Algo me daba mala espina.
No sabía si era el espagueti, los cuatro quesos, el espagueti con cuatro quesos.
O el jugo de naranja, tal vez la combinación del espagueti de 4 quesos con el jugo de naranja.
Lo que quiera que haya sido, ocasionó una terrible bomba a mi estómago.
Ya no sabía qué hacer: sudaba frío, temblaba, tenía escalofríos, retortijones y cólicos.
No sabía si seguir escuchando la interesante plática con mi amiga María López, correr al baño o esperar a que saliera Enrique Ochoa de su reunión con los priistas poblanos.
Todo mi mundo se redujo a unos cuantos minutos en el que sentía que la bomba iba a explotar.
Sólo respiraba onda y profundamente. Trababa de ponerle atención a María, trataba de ignorar las señales de mi cuerpo, los malestares y enfocarme en el evento del PRI.
No sé cómo aguanté tres largas horas, pero lo hice con entereza, con toda la firmeza, paciencia y verbal contingencia, dominio de ciencia.
—Hola, mucho gusto soy fulanita de tal, enlace de Enrique Ochoa con la prensa, quiero saber si le vas a preguntar algo para anotarte en la ronda de preguntas y temas— me dijo la fulanita de tal enlace de Enrique Ochoa.
Yo solo la miré con cara de desesperación y le respondí —No, no traigo tema, solo quiero que ya salga— y tal vez pensó que era un joven muy histérico y malhumorado, por lo que se fue corriendo con cara de confusión y miedo.
Por fin, pasaron las 3 horas más largas de mi vida, empezaron a salir los priistas: saludé con cara de desesperado a Lupita Vargas, abracé con pocas fuerzas a Paco Ramos, apenas y le pude decir hola a la Carmenchú y sólo alcancé a decirle a mi Xitlalic Ceja cuanto la quiero.
Salió Ochoa Reza y enseguida fui al chacaleo, o sea a la entrevista. Como no decía nada importante que pusiera al estado o al PRI de cabeza, apagué mi grabador de voz y me alejé de él con dirección al baño.
Por fin me iba a desahogar, pero de pronto los priistas empezaron a entrar al baño: Memo Deloya, Doger, Víctor Díaz, presidentes municipales que no conozco, dirigentes municipales que ignoro y de pronto se hizo una larga fila para el baño y yo cada vez retorciéndome más de las ganas.
Me da pena confesarlo, pero debo hacerlo: estuve casi media hora en el baño y no le veía fin a eso.
Como pude terminé, salí corriendo a Cambio para Juego de Troles, en el trayecto nuevamente mi estómago empezó a hacer de las suyas, le metí más al acelerador, no sé cómo llegué a Cambio. Pasé corriendo al baño saludando a todos —Hola Nena y Huga, hola tía Pau, hola Paco, hola Ale, hola computadora, hola escritorio... hola a todos—.
Tardé 10 minutos, salí, sentía que había vuelto a la vida pero a los cinco minutos otra vez tuve que entrar. En total, entré 3 veces al baño antes del programa de tele y nuevamente en plena transmisión empecé a sudar frío.
Es tan terrible cuando algo te laxa y no puedes hacer ni aguantarte.
Moraleja: No combinen espagueti con jugo de naranja.
¡Claro! Chinguen al guapo.