11 de Octubre del 2024

La maldita paranoia del maldito coronavirus

Por Yonadab Cabrera / /

yonachinguen ident

¡Hola público conocedor!

Una disculpa por abandonarlos en este espacio por tanto tiempo, pero es que quería darle más seriedad, ya saben, a mi trabajo tan “serio” y también porque creo que la vida me estaba sonriendo que ya no me habían pasado cosas de las que me suelen pasar.

Aunque solo fue un destello, la vida ya se encargó de ponerme en mi lugar nuevamente. De ubicarme en mi rol social y el papel que juego en este mundo de millones de humanos. Por esa razón, bienvenidos de nuevo a este espacio.

Me gustaría que este espacio sea de reflexión y desahogo por el coronavirus. Sí, este virus que a muchos nos ha causado tanto pánico a tal grado que estamos cayendo en paranoia como de la que fui objeto este jueves. Les juro que quería tomar todos los remedios caseros para desinfectarme y de los que nos dicen que no hagamos como gárgaras con cloro y limón o con carbonato, peor aún, con cloro y pinol.

Y es que había estado cumpliendo las normas de confinamiento y de cuidados de la salud, pero bien dicen, un descuido nos puede causar la enfermedad o la terrible incertidumbre, aunque ya hice mis ejercicios de respiración, de relajación para despejar mi mente y en estos días aplicaré la de mi abuelita “¡Qué sea lo que Dios quiera! o ¡Primero Dios y la santísima virgen, nada me pasará!

Sí, mi paranoia de este jueves me ha llevado a tal grado que ahora pongo mis manos en “Dios nuestro señor y la santísima virgen”. Ojalá que olviden tantas blasfemias y que los he negado como Pedro por tantos años, porque ahora soy víctima del miedo, la angustia así como la incertidumbre.

Pero se preguntarán ¿Y este pendejo qué hizo que tiene tanto miedo?

Pues salí por la mañana de mi casa para realizar un trámite. Por supuesto, traía mi súper cubrebocas, de esos a los que no les pasa ni el olor de un pedo. Me bañé en gel antibacterial y lysol; cubrí todo mi carro como siempre de lysol y toallitas desinfectantes y me dispuse a salir. Al llegar al lugar donde hice mi trámite, me puse gel antibacterial antes de entrar y tocar cualquier cosa, durante el trámite me puse más gel y al salir nuevamente.

Me tocó abrir y cerrar la puerta del lugar porque la “amable” recepcionista ya no me acompañó hasta la puerta. Agarré el cerrojo, abrí, salí y cerré la puerta. Llegué a mi carro tan feliz por el trámite que esperaba desde hace meses que se me olvidó ponerme nuevamente gel antibacterial. Conduje hacia la casa de la directora Administrativa de Central para culminar con el trámite.

Rin, riiin, riiiiiiiiiiiiiin (léase en tono de sonido de teléfono?

Directora Administrativa de Central: ¿Si?

Yona contento: ¡Hola, amighola! ¿Cómo estás? ¿Qué te haces? Ya voy para tu casa.

Directora Administrativa de Central: Amigo, voy para la casa de la Osy doc (Arturo Rueda). Mejor allá te veo.

Yona contento: Ok, voy para allá.

Y sin medir el riesgo, sin ver semáforos o espejear, di vuelta en “U” y me dirigí a la casa de la Osy doc.

Esperé unos minutos hasta que llegó la directora Administrativa.

Directora Administrativa: ¿Por qué no te pasas?

Yona contento: Osy doc no me quiso abrir ni porque traigo cola de pitufo.

Directora Administrativa: Ash ese Osy Doc, piensa que eres abonero, pero mira para que no te sientas triste, te compré un frappe.

Yona contento: Gracias amighola.

Y ahí estábamos en su camioneta disfrutando del frappe hasta que ocurrió lo peor e hice lo que no tenía que hacer y todos los recuerdos de corto plazo vinieron a mi mente.

¿Qué hice?

Toqué el popote con mi mano contaminada, luego me batí el dedo índice de la mano derecha y lo chupé. Sí, soy un puerco descuidado y ahora infectado de Dios sabrá qué cosa. Al mismo tiempo en que me chupé el dedo y agarré el popote solo dije:

Yona angustiado: ¡Ay no!

Directora Administrativa de Central: ¿Qué pasó amigo?

Yona angustiado: ¡No mames! ¡No mames! ¡No mames! Agarré una puerta cochina, contaminada, ya no me eché gel antibacterial y ya agarré el popote y me chupé el dedo… ¡No maaaaaames!

Directora Administrativa: Toma, ponte gel antibacterial, ya no pasa nada, tranquilo.

Para no hacerles el cuento largo, le hice un drama a mi pobre amiga por 30 minutos, en el que ya tosía, sentía que me faltaba el aire, me iba, lloraba, y les juro que sentía como millones de gérmenes entraban a mi cuerpo.

Logró tranquilizarme. Bueno, era eso o me agarraba a cachetadas.

Nos fuimos cada quien en su carro y ya cuando había cobrado nuevamente el control de la situación, cuando se me había olvidado el incidente, la angustia, la paranoia y el miedo, nuevamente pasó lo peor. Iba entrando a mi fraccionamiento y un viejo cochino estornudó sin taparse. Sí, así como lo leen el viejo puerco estornudó y esparció sus gérmenes a 3 metros de donde estaba yo.

Yona doblemente angustiado: ¡No mames, tápate pinche cochino!

Estaba tan enojado que casi me bajo a golpearlo. De pronto me empecé a repetir como disco rayado “¡La sana distancia es de dos metros! ¡La sana distancia es de dos metros! ¡La sana distancia es de dos metros!”, recordando que yo estaba a tres metros, pero aun así, si el viejo cochino no me pasó sus gérmenes por su puto estornudo tal vez lo hizo la puerta cochina y contaminada.

Moraleja: Mejor no salgan de casa.

¡Claro! Chinguen al guapo.

Puebla GOb

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