27 de Abril del 2024

TOC, TOC- ¿quién es?- El TOC

Por Rolando Ochoa Cáceres / /

panza identifi

No es nada grato vivir con trastorno obsesivo compulsivo. Para muchas personas este trastorno es una gran moda pero la verdad es que es todo un infierno vivir con ello.

Desde pequeño tuve muchas manías que se fueron acentuando conforme mi crecimiento. Cuando estaba en la escuela todo lo detonó notablemente un episodio intenso de depresión.

Así que comencé, como suele suceder a quienes vivimos con TOC, a crear ciertas rutinas, rituales para “controlar” el destino y si no ejecutaba esas rutinas, mi mente creaba escenarios sumamente inverosímiles, caóticos y se me generaba una ansiedad insostenible.

Checaba siete veces las llaves de gas de la estufa. Checaba siete veces las llaves de agua. Checaba siete veces que la puerta estuviera bien cerrada y así se me iban, cada vez que salía del departamento, un poco más de veinte minutos yendo y viniendo y revisando que todo estuviera bajo control.

También solía lavarme las manos incontables veces, evitaba pisar las líneas de las calles, cuando encontraba una moneda tenía que recogerla siempre con la mano izquierda y si hacía todo lo contrario, la ansiedad me remataba con pensamientos caóticos, difíciles de controlar.

También solía evitar el contacto con las personas ya que al tocarlas, pensaba, su energía pasaba a ser parte de mí y me haría daño. Tuve demasiados pensamientos obscenos y la moral y mi sentido espiritual chocaban con ellos y pasaba horas encerrado con enormes culpas. Como lo he dicho antes, también quise lastimarme. Claro, también tuve problemas con el orden y pensaba que si los libros no estaban bien acomodados me iban a caer malos augurios e iba a sufrir demasiado.

Con el TOC tuve demasiados arranques de celos, demasiados enojos, demasiadas frustraciones, la envidia me carcomía y estuve en pausa durante mucho tiempo siendo espectador de todos y nulo partícipe de la vida. El infierno estaba en mi mente y mi desesperación en vez de moverme me hizo un ser estático, miedoso y depresivo.

Pedí ayuda e incluso me vi involucrado con un grupo de metafísica que me resultó la cosa más engañosa de la vida. Quise regresar a la religión pero no estaba dispuesto a creer y mi primer acercamiento con la terapia fue la cosa más desesperanzadora del mundo. Llevo trece años viviendo con TOC (o probablemente muchos más) y puedo decir que no es nada agradable, ni algo que presumir pero es una gran batalla diaria que abre puertas e ilusiones inigualables. Las salidas suelen ser favorables y aunque el miedo se apodere de mí me repito constantemente que la mayoría de las cosas que pasan por mi mente son irreales y puedo identificar ya mis ansiedades, mis dolores, mis arranques de ira y mis desesperaciones.

Claro que fue la terapia lo que me ayudó, claro que fue la meditación y también un trabajo profundo sobre mi existencia, sobre mi persona, sobre mi autoestima, sobre mis sueños y ambiciones, sobre si realmente vale la pena existir a pesar de mis ansiedades.

Antes, como lo he dicho, me era sumamente difícil aceptarlo y vivir con ello, ahora, puede ser soportable y también un gran reto. Desde este re trabajo que he hecho conmigo ya puedo pisar las líneas de las calles sin problema. Ya no reviso constantemente las llaves de la estufa. Ya puedo decir que ni me asomo a verificar la llave de paso de agua y puedo esperar un poco más las respuestas, puedo aceptar que de vez en cuando se me pase una falta de ortografía y no piense que el mundo me verá como el peor ser humano del universo, no me lavo en exceso las manos y tampoco he sentido que al dar la mano a otros las bacterias me inunden y me vuelva una especie de zombie. No. Pero tampoco he logrado sanar del todo ya que en ocasiones llegan pensamientos con escenarios extraños, violentos y la ansiedad se hace presente y es cuando me pregunto de más y suelo ponerme en pausa por periodos cortos de tiempo. Ahí es donde la respiración aligera un poco la situación, ahí es donde dejo que los pensamientos sucedan, pasen y suelen desaparecer con el tiempo. Y aun así, es una gran batalla. He podido conciliar algunas cosas que tienen que ver con mis conductas y actitudes y las pruebas a las que todavía me someto para disminuir mi ansiedad han sido un tanto efectivas. He aprendido que mi forma de pensar es catastrofista pero que también es parte de mí y que puedo hacer mucho no para evitar sino para entender y transformarlo positivamente con actividades y un encausamiento distinto de energía.

Cuento esto porque el 10 de octubre se celebró el día mundial de la salud mental y veo que en esta época hay una preocupación mayor por el aspecto físico que por el aspecto interno, dígase mente y espíritu. Si bien dicen que hay mente sana en un cuerpo sano, en muchas ocasiones esa ley se quiebra. Solemos checar nuestra salud con el médico, revisamos nuestro peso, nuestra sangre pero poco, muy poco, acudimos con especialistas para también revisar lo que acontece en nuestra mente. Hacemos dietas para vernos bien pero no revisamos el cómo alimentamos nuestra mente y nuestro espíritu.

Mi caso es similar al de muchas personas pero a veces, por vergüenza y porque se minimiza, no acudimos con especialistas y nuestra mente se convierte en un gran enemigo. Alguna vez me dijeron que no estaba loco, que por mis vivencias difíciles y complejas es más que normal vivir con un trastorno de este tipo pero que se da un gran paso al pedir ayuda porque gracias a eso la vida puede ser un poco más llevadera y también más placentera. Yo por mucho tiempo no lo hice por miedo pero cuando acudí a mis sesiones con formalidad (creyendo y poniendo parte de mí para lograr un cambio) muchas cosas en mí se transformaron. Si se acude al gimnasio con desenfreno no está nada mal revisar el acontecer de nuestros pensamientos de vez en cuando o de vez en siempre.

Aquí dejo link sobre el Día mundial de la salud mental: http://www.who.int/mental_health/world-mental-health-day/2018/es/

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