26 de Abril del 2024

Dios: ¡líbrame de los perfectos!

Por Rolando Ochoa Cáceres / /

panza identifi

Cuando terminó el partido de la final de la champions league en el que resultó ganador el Real Madrid, recuerdo haberme volteado para ver a mi novia y le pregunté, refiriendo mi cuestión ante los dos fallos del portero del Liverpool: ¿cómo te levantas después de esto?

Como sabemos, Loris Karius tuvo dos errores que retumbaron en gran parte del mundo y tanto comentaristas, deportistas y aficionados no se limitaron al decir que “no puedes fallar de esa forma en una final”, “en una final no puedes tener errores”, “Karius tiene mantequilla en los guantes” o “acaba de arruinar su futuro” por no querer mencionar las más dolorosas e hirientes.

Después de disculparse con los fans con lágrimas en el rostro, de pasar noches de insomnio como lo refiere un escrito suyo y recalcar sus disculpas, Loris Karius no únicamente vivió una noche difícil sino que también recibió amenazas de muerte que iban dirigidas a sus familiares.

Vuelvo a la pregunta “¿cómo te levantas después de esto?” y después pensé que en realidad la pregunta ni siquiera debía de hacerse. Loris Karius es un ser humano que también falla, que tiene todo el derecho a cometer errores y que puede ser tan imperfecto como todos los demás.

Hablando en términos de futbol (y hasta aquí paro el tema) ni siquiera la supremacía de Cristiano Ronaldo se vio reflejada en el campo pero nadie se preocupa por su participación, ni por su muy bajo rendimiento dentro de la cancha ¿por qué? Porque nuevamente salieron campeones y qué mas da.

Pocas veces he pensado que el futbol da enseñanzas de vida y esa final fue una de ellas.

Los medios de comunicación nos insisten hasta el hartazgo la importancia de ser perfecto, un “fenómeno” en todo sentido, un ser imbatible y arrogante, egoísta supremo.

Así, aquellos modelos se nos presentan como hazañas divinas que la vida nos permitió ver y valoramos más la ficción protuberante que la realidad inquietante.

Muchos que criticaron al portero del Liverpool lo hicieron, claro, desde su postura de dioses del señalamiento y también, desde atrás del micrófono y atrás de sus cervezas donde la distancia de la realidad es casi irrevocable. Comentarios como “es portero, es lo único que tiene que hacer y lo hace mal” me hace pensar que aquellos bajaron del olimpo con ínfulas de perfección.

Si observamos los errores con tanta enjundia y no únicamente los señalamos, también los condenamos, significa que nos apartarnos de lo que probablemente nos hace perfectos, nos aleja de nuestra belleza humana.

Si pensamos que escritores, cineastas, arquitectos, médicos, veterinarios, deportistas, etc. nunca tuvieron errores y por eso “son lo que son” entonces, supongo, carecemos de criterio objetivo y nos postramos a señalar desde la ignorancia.

Dicen que caer es para levantarse y sí, estoy de acuerdo por lo obvio de la frase pero también creo que caer nos da una perspectiva distinta porque también ¿desde dónde caemos y en qué caemos?

En el caso de Loris Karius su vasta humanidad se vio reflejada en una final de champions league, en la máxima eliminatoria del futbol profesional y por lo tanto, su caída, su llanto significan la totalidad de su imperfección pero también lo significan como uno de los mejores porteros del mundo (no por nada estuvo en ese certamen).

Pretender que errar es inhumano, que errar es, como dijeron algunos periodistas “increíble” entonces me pregunto ¿por qué nuestra realidad no se asemeja a esas realidades de perfección en las que el error es nocivo?

Cuántos de nosotros no hemos tenido esas experiencias laborales en las que cometemos un error y nos hacen sentir como asesinos seriales cuando, en realidad, es una muestra de nuestra mortalidad. Amo esa sensación cuando la gente evalúa nuestro trabajo y sin saberlo se atreven a decir que lo que hacemos lo realizamos bien o mal según sus criterios, algunos objetivos y los muchos, totalmente cegados.

James Rhodes, uno de los grandes intérpretes de música clásica de la actualidad dice que se ha equivocado infinidad de veces en sus conciertos pero porque no es ni Bach, ni Beethoven, ni Chopin, ni Rachmaninov. Probablemente ellos también tuvieron errores en su ejecución ¿y eso qué?

A Loris Karius le pasó como a muchos de nosotros, ante un error nuestra cabeza está en juego y así se premia la supuesta perfección de quién no hace nada pero tampoco hace mucho: la mediocridad.

En términos de futbol, el portero suele ser de los más criticados y para mí es la posición que más admiro no sólo por la versatilidad del jugador, sino por los reflejos, la cadencia, la fortaleza y la acrobacia para parar un balón. Los demás hacen lo suyo. Me parece más irreal que un futbolista falle un gol claro cuando la portería es del tamaño del arcoíris a que un portero sea capaz, con la fuerza y velocidad que lleva un balón, detener una anotación.

En términos de vida creo que condenar el error (aunque sean dos o miles) es la cosa más inverosímil y el argumento más bajo para perder algo, como por ejemplo, el empleo o la integridad.

Veo a los médicos, a los enfermeros, rescatistas y a constructores como aquellos seres que tienen una responsabilidad casi irreal. En sus profesiones el error es casi inevitable y palidezco, lloro y aplaudo cada vez que se sucede un acto inverosímil como salvar una vida, como el ver que un edificio aguante un temblor o el salvar a un niño que cuelga de muchos pisos. Ahí, donde es más probable el error, ellos contra toda probabilidad ejecutan maravillas y sin embargo, no dudan del error por encima de su magnificencia.

Decir que Loris Karius es el peor portero del mundo o que va a pasar a la historia como el peor portero en la historia de finales de champions league e incluso, amenazarlo de muerte, me hace pensar en lo alejados que estamos de nuestra esencia humana y que a veces la vida, a algunos, les pone pruebas de fortaleza y a otros, pruebas de humildad.

El error nos mantiene despiertos.

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