24 de Abril del 2024

Fomentar el lenguaje para vestir los pensamientos

Por José Martín Ochoa Cáceres / /

 lalampara interiores

Imagine por un momento mi querido lector que amanece con la capacidad de entenderlo casi todo, esto significa que cuenta con un alto nivel de conocimiento y sabiduría, además trate de situarse en condiciones comunes donde debe tomar decisiones y que debido a su gran conocimiento puede actuar de manera acertada. Esta imagen es por si misma estimulante ¿verdad?, pero encierra un truco, y es que si recordamos decíamos que puede entenderlo casi todo y aquí la trampa es que, pese a que tiene un conocimiento superior y que además es sabio en su opinión, usted no puede comunicarse con nadie, absolutamente nadie.

Un error bastante común es el pensar que si sabemos cómo solucionar algún problema, los demás nos entenderán de inmediato y podrán actuar en conjunto para darle solución. Sin embargo es cierto que no podemos estar seguros de que los demás nos entiendan, pero esa seguridad se acrecienta cuando sabemos comunicarnos acertadamente.

Y es que la comunicación, ya sea oral o escrita es el mecanismo de interacción con nuestra sociedad por excelencia, la importancia de hablar y escribir con propiedad, aunque se ha visto en estos últimos años y de forma equivocada como símbolo de estatus social, realmente debe percibirse como el medio mediante el que podemos asegurarnos de que nuestro mensaje se entiende de manera clara y concisa.

En las escuelas desde el nivel básico nos encontramos con un contrasentido: por una parte se estimula a que el alumno lea y escriba pero por otra se castiga que el alumno hable y escriba, sé que mis compañeros maestros me dirán que es en el contexto, puesto que para mantener el control de grupo, no es correcto que los alumnos hablen de manera atropellada y mucho menos de temas que están abordándose en clase, mientras que por otra parte el maestro vigilará que el alumno tome notas exclusivamente de lo mencionado durante la sesión pero no permitirá que éste se distraiga escribiendo por ejemplo un poema o un relato.

Además en el ambiente normal de los salones de clase, nuestros alumnos cuentan con celular y en donde lo que escriben son mensajes por whatsapp, lo que leen son notas de Facebook y hablan de los videos virales. Evidentemente estamos en una realidad donde las aplicaciones en el teléfono móvil han superado el discurso del docente en el aula y donde, de no tener atención en ello, el docente pronto notará la dispersión del conocimiento que quiere impartir.

Hace poco, varios amigos docentes postearon una nota de el periódico español “El País” que tiene como título “la calidad de las conversaciones que los niños escuchan en casa influyen en sus resultados académicos”, un artículo ampliamente recomendable que aborda los resultados de investigación de Neil Mercer y que nos demuestra un par de verdades que debemos retomar tanto padres como maestros para enriquecer el proceso de enseñanza-aprendizaje de los alumnos.

Por una parte, y tal como su título transmite, es una realidad que los términos que usamos en casa son los mismos que nuestros hijos repiten en el aula, podemos decir “hubieron”, “rebundancia” o “lagañas” (cuando debe ser: hubo, redundancia y legañas”) y les aseguro que nuestros hijos los repetirán, de la misma manera que el uso de groserías, insultos y amenazas.

Como anécdota les comento que en cierta ocasión una madre de familia me hizo la observación de que mi hija de 5 años le había dicho “tontita”, evidentemente me molestó puesto que nosotros no usamos ese lenguaje y mucho menos lo permitimos, pero cuando la confronté ella me mencionó que en la caricatura que veía (my little pony), una de las protagonistas lo había dicho y le había parecido gracioso, lo que me permite sugerir entonces que al mencionar el término “nuestra casa”, quiero abarcar no sólo el lenguaje que usamos padres y hermanos sino también el que escuchan nuestros hijos en la televisión por lo que es altamente recomendable que los acompañemos –en la medida de lo posible-, también en esos momentos de ocio para dirigirlos de manera correcta.

Pero además si queremos que nuestros hijos tengan un mejor desempeño académico, es ideal que busquemos un espacio para que platiquemos o hagamos actividades fuera de la cotidianeidad pero que estimulen el uso del lenguaje, discutir por ejemplo lo visto en programas como “juegos mentales” o en algún documental de historia, participar en juegos de mesa como “maratón” y opinar acerca de sucesos sociales como lo pueden ser las relaciones de noviazgo, son hábitos que fortalecen la opinión, permiten acrecentar el lenguaje y favorecen la seguridad.

En la escuela además, es posible generar procesos que favorezcan el enriquecimiento del lenguaje, Neil Mercer hace especial alusión a un estudio que realizaron con niños entre nueve y diez años de edad, quienes realizaron ejercicios de oratoria, los investigadores además tuvieron la oportunidad de contrastar las notas que estos alumnos obtuvieron en matemáticas y ciencias y observaron que sus calificaciones mejoraron notablemente. A palabras de Mercer la oratoria sienta bases más sólidas para el desempeño de materias de ciencias porque: “… se aprende a describir observaciones de forma clara, formular hipótesis, analizar de forma crítica las explicaciones de otros…”

Esta experiencia tiene sentido cuando nos percatamos de que, especialmente en ciencias, la descripción de los fenómenos naturales debe realizarse de manera precisa y minuciosa. Además este fenómeno discursivo puede ampliarse a otras esferas de la experiencia educativa, ya sea de materias relacionadas con las ciencias sociales u otras relacionadas con el conocimiento de nuevos idiomas, el desarrollo del lenguaje forma seres humanos que tienen la capacidad de transmitir con claridad sus pensamientos y en consecuencia, establecer mejores canales de comunicación.

Ya se ha mencionado en distintas participaciones de esta columna, que el aprendizaje trasciende a la escuela, y que además tanto padres como maestros estamos involucrados en el desarrollo de nuestros hijos/alumnos para prepararlos con mejores herramientas en un mundo que cada vez será más competitivo y aunque nosotros no seamos doctos en ciencias, matemáticas o filosofía, debemos estar claros con que las habilidades que más frecuentemente desarrollamos son las orales y escritas, por lo tanto nuestro papel debe ser fomentarlas entre nuestros hijos, apoyarlos en sus prácticas orales y de lecto-escritura es asegurarles una gran base para el aprendizaje futuro. Samuel Jhonson mencionó que el “…lenguaje es el vestido de los pensamientos…”, promovamos activamente pues que nuestros hijos se vistan de gala ante su futuro profesional.

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