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Martes, 01 Septiembre 2015 07:09

Alejandro Badillo, una travesía entre la narrativa y la crítica literaria

Sobre su obra y las vertientes intempestivas que la literatura abre, tuve la oportunidad de dialogar con Alejandro Badillo. A continuación las reflexiones derivadas de esta fructífera charla.

Por : Julieta Lomelí / @julietabalver , Puebla, Puebla

Alejandro Badillo, nació en el Distrito Federal en 1977. Es un escritor que actualmente radica en Puebla y el mes pasado ganó el Premio Nacional de Narrativa Mariano Azuela, con El clan de los estetas, un libro de cuentos que el autor escribió en 2013, durante el tiempo que fue becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.

Sobre su obra y las vertientes intempestivas que la literatura abre, tuve la oportunidad de dialogar con Alejandro Badillo. A continuación las reflexiones derivadas de esta fructífera charla.

Julieta Lomelí: ¿De qué trata El clan de los estetas?

Alejandro Badillo: Hablar de un tema particular es complicado. Cada ficción es distinta. Por ejemplo, el cuento que le da el nombre al libro, El clan de los estetas, es una especie de alegoría que sucede en una zona muy parecida a México y trata sobre un grupo secreto que busca en la muerte una especie de profecía del futuro.

Hay otras historias de corte más fantástico. Hay uno que me gusta –bueno sé que es difícil referirse así a lo que uno escribe– pero creo que de verdad me agradó mucho como quedó, se llama La espera, y es una especie de reflexión sobre el tiempo y la vejez. Narra la situación de un grupo de ancianos que están en un asilo y de repente quienes los cuidan y la gente de su alrededor se olvidan de ellos. Los “abuelos”, como si fueran unos Robinson Crusoe, descubren que no pueden salir del asilo y entonces se resignan a su suerte, pero en vez de morir, se quedan detenidos, inertes, en el Limbo. Sobre dicho asunto gira el cuento, desarrollando varias teorías al respecto.

En el libro también hay una historia más realista, que escribí influenciado por la obra de Alice Monroe. Aquélla habla de un hombre que vive solo y encuentra a una mujer que tiene cáncer, de tal relación es sobre lo que prácticamente trata el texto. Este cuento está ambientado en la ciudad, en invierno, y desarrolla una narrativa más lenta.

JL: He visto que en tus narraciones tienes una obsesión con el instante, te gusta detenerte en los detalles como si estuvieras imprimiendo una fotografía, y contándonos el acaecimiento del momento en palabras, algo que es muy difícil lograr. Tus textos abren una exigencia a tu público, la de la lectura serena, obsesiva, atenta y clavada en la textura del discurso. ¿Desde tu posición cuál es la manera en la que el novelista debe trabajar con la temporalidad?

AB: Como dices, hablando de novela, creo que es más fácil caer en esta narrativa muy tradicional de escoger el tema y simplemente desarrollarlo. En el cuento, quizá, uno puede desarrollar una comunicación más directa con ese tipo de poéticas, por así llamarlas, de detenerse en el instante. O en novela, por ejemplo, recordando a Salvador Elizondo y su Farabeuf, que en su narrativa imprime esta obsesión con el segundo que se agota, con el tiempo detenido en las palabras. Creo que esto es en cierta forma una habilidad narrativa que uno se va creando, pero también me parece, que en ese tipo de detalles, en esas descripciones minuciosas, se puede percibir otra capa de la realidad, que a veces uno olvida cuando está metido resolviendo el nudo de un cuento. Sobre este asunto, alguna vez leí de palabras de Kawabata algo que me gustó mucho, él hablaba de la experiencia de llegar a un recinto y ver cómo la luz cae sobre los vasos. De cómo esta minucia cotidiana se convertía para él en una especie de revelación, de epifanía. Entonces yo me sentí muy identificado. Creo que sobre esto debiera moverse la literatura, sobre todo la ficción, en recuperar el instante. Y no en el sentido de sólo desplegar historias y secuencias lineales.

JL: También le has invertido tiempo a la crítica literaria. En la entrevista que alguna vez le diste a Ismael Lares para la revista electrónica Gaceta Frontal, mencionas que: “hay muchos escritores como yo que pasan del trabajo puramente creativo a la reseña”. Desde este sentido, ¿cómo concibes a la reseña?, ya que pareciera que no la consideras una labor puramente creativa. ¿Crees que es literatura, o crees que sólo es un asunto que trabaja sobre la literatura?

AB: Es un tema que se ha discutido mucho. Yo creo que partiendo de la cuestión del narrador, como me inicié, se puede percibir a la crítica como algo muy duro, muy áspero, muy árido; simplemente glosar algo y ya. Pero es algo muy chistoso, porque mis primeras reseñas, incluso las que sigo escribiendo, tienen la estructura de la narrativa, en las que encuentras un momento de introducción, uno de crisis y luego uno de finalización. En ese sentido, creo que la reseña debería de acercarse más a la literatura. Y también debería aportar cosas trascendentales sobre la obra de la que se escribe.

