Tragedias

Un volado decidió la suerte de 5 trabajadores de la BUAP hace medio siglo en Canoa; “no les guardo rencor, ni los odio”, asegura uno de los sobrevivientes

- Foto: Especial

Hoy 14 de septiembre se cumplen 50 años de uno de los pasajes más negros de la historia poblana. San Miguel Canoa quedó marcada como una comunidad de barbaros que fue inmortalizada en una película que se convirtió en un icono del cine mexicano

Por Osvaldo Macuil/@OsvaldoMacuil

/ Puebla, Puebla

En un abrir y cerrar de ojos transcurrieron 50 años de la masacre de San Miguel Canoa. La noche del 14 de septiembre de 1968, cinco trabajadores de la BUAP fueron torturados por una multitud que los acusaba de comunistas y de ladrones. Dos de ellos murieron masacrados en la comunidad, junto con dos pobladores que los protegían. Los otros tres, fueron golpeados por la turba incontrolable que los mutiló física y psicológicamente.

VER: Hace 50 años así relató la prensa poblana el linchamiento de trabajadores de la BUAP en San Miguel Canoa

Ramón Calvario Gutiérrez, Jesús Carrillo Sánchez, Roberto Rojano Aguirre, Miguel Flores y Julián González decidieron subir la Malinche aprovechando el puente de las fiestas patrias. Cuando llegaron a Canoa se quedaron varados por la intensa lluvia y comenzaron a pedir asilo.

En la parroquia les negaron ver al sacerdote Enrique Meza y los corrieron. Pretendían pedirle posada, así que siguieron buscando, pero en todos lados los veían como bichos raros. Canoa era una comunidad muy cerrada, en la que predominaba el analfabetismo. La principal actividad a la que se dedicaban era el campo.

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En medio de la incertidumbre tres de los jóvenes querían continuar con la expedición, dos pedían que regresaran a Puebla. Entre los que estaban a favor estaba Julián González, el organizador de la travesía. Todos acordaron echar un volado para tomar una decisión. Una moneda decidió su suerte. La mayoría ganó y siguieron buscando posada.

Un joven les ofreció llevarlos a casa de su tío Lucas quien estaría dispuesto a alojarlos para que llegaran a su destino la mañana del 15 de septiembre. Así fue, el dueño de la vivienda los hospedó y mostró generosidad.

De pronto comenzaron a escuchar que desde los altavoces se enviaban mensajes en náhuatl. Luego en español, alertaron sobre la presencia de intrusos y llamaron al pueblo a levantarse con pistolas, machetes y palos para encontrarlos. Los estudiantes sabían que eran ellos a quien señalaban.

De pronto se escuchó como llegó una multitud de mil personas gritando a la casa de Don Lucas”, relata Julián González. Cuando el dueño de la casa trató de controlar a la marabunta, de un machetazo lo degollaron y luego lo remataron con un disparo. Todo esto frente a su esposa e hija.

A Ramón Calvario Gutiérrez y Jesús Carrillo Sánchez los sacaron de la saca después de que ya los habían golpeado y en la calle los asesinaron. Los otros tres eran interrogados dentro de la vivienda. Pero nada tenía sentido.

Nos decían que éramos comunistas. Nos preguntaban por la propaganda. Que cuando iban a llegar los demás. Nosotros solo dijimos que éramos trabajadores de la Universidad”, continua detallando Don Julián, quien en ese entonces tenía 26 años.

Roberto Rojano Aguirre, Miguel Flores y Julián González fueron arrastrados hasta la plaza pública mientras los seguían golpeando. En ese viacrucis, Don Julián perdió tres dedos de la mano izquierda.

Escuche cuando dijeron que nos iban a quemar. Luego una voz dijo que ya era suficiente y se detuvieron. Entró una ambulancia y nos llevaron. Llegamos a la Cruz Roja y para curarme las heridas me raparon y me echaron alcohol. Del dolor me desmayé y no supe más”.  

Así fue la noche de pesadilla que vivieron los trabajadores universitarios. A 50 años de distancia las heridas no se han borrado y el estigma sigue presente en la frente de Canoa.

Después de que se curó de las heridas físicas, Don Julián y sus dos compañeros que sobrevivieron recibieron terapia psicológica durante cinco meses para intentar recuperar sus vidas.

Las autoridades poblanas generaron una lista con 66 nombres de los responsables de la violencia, encabezados por el párroco. Sin embargo, solo dos personas fueron detenidas, y ninguna estaba entre los que estaban identificados.

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Nos carearon, yo les dije a que a esas dos personas nunc alas vi. Uno era una persona de 70 años, otro un joven. Los dos estuvieron dos años en la cárcel y después salieron”.      

“Ya los perdoné”

Julián Velázquez, rodeado de su familia y desde su casa, es contundente al referir que nunca tuvo un sentimiento de venganza y de regresar a matar a quienes casi le arrebatan la vida en medio de la barbarie.

“Ya los perdone”, responde enfático y le deja a su Dios que juzgue a quienes lo torturaron y mataron a dos de sus amigos.

En su mente tiene una justificación sobre la noche negra: “Fue una mezcla de todo. El padre de Canoa que hablaba de que iban a llegar los comunistas. La prensa que hablaba la de los universitarios y la ignorancia de la población”.  

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Hace poco, cuando fue invitado a Radio BUAP a dar una entrevista sobre los acontecimientos, le presentaron a jun joven de Canoa, quien le pidió perdón por la noche del 14 de septiembre de 1968, y dijo sentirse avergonzado.

Don Julián le levantó el ánimo al decirle: “Tú no tienes la culpa de nada. En Canoa hay gente buena. Fue la mayoría de la comunidad la que se quedó en su casa y no participó en esto”.

En las últimas décadas, ha sido invitado a dar pláticas a los alumnos universitarios sobre este hecho. Esto lo hace con la finalidad de instruirlos a que cuando se encuentren dentro de una turba que busca hacer justicia por su propia mano, que levanten la voz y no permitan una atrocidad. “Deben levantar la voz y privilegiar el dialogo.        

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