El coronavirus llega al penal de San Miguel

Por Facundo Rosas / /
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El relajamiento del encierro por parte de amplios sectores de la sociedad poblana, previo a la conclusión de la denominada “Jornada Nacional de Sana Distancia”, provocó que el coronavirus alcanzara al Centro de Reinserción Social (CERESO) más grande y sobrepoblado del estado, el penal de San Miguel.

Lo anterior como consecuencia de la ambigüedad de los mensajes provenientes del gobierno federal, particularmente de aquellos que contradicen la información difundida durante las conferencias “mañaneras” del titular del ejecutivo federal y las nocturnas a cargo del vocero presidencial en materia de salud, entre ellos el enfatizar constantemente que “vamos bien”, “estamos mejor que otros países”, “ya aplanamos la curva” y el más reciente “ya vamos de salida”, a pesar de que el día de ayer se alcanzaron los picos históricos más altos en materia de personas contagiadas y fallecidas.

Por si eso no fuera suficiente, ninguno de los funcionarios responsables de atender la pandemia utilizan cubrebocas, pero exigen a la ciudadanía que los porte; no los consideran necesarios, pero frecuentemente informan que llegaron millones de ellos procedentes de China; piden “sana distancia”, pero continúan concentrando a más personas de las indicadas para espacios confinados.

El resultado de esta serie de incongruencias es que la población abandonó el “encierro” y volvió a las calles de las ciudades como Puebla, donde algunas personas fueron presa de los delincuentes, quienes por la misma razón regresaron a sus actividades ilícitas y de paso también se contagiaron.

Si la cadena de contagios no tuviera continuidad, el problema estaría acotado, sin embargo, luego de ser detenidos e ingresados al CERESO de San Miguel, algunos de los probables responsables de un delito terminaron llevando el virus a dicho centro penitenciario, donde contagiaron a otros internos que acababan de ingresar. Hasta el día de ayer se estimaba en 16 el número de contagiados en el área de ingreso.

Previamente se habían registrado casos de contagio en los Ceresos municipales de Huejotzingo y San Pedro Cholula, pero no habían afectado a alguno de los penales administrados por el gobierno del estado.

Con el problema encima, autoridades estatales buscaron acondicionar el Centro de Internamiento Especializado para Adolescentes (CIEPA), sin embargo, al no reunir las condiciones de espacio, servicios básicos y seguridad perimetral, buscaron trasladar a los contagiados de Huejotzingo y de San Miguel al penal de Tecali, donde los que se opusieron fueron los habitantes del municipio, bajo el argumento de que en la región la tasa de contagio por coronavirus es de las más bajas.

Cabe precisar que, si algún sector de la población es vulnerable a este tipo de pandemias, es la que se encuentra privada de su libertad en instalaciones penitenciarias, en razón de que en la mayoría de estos lugares persiste la corrupción y la sobrepoblación, los espacios comunes son reducidos y no garantizan la “sana distancia”, los servicios médicos no son especializados y faltan insumos para la protección de los custodios y demás empleados.

Además, en el Cereso de San Miguel existen condiciones de comorbilidad o morbilidad asociada entre varios de sus internos, que puede favorecer el avance y los efectos del coronavirus en forma acelerada, entre ellos la obesidad, diabetes e hipertensión, algunas de ellas derivadas de la inactividad y la mala alimentación.

En síntesis, el envío de mensajes contradictorios por parte del gobierno federal, la ruptura del “encierro” por parte de habitantes de las zonas urbanas de Puebla, la detención de probables responsables y su ingreso al penal dio como resultado que hoy el coronavirus sea un huésped distinguido del centro penitenciario más grande de la entidad.

La bomba de tiempo ya está dentro, es cuestión de semanas sino es que de días para que explote y se traduzca en un factor de inestabilidad sanitaria, política y social. La solución está en manos de las autoridades estatales.

Versión no contada

En esta ocasión me remitiré nuevamente al 2014, cuando el Voluntariado de la SSP inició un Programa para reducir la incidencia de sobrepeso, obesidad y diabetes al interior del CERESO de San Miguel, consistente en promover la actividad física, habilitar espacios para acondicionamiento y mejorar la alimentación.

La resistencia fue tal que, durante el pesaje de los participantes, en especial mujeres, no aceptaban lo que la báscula registraba ya que tenían “otros datos”, por lo que se tuvo que anotar el peso que ellas proporcionaron. Además, varias señalaron que no necesitaban hacer ejercicio, que mejor lo dejaban para otra ocasión.

Tantos obstáculos terminaron desesperando a los empresarios del deporte que donarían los aparatos y equipos deportivos, volviendo a la misma situación de donde iniciaron los trabajos.

Si desde entonces los internos hubieran realizado alguna actividad deportiva en forma sostenida, hoy el nivel de comorbilidad para el avance del coronavirus de los que aún están privados de su libertad sería menor y de los que ya obtuvieron su libertad simplemente no existiría.

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