Digo, partiendo de que no estamos hablando de un trabajo académico de mucho tiempo, donde te dediques a eso. Simplemente la cuestión temporal de una obra que salió este año. Tú con tus lecturas, con tus herramientas, con lo que tienes, por supuesto que puedes dialogar con la obra. Creo que en la reseña, o en la crítica en general, se ha perdido un poco esta noción de diálogo. Es decir, ¿qué encuentro yo aquí, qué me sirve a mí como narrador, o que incluso puedo criticar? Por ejemplo, yo tengo mi posición: no parto de ser objetivo, sino, dentro de lo que yo creo que debe ser la literatura, de ahí me muevo para dialogar con la obra. Obviamente el lector, enterado o no, debe saber que no es un juicio objetivo, sino que yo estoy tomando parte de esa discusión y de esa conversación con el libro y el autor que reseño.

JL: Más allá de las librerías, de los medios impresos y el periódico, ¿dónde crees que deba encontrarse la labor del crítico?

AB: Va a sonar algo raro, pero incluso en mi labor, en mi experiencia, dando clases, puedo asumir cierta labor crítica. Por ejemplo, al asesorar a alguien de prepa, de universidad, o dando un taller literario, ahí también se puede ejercer la crítica. Sé que quizá muchos autores no tengan dicha oportunidad, o no quieran aventarse a tenerla porque están encerrados en su casa escribiendo o teniendo otro tipo de trabajo. Pero la labor del crítico definitivamente también radica en enseñar, en exponer ideas, en guiar el gusto de los otros, siempre respetando sus obsesiones e intereses.

JL: Entonces, ¿qué función crees que podría tener la reseña negativa?

AB: La reseña negativa es todo un tema. Hay escritores que realmente están muy en contra de esto. A mí me encanta.

JL: Sabemos que tienes una afición con los gatos, y por la cerveza, de dónde viene cada una de éstas. ¿Te ayudan a escribir o a inspirarte en algún sentido?

AB: La cerveza y los gatos han sido formas de desahogar ciertas obsesiones. El alcohol en particular no me funciona realmente en el momento de escritura. Conozco mucha gente que está con el alcohol todo el tiempo y sí logra trabajar bebiendo. Pero en lo personal, por mi estilo de vida, por mi forma de hacer las cosas, me sería imposible combinar la cerveza con mi escritura, porque implica una concentración tremenda. Yo soy muy obsesivo con las palabras, sobre todo en los cuentos. Mientras que en la novela tienes que aprender a dejar cosas atrás y revisar hasta el final, en el cuento estás todo el tiempo sobre los detalles. En este caso, el alcohol sólo puede funcionarme para socializar, sobre todo porque soy relativamente tímido (y antes era más).

Gatos tuve desde que tenía 15 o 16 años. En la actualidad sigo teniendo gatos. Lo que me gusta de los gatos es que no son dependientes, al contrario de los perros que desarrollan una relación más filial con sus dueños, como padre e hijo, pero el gato no te necesita. Sobre este asunto he escrito algunas cosillas y salen de repente ahí en algunos cuentos. Los gatos a mí me funcionan más bien como una especie de Alter Ego. Son una especie de relación de igual a igual.

JL: Sí, son independientes…      

AB: Ah, pues eso me fascina mucho. A partir de la convivencia con mis gatas, comencé a pensar en ese tipo de relaciones. No una relación de poder, que es lo que le gusta a mucha gente: “yo quiero que me obedezcas”. Sino en una relación dada en condiciones de libertad, del gato está ahí moviéndose... Entonces, ver cómo se mueven, cómo me ignoran. Me ha ayudado a reconsiderar las formas de relacionarse con el prójimo lo cual en el fondo siempre ayuda al escribir historias, y también me han ayudado, al observarlos deambular por mi casa a echar a volar la imaginación. Tampoco escribo todo el tiempo sobre gatos. Luego también uno se caricaturiza… Pero sí, de repente, me gusta, y creo que son buenos motivos literarios. Hay que echarle un ojo a toda la literatura que tiene que ver con el tema. Incluso han hecho antologías sobre ese asunto.

JL: ¿Qué utilidad tienen para ti las redes sociales y el internet en la creación literaria?, ¿te sirven?, ¿te distraen?

A mí me gusta usarlas para promover y difundir. De hecho me han salido oportunidades magníficas a través de las redes sociales, que no hubiera podido conseguir, no tanto por falta de calidad, sino más bien porque entre tanta gente que ahora escribe, alzar la mano y que te vean a veces es complicado. Entonces por dicho medio me gusta mostrar lo que he estado haciendo en relación con la narrativa e incluso compartir mis textos como reseñista. Ya para la cuestión de escritura, la verdad no las utilizo. Y aunque a veces publico fragmentos de los cuentos que estoy escribiendo nunca lo hago con la intención de ejercitar la “escritura del momento”, o como twitteratura. Porque para escribir literatura necesitas reflexión. Además, la cuestión del límite de espacio que te impone una red social, a mí me limita mucho para ponerme a redactar en serio. En mi caso, las redes sociales solamente las utilizo para comunicar y difundir.