fondo de su oficina y nos dimos unos madrazos pero buenos, me chingué con ese cabrón para que vea que no le iba a pagar.

La plática de don Ernesto dura lo que una persona tarda en degustar de una orden de tacos de carne asada con longaniza, guacamole, salsa roja y un jugo, suficiente para entender el valor que tiene el negocio para él.

Quizá por esa batalla campal en la que defendió su derecho, su sueño, es que no se ve en ningún futuro, ni cercano ni lejano, cerrando su negocio en medio de la contingencia sanitaria más grande que ha enfrentado el mundo.

—¿Por qué voy a cerrar mi puesto? Yo pago mis permisos, limpio, dejo todo ordenado, no voy a detenerme por un momento, sino con qué come mi familia.

—¿Pero si las ventas caen mucho? ¿Si no hay venta o no vienen las personas seguirá abriendo, aunque le pierda?

—Mira, esto tarde o temprano se va a recuperar, la gente no puede aguantar estar encerrada, llevo años aquí y he visto como van y vienen negocios que creyeron que iban a levantar y nomás no. Quien sabe cuánto tiempo puedan soportar sin abrir.

Ernesto se aferra a esa esquina, sabe que no es una empresa o inversionista que puede detener su negocio a placer. O continúa o para, arriesgándose al olvido.

—Aquí ya me conocen, si yo me detengo una semana, un mes, para que vuelva a levantar va a estar cañón, por eso aquí vamos a seguir dándole, hasta donde aguante.

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