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4 mitos sobre la independencia de México: la historia que no se cuenta en los libros de texto

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De acuerdo a sus investigaciones, algunos personajes políticos y religiosos pudieron haber interferido para mostrar una realidad inexistente, creando “personajes falsos”, con el fin de darle al pueblo mexicano una figura que los alentara a creer que la sangre derramada fueron actos meramente heróicos

Por Carmen González/@carmenldn /

¿Alguna vez te has preguntado cuántas versiones conoces sobre la historia que relata la Independencia de México? Seguramente una, la que todos conocemos y hemos escuchado varias veces en los libros de texto gratuito, pasando por la primaria, secundaria y hasta bachillerato.

Pero qué pensarías si te dijéramos que la historia no es siempre como la cuentan y que probablemente no todo lo que hemos leído podría resultar ser cierto. El abogado y escritor, Francisco Martín Moreno ha dedicado gran parte de su tiempo a recabar la información de diversos hechos históricos, con el fin de probar qué tan ciertos pueden llegar a ser.

De acuerdo a sus investigaciones, algunos personajes políticos y religiosos pudieron haber interferido para mostrar una realidad inexistente, creando “personajes falsos”, con el fin de darle al pueblo mexicano una figura que los alentara a creer que la sangre derramada fueron actos meramente heroicos.

En su libro “100 mitos de la historia de México”, Francisco Martín Moreno habla de los acontecimientos más importantes que han tenido un impacto en la sociedad mexicana y que él muestra como “mentiras”, que se difunden como la historia oficial en los libros de educación en todo el país.

Te invitamos a que conozcas 4 mitos que según el autor, ponen en duda la “historia oficial” de lo que conocemos como la Independencia de México.

Miguel Hidalgo fue líder de la Independencia

A Don Miguel Hidalgo siempre se le muestra como la principal figura de este acontecimiento surgido en 1810. Sin embargo, desde el primer momento en que el cura “armó” la movilización del pueblo mexicano en Dolores Hidalgo, Guanajuato, no supo qué hacer con dicha movilización que nunca logró consolidarse o perseguir un fin político y que sólo había traído muerte y robos.

Esta información fue retomada por Martín Moreno del libro “Cuadro histórico de la Revolución Mexicana” del escritor Carlos María Bustamante. Se dice que el cura de Dolores no tuvo muchos seguidores por parte de quienes conformaban el Ejército Insurgente, entre ellos Ignacio Allende, otro de los líderes del movimiento, que llegó a llamarlo “bribón”, debido a toda la violencia y saqueos que se habían desatado.

Fue así como tan sólo unos meses después, Miguel Hidalgo fue fusilado y decapitado el 30 de julio de 1811, por el mismo ejército que “lideró” en algún momento. A pesar de eso, la historia lo coloca como un héroe.

La historia del Pípila

Según Martín Moreno, el Pípila siempre ha despertado sospechas y su figura resulta casi inverosímil, debido a los actos que se supone llevó a cabo. El primero en mencionarlo es, de nuevo, Carlos María Bustamante de cuya obra ya hemos hablado, donde relata que Hidalgo, convencido en penetrar en la Alhóndiga de Granaditas, encomendó esta misión a una persona que se encontraba dentro del tumulto.

Se dice que algunos datos fueron exagerados como la piedra que cargó en su espalda. En la historia “oficial” se muestra como un hombre pobre y alejado de la política, pero en realidad no se tienen registros que demuestren a ciencia cierta quién fue él.

El Pípila podría ser un mito, incluso Jorge Ibargüengoitia se burla de él en un artículo publicado en el periódico Excélsior.

Miguel Hidalgo fue “el Padre de la patria”

A este miembro del clero se le ha dado el nombre del Padre de la patria por haber iniciado el movimiento de independencia. Sin embargo, el inicio de esta lucha se dio desde antes y continuó después de su muerte, debido a la participación de alguien que realizó una estrategia a su favor para consumar la independencia del país.

Su nombre era Matías Monteagudo, miembro del altísimo Clero que junto a otros sacerdotes tramaron una confabulación armada para provocar la ruptura del gobierno de la Nueva España y proteger a los de su clase y su institución religiosa, ya que sus ingresos eran superiores a los del Estado gracias a la fe que le profesaban los mexicanos, sobre todo de clase baja.

De esta manera, a través de las instancias religiosas se les pidió que se unieran al movimiento independentista para evitar que se cumpliera la ley dictada en la Constitución de Cádiz. Fue así que a través de Agustín de Iturbide, se consumó la independencia gracias al patrocinio político, militar y económico de Monteagudo, quien decidió darle “la victoria” de la independencia al pueblo de la Nueva España, pero obteniendo grandes beneficios de poder que nunca se ha mencionado en los libros de educación pública.

El grito de Dolores

La versión oficial que llenó de esperanza y valentía al pueblo mexicano para levantarse en armas fue concebida como el grito de Dolores por el cura Miguel Hidalgo y Costilla. Después de que Josefa Ortiz de Domínguez, esposa del corregidor de Querétaro les hizo llegar la noticia de que el Ejército Realista ya sabía sobre el golpe armado que tenía planeado llevar a cabo el Ejército Insurgente.

Las campanas de la parroquia en Dolores Hidalgo sonaron fuerte la madrugada del 16 de septiembre para despertar a la población y mientras se reunían en el atrio de la iglesia, se escuchó “Viva México”, “Viva la Virgen de Guadalupe”, “Mueran los gachupines”. Sin embargo, Martín Moreno al igual que muchos historiadores, coinciden en que la versión pudo haber sonado algo diferente.

Fray Servando Teresa de Mier dejó legado de este hecho, en el que bajo el seudónimo de José Guerra, describe cómo Miguel Hidalgo convocó al pueblo sólo para decir que la corona española liderada por Fernando VII había entregado la Nueva España a los franceses y que la derrota era inevitable.

Incluso, el escritor Lorenzo de Zavala menciona que “Viva la Virgen María” fue su única frase y no hizo otra cosa más que poner la bandera en un estandarte, corriendo de un lado a otro y repitiendo la misma frase una y otra vez.

 

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