"Tengo la memoria en blanco. Todo lo que recuerdo son dos policías acercándose por el andén".
Quien habla es un militar fuera de servicio al que llamaremos Temerario Juan. El pasado fin de semana, Juan acabó en el metro después de una noche de fiesta, tan alcoholizado como tantos otros borrachos. ¿La novedad? Él no iba montado en el metro, sino en su propio coche.
"Salí de un pub y, como un imbécil, decidí coger el coche", dice a Bild. Él no se acuerda pero, entre que arrancó el coche y que se encontró parado en una estación de metro, recorrió más de dos kilómetros por las vías.
Temerario Juan había decidido que, en su estado, la mejor manera de llegar a casa era seguir a un tranvía. Nada podía salir mal: todo recto por la vía hasta la parada de al lado de casa. Un plan infalible.
Debía de estar muy borracho para olvidar que, en la ciudad de Dortmund, el tren circula algunos tramos por el exterior y otros bajo el suelo, como el metro. Antes de darse cuenta, había metido su Ford Focus muy hondo bajo tierra,pero no en el garaje de casa.
Temerario Juan no es el primer borracho que mete su coche en el metro alemán. De hecho, es el tercero.
En 2009, Temerario Félix intentó imitar una película de Harry Potter (no sabemos qué parte) y coló su Opel bajo el suelo; en 2013, Temerario Emiliohizo lo mismo con su Citroën, y llegó incluso a pasar una estación de metro sin pararse ni nada. Seguramente creyó que podría salir por el otro lado y nadie se enteraría pero, en lugar de eso, se encontró con la policía.
Estos incidentes son parte de la magia que se produce en esas primeras horas de la mañana: el transporte público se despierta para llevar a la gente al trabajo y, en lugar de eso, acaba llevando a un montón de borrachos a la cama. Unos se dedican a cantar himnos de fútbol o a vomitar por todo el vagón; otros van más allá.
Genio