Miguel Barbosa Huerta llega con una hora de retraso a la junta local del Instituto Nacional Electoral (INE) para registrarse como candidato a la gubernatura de Puebla por segunda ocasión en menos de un año. La cita estaba programada a las 11:30 horas. Él llega a las 12:30, pero ni la tardanza ni los rayos del sol, mucho menos el calor que se siente en la Sala de Sesiones son impedimento para que sus fieles seguidores lo reciban con porras, lo abracen y se tomen selfies con el candidato que ya se ve como gobernador.
Barbosa entra de la mano cálida de “Charito”, su esposa. Atrás lo escolta Yeidckol Polevnsky. Afuera de las oficinas del INE se escuchan las porras. Están adaptadas a Puebla. El grito original era “es un honor estár con Obrador”, pero sus simpatizantes lo tropicalizan y lanzan: “es un honor, Barbosa gobernador”
El propio candidato se define como el hombre que combatió al morenovallismo, pero ahora quiere la reconciliación en el estado.
La Sala de Sesiones parece un horno por el intenso calor que se siente y la gran cantidad de personas que están atestiguando el registro de su líder moral. Saben que son los nuevos líderes de la política poblana, con la extinción del morenovallismo, el barbosismo llega para quedarse.
Lo que es de Dios es de Dios y lo que es de Barbosa es de Barbosa”, grita la alcaldesa cholulteca, Karina Pérez Popoca, quien después tendrá que explicar que hace ahí en horario laboral, pero en ese momento a nadie parece importarle, porque todos saben que Miguel tiene prácticamente ganada la elección.
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Barbosa entrega los documentos para que el órgano electoral los revise y apruebe su candidatura. Está tranquilo, contento. El ex senador ofrece unas palabras. Cambia su discurso combativo por uno más dosificado. Promete la pacificación del estado.
El candidato dice que va a cambiar la política de Puebla. Niega que viva con lujos. Comenta que tiene una vida normal y promete que si el voto popular lo favorece, así seguirá su estilo de vida. Todos aplauden.
Miguel recuerda que existe un proyecto nacional que lo guía y se refiere al presidente Andrés Manuel López Obrador. Por eso insiste que la nueva política debe cambiar y al poder se le debe tirar la frivolidad y la fantochería.
Respira y lanza un golpe contra el fallecido Moreno Valle: “Nunca más el poder para el espionaje”, quien en vida fue acusado de intimidar a sus opositores interviniendo de manera ilegal sus conversaciones.
En agradecimiento a su esposa Rosario Orozco y a sus seguidores, el dos veces candidato promete que no les va a fallar.
Se los digo de la mano cálida de mi esposa, no les vamos a fallar”.
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En el lugar está Nancy de la Sierra, quien también quería ser candidata y decidió darle su apoyo a Barbosa, a pesar de que sus seguidores en el Congreso de Puebla han iniciado una cacería contra su esposo José Juan Espinosa.
En respuesta por ese gesto de unidad, tanto el abanderado como Polevnsky la apapachan. Uno dice que es su amiga y la dirigente nacional la engrandece: “es una maravillosa senadora”, destaca.
También están los nuevos dueños de la política poblana como Gabriel Biestro, Emilio Maurer, el camaleónico Guillermo Aréchiga y unos cuántos diputados locales favorecidos por la ola de López Obrador. También hay regidores capitalinos y los líderes estatales del PT y del nuevo aliado, el Verde Ecologista de México.
El gran ausente es Alejandro Armenta, quien continúa su berrinche por no ser él elegido para competir el 2 de junio bajo las siglas de Morena. Lejos de la sede del INE en Puebla, condiciona su apoyo a Barbosa, “que me invite él”, declara el ex marinista.
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Miguel invita a todos a su proyecto pues quiere la pacificación. Menciona que los poblanos necesitan ser reorientados hacia el progreso y el bienestar. Adelanta una promesa de campaña: “mi compromiso es renovar la vida pública en el estado, encontrando los cauces de buena convivencia, nunca de impunidad”.
Barbosa Huerta reconoce que necesita de cada uno de los sectores sociales, en esta ocasión no los ataca. Se autodefine como el enemigo del morenovallismo pero ahora quiere reconciliarse con todos.
Necesito a todos y cada uno de los sectores y segmentos sociales (…) Yo fui enemigo del morenovallismo y hoy quiero ser el reconciliador de Puebla”.
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La calle está llena por cientos de simpatizantes de Barbosa. Diferentes sectores de Morena llegan para darle ánimos con banderas alusivas al partido.
Al ser una fuerza política de izquierda se nota la inclusión porque conviven indígenas, integrantes de la comunidad LGBTTTI, personas de la tercera edad y jóvenes.
Un animador incita a todos a entonar “Barbosa gobernador”, mientras él está arriba de una camioneta que bautizó como la “Peje Monster”. Se escuchan las matracas. Hay una banda musical. Se toman fotos y se abrazan. Todos esperan a su candidato para verlo.
El abanderado sale por fin. A nadie le importa que los rayos del sol estén en su punto. Lo saludan, y corren para tomarse una selfie con él. Pero apresura el paso, se sube a su camioneta y se va. A pesar de eso, lo perdonan. Continúa la fiesta, siguen hondeando las banderas.
Miguel, Miguel, qué tiene Miguel, que la mafia del poder no puede con él”, es la última porra que se escucha.