La incidencia delictiva no cede y la violencia tampoco

Por Facundo Rosas / /
interior facundoculumna

Al cierre de enero del año en curso la incidencia delictiva en el estado de Puebla se incrementó en 7.7% respecto del mismo mes de 2019.

Entre los delitos que más aumentaron destacan las lesiones dolosas con 52%, violencia familiar con 36% y extorsión con 33%, mientras que los que disminuyeron fueron el feminicidio con 12.5%, robo de vehículo con 11.5% y homicidio doloso con 5% (Carpetas de Investigación según el Sistema Nacional de Seguridad Pública).

Si bien el homicidio doloso registró un descenso en el último mes, eventos como el asesinato de 3 estudiantes (2 de nacionalidad colombiana que se encontraban en un programa de intercambio en la UPAEP y uno mexicano que estudiaba medicina en la BUAP) y un conductor de la plataforma Uber, perpetrado entre la noche del domingo 23 y madrugada del 24 de febrero en Santa Ana Xalmimilulco, municipio de Huejotzingo, vuelven a encender las alarmas que recién se habían apagado tras la “ejecución” de una persona en San Felipe Hueyotlipan (22 de febrero), otra en el corazón de Lomas de Angelópolis (21 de febrero) y una más en Xochimehuacán (20 de febrero), con un modus operandi idéntico.

Como ha venido sucediendo en los hechos más recientes, la primera reacción de las autoridades estatales y municipales fue condenar los hechos y buscar culpables en otro lugar, enfatizando en que fueron privados de la vida en otro sitio y que vinieron a “tirarlos” a territorio poblano, sin embargo, en el caso de los estudiantes no podrán señalar tan fácilmente que los asesinaron en otra entidad y tampoco que fue un ajuste de cuentas entre delincuentes, como lo hicieron en los 3 casos anteriores.

Lo que tampoco podrán impedir es que con esta serie de hechos violentos la percepción de inseguridad se vea afectada nuevamente y la imagen de la entidad se deteriore aún más a nivel nacional e internacional, con mayor razón si este homicidio múltiple detona la movilización de la comunidad universitaria como ya sucedió el día de ayer frente a Casa Aguayo con casi 3 mil estudiantes, en Teziutlán con 300 y en San Martín Texmelucan con 150, más los que se vayan acumulando.

Hasta ahora el móvil que manejan las autoridades es el de robo de vehículo, sin embargo, habrá que esperar hasta que concluyan las investigaciones, ya que aún hay piezas sueltas que no cuadran en un desenlace de este tipo, menos tratándose de estudiantes de medicina con una actividad pública y el respaldo de dos de las universidades de mayor prestigio en la entidad.

De hecho, en los últimos años el estado de Puebla y en particular la zona metropolitana de la capital ha dejado de ser referente en seguridad para estudiantes procedentes de otras entidades y de otros países latinoamericanos y europeos, luego de que por más de 10 años cientos de ellos llegaron a cursar diversas carreras universitarias solos o acompañados de sus familiares.

Por si fuera poco, en medio de esta escalada de violencia, los presidentes del Tribunal Superior de Justicia y del Congreso local de Puebla se deslindaron del incremento de los delitos y de la violencia que priva en la entidad, coincidiendo en culpar a la ruptura del núcleo familiar como origen del problema.

Si bien ambos tienen parte de razón, les faltó agregar que la falta de credibilidad y sensibilidad en las instituciones de tres los órdenes de gobierno y los tres poderes en el estado, también contribuye en el aumento de la percepción de inseguridad.

Otros factores mencionados por los representantes de los poderes legislativo y judicial fueron la impunidad, corrupción y falta de capacitación de los servidores públicos, los tres más obvios que uno se pudiera imaginar.

Un tema que olvidaron señalar fue la cultura de la legalidad, tan necesario para mantener vigente el estado de derecho en Puebla, sin embargo, esto podría deberse a que genera incomodidad en alguno de ellos, en particular en el que aún no aclara cómo logró sustentar su residencia en la entidad para alcanzar tan alto cargo.

Si el problema de la inseguridad y la violencia se resolvieran describiendo la situación que prevalece en el estado y plasmando los factores que la generan en un diagnóstico, éste ya se hubiera resuelto desde hace mucho, pero no es así, razón por la cual habrá que pedir a los titulares de los dos poderes que se reunieron para discutir las causas, así como del Ejecutivo estatal, que demuestren sus capacidades, compromiso y empatía con las víctimas en la coyuntura actual, máxime cuando se trata de estudiantes, independientemente de su origen y nacionalidad.

El escenario para demostrar en los hechos que se pueden hacer las cosas bien está puesto, no hacerlo podría abrir la puerta a nuevas formas de violencia y una peor percepción de inseguridad, esa que a principio de año causó tanto escozor en varias áreas de gobierno.

También es momento de que otros actores sociales asuman el liderazgo y participen activamente en la atención de las causas, como sucedió en 2010 en Ciudad Juárez, Chihuahua con los médicos que, al ser blanco de ataques por parte de la delincuencia, se organizaron y fundaron la denominada “Mesa de seguridad”, que hoy es referente a nivel nacional.

Versión no contada

Hacia finales de 2014, un padre de familia envió a su hijo a estudiar los últimos dos años de la universidad a Puebla porque en su entidad natal (Hidalgo) no había condiciones de seguridad que le permitieran hacerlo; peor aún no había “antros” donde ir a divertirse los fines de semana y en la capital poblana sí.

En varias ocasiones el autor de esta columna se reunió con los padres de para analizar los riesgos que podían correr los jóvenes al acudir a este tipo de establecimientos y al final de la plática les compartí mis datos de contacto por si se presentara algún problema.

Como era de esperarse, una madrugada uno de los estudiantes marcó al teléfono y al contestar la primera referencia fue que la tarjeta con los números de contacto se los había proporcionado su papá por si tenía algún problema de seguridad y su problema en ese momento era que con toda seguridad iban a cerrar el “antro” y preguntaba si su servidor conocía alguno que cerrara más tarde y que lo recomendara con el dueño porque quería seguir la fiesta.

Al informarle a su padre lo que había sucedido, simplemente se disculpó y dijo que le llamaría la atención al joven estudiante y que afortunadamente no se trataba de algo peor.

De ese tamaño y de esa naturaleza eran los problemas de aquellos años, no muy lejanos pero sí muy criticados por quienes hoy tienen bajo su responsabilidad la seguridad en la entidad.

ANTERIORES