Primer semestre del 2019, la inseguridad que no cede

Por Facundo Rosas / /
Primer semestre del 2019, la inseguridad que no cede
Foto: Especial

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Al cumplirse el primer semestre de 2019, el estado de Puebla registró un incremento del 34% en su incidencia delictiva, que lo posicionó como el quinto peor del país en este rubro y el primero a nivel Región Centro.

Dicho en otras palabras, la entidad poblana conservó la tendencia de los primeros cinco meses del año a pesar de la disminución registrada en junio.

Los delitos de alto impacto que más aumentaron fueron secuestro con 100%, robo a transeúnte con 46%, violación con 26%, homicidio doloso con arma de fuego con 19%, robo a casa habitación con 16% y robo a transportista con 15%. La mayoría de estos robos fueron cometidos con violencia. (cifras del SNSP enero-junio del 2019).

Las cuatro entidades que registraron una mayor cantidad de delitos que Puebla fueron Yucatán, San Luis Potosí, Quintana Roo y Jalisco.

A nivel Región Centro, otras tres entidades aumentaron su incidencia delictiva aunque en menor proporción que Puebla, siendo estos Estado de México con un incremento de 20%, Ciudad de México con 11% e Hidalgo con 8%. Los tres estados restantes registraron un descenso en el número de delitos, Tlaxcala con 29%, Morelos con 5% y Guerrero con 2%

Otros delitos que presentaron repuntes significativos en Puebla fueron lesiones dolosas con 170% y delitos patrimoniales con 134%, mientras que los ilícitos que disminuyeron fueron extorsión con un descenso de 13%, robo de vehículo con 5% y robo a negocio con 2%.

Lo anterior lleva a retomar una frase tan cierta como odiosa, que dice: no podemos esperar cosas diferentes si seguimos haciendo lo mismo; es decir, el modelo adoptado en los últimos tres años está agotado y requiere una profunda revisión.

Además, está probado que sólo cambiar el orden de los factores no conduce a un mejor producto, sino que se requiere incorporar nuevos esquemas de trabajo y otros actores, ya que las acciones que funcionaron en otro momento hoy no son suficientes para resolver el problema que más aqueja a los poblanos.

La coyuntura que ofrece el cambio de administración es un momento idóneo para romper paradigmas y abordar el problema de la inseguridad desde otra perspectiva, sin que ello implique salirse de la lógica bajo la cual se incuba y desarrolla un delito, desde su forma más inofensiva hasta expresarse por medio de la violencia, como ha sucedido en Puebla en los últimos años.

Teorías sobre cómo resolver la inseguridad hay muchas, experiencias exitosas muy pocas y mexicanas aún menos, sin embargo, las hay, solo es cuestión de explorarlas, armonizarlas y llevarlas a la práctica.

La razón por la que nuestro país dispone de escaso cocimiento en materia de seguridad y mejores prácticas en campo, radica en que los tiempos políticos van a una velocidad mayor a la requerida por los técnicos y expertos para implantar un modelo basado en la planeación estratégica y gestión de proyectos, como ha sucedido en otros países, donde los primeros resultados concretos se consiguieron en 5 años y los problemas se resolvieron después de 10, pero con la garantía de que los logros alcanzados fueron más duraderos.

Ejemplo de lo anterior son los casos de Medellín, Colombia; Atlanta, Chicago y Nueva York en los Estados Unidos, así como de Palermo, Italia y Belfast, Irlanda del Norte, donde no todo fue atender las causas del delito, sino enfrentar los efectos. 

En México hay ejemplos de este tipo como los de Tijuana y Ciudad Juárez que recientemente han sido citados por diversos analistas y “expertos” en seguridad, sobre todo por sus indicadores cualitativos y cuantitativos, así como metas claras y cumplibles, sin embargo, en ocasiones se prefiere recurrir al extranjero por el solo hecho de que sus modelos de gestión vienen en otro idioma y los responsables de su implantación tienen otro acento.

Versión no contada. Hacia finales del 2013 y principios de 2014 nos visitó en Puebla uno de los grandes asesores del gobierno federal en materia de seguridad pública, en particular en los temas de gobernanza, prevención y combate al delito; su objetivo era traer las grandes experiencias de Colombia y Chile para contribuir en la mejora de los indicadores de seguridad pública, que para esos años estaban muy por debajo de la media nacional, en particular los delitos de alto impacto como homicidio doloso, secuestro y extorsión, así como robo de vehículo, a transeúnte, de negocio y casa habitación. Además, por segundo año consecutivo la entidad poblana había sido la mejor en incidencia de delitos federales a nivel nacional.

Cuál sería su sorpresa que en México ya había experiencia en la materia y no era muy distinta a la suya. La nuestra derivada de los casos de Tijuana y Ciudad Juárez, mientras que la suya había sido obtenida en Medellín y Bogotá, pero además ya habíamos coincidido cuando juntos encabezamos los esfuerzos de Ameripol (Comunidad de policías de América 2010-2011), así que las cosas estaban más parejas.

Un día el asesor tuvo que dejar el país de manera intempestiva y no volvimos a saber de él, lo positivo de su estancia fugaz fue que durante ese lapso la incidencia delictiva no registró cambios significativos ni tampoco la percepción, confirmando que la mejor teoría no da resultados si no se le deja madurar.